De repente durante la cena, no sé por qué, me pongo a analizar mentalmente a los que estamos en la mesa:
Primero el HermanoMenor, ese pillín, que aunque solo dice algunas palabras sueltas ya lo entiende todo, es un buen elemento… Me encanta cuando le dices que haga algo y le da vergüenza. Me encanta cuando le pides que te dé algo que le gusta mucho y te suelta un NO! (es la palabra que más domina). Me encanta cuando imita a su hermana en TODO lo que hace. Me encanta cuando le damos algo a él y nos señala a su hermana para que también le demos a ella. Me encanta cuando te mira al final del pasillo y sale corriendo para que lo persigas. Me encanta cuando le dices ‘vamos a la calle’ y coge cualquier cosa que tenga ruedas para llevárselo. Me encanta que se haga entender aunque no hable. Me encanta que me busque.
Le sigue la HermanaMayor, respondona, cuadriculada y listilla aunque inocente y buenaza, encandila a cualquiera… Me encanta poder mantener una conversación con ella. Me encanta que de repente empiece a hablar de algo que no tiene nada que ver con el momento. Me encanta que nos ‘dé lecciones’. Me encanta verla disfrutar en la piscina. Me encanta ver cómo se le ilumina la cara cuando le das una sorpresa. Me encanta lo mucho que quiere a la gente de su entorno. Me encanta lo mucho que quiere a su hermano. Me encanta bailar con ella. Me encanta leerle cuentos. Me encanta su expresividad.
Ya por último, la SuperMami, una mamá -cansada- agotada deseosa de tener un momento libre para ella sola pero que luego se puede sentir culpable mientras lo está disfrutando… Me encanta ver cómo quiere a sus hijos. Me encanta ser su cojín. Me encanta masajearle los pies. Me encanta que me moleste. Me
¿Sabéis de qué me di cuenta?
Me encanta mi familia.