'Quiéreme hasta el infinito y más allá'. Serie ¿Por qué los niños se portan mal? Capítulo 5.

Fortaleciendo la autoestima de nuestros niños. 

El respeto y el aprecio:

Ya hemos visto la importancia de ser honestos con nuestros hijos para crear confianza, y la necesidad de eliminar las etiquetas de nuestras conversaciones y expresiones, también cuando estamos enfadados.

Hoy abordamos la necesidad en el niño de sentirse apreciado para una buena construcción de su autoestima. El capítulo de la semana pasada, eliminando etiquetas, está muy relacionado con el aprecio, ya que separar al niño como persona de su conducta, o sea, no etiquetarle por lo que hace, es una muestra de aprecio que el niño necesita recibir. 

¿Y quién no necesita saber que lo aprecian? A todos nos gusta y nos anima. Nos sube la moral. Pero, ¿que es el aprecio? El aprecio deriva de la aceptación, pero es mucho más que aceptar. 

La aceptación es aceptar algo o alguien tal cual es, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Aceptar suena a resignación, a tolerar algo porque es "es lo que hay", a "no hay otra opción". No es poco, aceptar los acontecimientos de la vida tal y como nos vienen está bien, es una manera de seguir adelante y no centrarse en lo que no se puede cambiar. Pero cuando estamos hablando de las personas que más nos importan del mundo, la aceptación se queda corta. 

Los niños necesitan algo más intenso que la aceptación, necesitan el Aprecio. Los niños tienen que sentirse valorados, queridos, especiales sólo por el mero hecho de existir. El aprecio no es algo que se tenga que demostrar con palabras, con "te quieros",  podemos expresarlo más o menos abiertamente pero no es necesario. Más bien se trata de "un sentimiento que uno tiene hacia su hijo. Es sentir su autenticidad y quererla; permanecer abiertos a la maravilla que hay en él, pese a las irritaciones pasajeras".Dorthy Corkille, El niño feliz.

El aprecio a un niño se demuestra a través del respeto hacia su persona.

Los niños sienten el aprecio cuando los tratamos respetuosamente. ¿Y los adultos? También. Los niños son personas pequeñas, que no pueden tomar algunas decisiones ni hacer algunas cosas por su falta de experiencia, pero que merecen el mismo respeto que un adulto. No se nos ocurriría tratar a ningún adulto igual de mal que a veces tratamos a los niños. Para saber si lo que vamos a decirle a nuestro hijo es respetuoso podemos usar esta pregunta como filtro: "¿Le diría o haría esto mismo a mis amigos?".



El respeto hacia nuestro bebé se refleja en la manera que lo cogemos en brazos, lo bañamos, lo vestimos, le damos de comer o le cambiamos los pañales. Con los niños, además, se muestra en cómo hablamos con él, cómo jugamos, cómo discutimos y cómo lo educamos. Para mostrar respeto solo tenemos que aplicar una Regla de Oro: "No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti". Es sencillo, parece de sentido común, pero cuesta aplicarlo con los más pequeños.

¿Cómo puede ser que nuestros niños no sientan nuestro aprecio a pesar de que son sin duda lo que más queremos en el mundo?

Por desgracia, damos muchas cosas por sentado, y a veces no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Por ejemplo, la salud. Si estamos sanos no nos cuidamos tan bien cómo cuando estamos enfermos y deberíamos cuidarnos para prevenir caer en enfermedades. Del mismo modo, muchas veces no tratamos a nuestros hijos con el respeto que ellos necesitan, porque creemos que siempre los vamos a tener. 

Las humillaciones, el sarcasmo, avergonzar en publico, dar ordenes excesivas, los gritos, las amenazas y los golpes, no muestran aprecio alguno. Van en contra del respeto, de la seguridad psicológica y de la autoestima.

"Cada vez que hacemos que el niño se sienta pequeño, avergonzado, culpable, humillado y inexistente, lo disminuimos, negamos el respeto, destruimos su seguridad y dañamos su autoestima."

Paréntesis:

( Es muy duro pensar o incluso darse cuenta de que a veces llegamos a tratar así a nuestros hijos, pero vuelvo a decir: Somos humanos. Si en alguna ocasión os encontráis en situaciones así, perdonaros a vosotras mismas, pedir perdón si es necesario, y seguid adelante. )

¿Nos centramos demasiado en los errores?

Otras veces a nuestro hijo no le llega el aprecio porque nos centramos más en lo que hace mal que en lo que hace bien. Acaba teniendo la sensación de que no hace nada bien. Nos pasa con nosotros mismos, que en lugar de centrarnos en lo que hacemos bien, en nuestras fortalezas, nos machamos en nuestras debilidades, y no aprovechamos nuestro tiempo para explotar nuestro verdadero potencial. 

Con los niños pasa lo mismo, y en el colegio es cuando un niño más puede acusar que solo se le tiene en cuenta lo que hace mal. El sistema educativo, obsoleto de todas todas, no ayuda en esto, pero la teoría de las inteligencias múltiples sí abre una nueva ventana para no cegarnos en si nuestro hijo no es bueno en el cole. Si quieres saber más puedes visitar esta página web

  

Los beneficios para el niño de sentirse apreciado.



Cuando el niño sabe que los errores en su comportamiento no lo hacen menos digno de ser querido se hace más tolerante con los errores de los demás. La seguridad que le da el sentirse apreciado como persona, independientemente de lo que haga, hará que no tenga miedo a equivocarse y a aceptar los errores como algo de lo que aprender y no como una catástrofe personal. Se planteará metas más realistas y probables de alcanzar, y a su vez, sus éxitos harán que su autoestima se fortaleza. Un circulo que empieza cuando el niño tiene la seguridad de sentirse querido por si mismo, por su persona, y no por lo que hace ni por sus éxitos. Eso es el aprecio.

Ahora te toca ti, ¿cuánto te valoras a ti mism@?



Si nos apreciamos a nosotros mismo eso se verá reflejado en nuestra capacidad de apreciar a los demás, y por lo tanto, en la capacidad de apreciar a nuestros hijos. 

Tenemos la tendencia de rechazar en el niño lo que rechazamos en nosotros. Lo que más nos saca de quicio es justo lo que menos nos gusta de nosotros mismos. Si no nos aceptamos a nosotros mismos lo pagaremos con ellos. Si conseguimos averiguar los rasgos que menos nos gustan de nosotros mismos y aceptarlos, conseguiremos apreciarnos más a nosotros mismos, y eso se traducirá en el nivel de aprecio hacia nuestros hijos tal y como son. Así que coge papel y lápiz y a escribir. Luego léelo y piensa en si es justo eso lo que más rechazas de tu hijo. 

Otro ejercicio para ti:

¿Sabes que no hay otra persona en el mundo que sea exactamente como tú? ¿Aprecias ese hecho?

Ahora haz una lista de tus cualidades como persona y escribe por qué eres especial y única en el mundo. 

Por último, piensa en si te tratas con respeto: Si dedicas tiempo a hacer cosas que te gustan. Si sabes decir No. Si pides respeto por tus necesidades o juegas a que tu no importas y te dejas siempre en último lugar. 

Si la respuesta a estas preguntas es No, te habrás dado cuenta de que no te estás respetando lo suficiente (algo muy común en las madres que solemos dejarnos siempre "la última"). Piensa en todo lo que puedes hacer para respetarte más. Esto es muy importante, cuanto mejor te encuentres tú, mejor podrás ayudar a tu hijo a mejorar su autoestima. (Te puede ser útil para ganar auto-respeto la mini guia para la autoestima de una mamá, y también puedes leer un artículo con algunas ideas para no olvidarse de una misma). 

Para resumir y terminar el artículo de esta semana: 



¿Qué hacer para que nuestro niño se sienta apreciado? 


Utilizar la Regla de Oro: "No hacer (o decir) lo que no me gustaría que me hicieran a mi".
Huir de las humillaciones, el sarcasmo, de avergonzar al niño en publico y de hablarme sin respeto. 
Valorar las cualidades del niño y lo que le hace especial. 
Centrarse en los que hace bien en lugar de en lo que hace mal.
Aumentar nuestro auto-respeto para no rechazar en ellos lo que rechazamos de nosotros mismos.  
Eliminar las etiquetas: el niño no es lo que hace.

Y hasta aquí el capítulo de hoy. La semana que viene entraremos en la recta final de la serie y solo quedarán 3 capítulos más.



Capítulo 4. Eliminando etiquetas. No soy ni bueno ni malo, sólo soy yo.

¡Hasta la semana que viene!


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