La honestidad:
Creo que no me equivocaría si afirmara que todo el mundo valora la honestidad. Es la cualidad que pedimos por encima de todo. La honestidad, como vimos en el capítulo anterior, es el primer ingrediente para conseguir crear un clima de seguridad psicológica para el niño.
Según la Wikipedia la honestidad es: "...una cualidad humana que consiste en actuar de acuerdo como se piensa y se siente. Se refiere a la cualidad con la cual se designa a aquella persona que se muestra, tanto en su obrar como en su manera de pensar, como justa, recta e íntegra..."
En la vida adulta todos sabemos lo que es ser honesto y cómo aplicarlo. Pero, con los niños ¿cómo aplicamos la honestidad? Vamos a abordar la honestidad desde 3 puntos:
1. Las mentiras piadosas.
Estamos en la entrada del zoo, que no veas como se pasan con los precios, y pasamos a nuestro hijo de 4 años como si tuviera 3 ( jolín! por solo un año más!). Todos lo hemos hecho, me incluyo, pero si nuestros niños se dan cuenta de alguna manera ... seamos sinceros, no es un buen ejemplo de honestidad para él.
Si encima le dices que si le preguntan diga que tiene 3 años en lugar de 4 el niño seguramente se enfadará. "¡Pero si yo ya soy grande!¡Tengo 4 años, no 3!" Lógico, con lo que anhelan los niños hacerse mayores, y ¿vamos a pedirle que mienta en eso? Si abusáramos mucho de estas técnicas (que sé que no es el caso) el niño aprendería que mentir está bien.
Esto es algo casi anecdótico, pero no podía pasarlo por alto, porque como ya sabemos, cada niño tiene su propia personalidad y sensibilidad, y a algunos niños puede influirle más de lo que nos pensamos.
Así que, bajo mi punto de vista, si decidimos hacer pasar al niño por menos edad de la que tiene para conseguir una entrada gratis, no le hagamos participe ni le pidamos que mienta.
2. Los mensajes mezclados.
Los niños son muy sensibles a nuestra expresión corporal, es muy lógico, ya que es lo primero que aprenden a interpretar cuando son bebés. Hasta que no logran comprender el habla, los mensaje que les enviamos con nuestros gestos y expresión son su modo de comprender lo que nos pasa. Y es la mejor manera la verdad, porque nuestras palabras mienten pero nuestro cuerpo no. Así que, cuando estamos enfadados y nuestro hijo lo nota y viene a preguntarnos: "Mamá, ¿que te pasa? y nosotras le contestamos: No me pasa nada" estamos enviando un mensaje mezclado. Nuestras palabras no se corresponden con nuestro lenguaje corporal.
Estos mensajes contradictorios crean confusión en los niños, y les hace que se pregunten qué habrá pasado. Lo más probable es que piense: "a lo mejor mamá está enfadada por algo que yo he hecho"... y que le dé vueltas al por qué su mamá está enfadada. Según el grado de sensibilidad del niño puede que incluso se llegue a preguntar: " a lo mejor estoy molestando a mamá, quizá no quiera estar conmigo"....
"Los mensajes mezclados crean un clima de códigos y máscaras que enseñan a desconfiar".
Ocultar nuestros sentimientos debajo de palabras no fomenta la honestidad. Y está claro que nuestras emociones y los problemas del día a día que las generan, no son culpa de nuestros hijos, pero ellos no lo saben, y para que no se crean que la culpa es de ellos lo mejor es ser honestos y reconocer nuestro estado de ánimo.
Pero, ¿debemos contar todo a nuestros hijos? ¿hemos de ser totalmente abiertos?. No. Como dice Dorothy Corkille en su libro "uno debe decidir por sí mismo cuándo, dónde, con quién y en qué medida es apropiado compartir su mundo interior, pero seamos honestos con nuestras reservas, no las enmascaremos".
Así que expliquemos a nuestros hijos nuestros sentimientos y el motivo que los ha causado adaptándolos a lo que creamos que es adecuado para ellos. Por ejemplo, podemos decirles: "Hoy estoy muy enfadada porque he tenido una discusión en el trabajo" o, "estoy llorando porque me siento muy triste porque me enfadé con una amiga". Otra opción es decirle que estas enfadada por cosas de mayores. Si el niño te pregunta por los motivos y tu no quieres o crees que no es adecuado contarle los detalles, puedes decirle que prefieres no hablar de ello ahora mismo porque al recordarlo te pones más furiosa todavía. La cuestión es que al niño le quede claro que no estás enfadada con él.
Las emociones y los sentimientos no son motivo de vergüenza. Todos los seres humanos experimentamos toda clase de sentimientos, de mayor o menor intensidad. No intentemos atenuar las emociones fuertes por pensar que son "negativas". Los niños también captaran esta discrepancia y pensarán que no está bien tener sentimientos intensos, y cuando ellos los tengan (que los tendrán como todo el mundo) se sentirán muy mal por tenerlos. Podemos expresar nuestras emociones intensas de manera respetuosa con los demás y con nosotros mismos, de manera que seamos honestos sin necesidad de decir cosas que no creamos adecuadas para nuestro hijo.
3. Atreverse a ser humano.
¿Muestras tus sentimientos ante tus hijos? ¿Te atreves a a ser totalmente humano con él?¿Le pides perdón si te equivocas? Mientras que reflexionas copio un párrafo completo del libro el Niño Feliz.
"Los niños necesitan contactos vitales con gente real, y no con robots enmascarados que se mueven de acuerdo a esquemas copiados de los demás. Como ser humano, uno puede alentar legítimamente sentimientos de todo tipo: debilidad, preocupación, fatiga y confusión. Eso no lo hace menos valioso ni menos fuerte. De hecho, hay que ser fuerte para mantenerse abierto. Nuestro ejemplo demuestra que los sentimientos son legítimos. Los padres que asumen su humanidad evitan que sus hijos oculten la suya."
Errar es humano y rectificar es de sabios. Lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos y por nuestros hijos es aceptarnos tal y como somos, con nuestros errores incluidos. Pedir perdón cuando hacemos algo que está mal o decimos algo fuera de lugar no hará que nuestro hijo pierda el respeto hacia nosotros. Al contrario, hará que poco a poco nos respete más gracias a la honestidad mostrada.
Con nuestros amigos y familiares, ¿valoramos la honestidad del que se equivoca y es capaz de reconocer y enmendar su error? Si ¿verdad?. Pues los niños también valoraran que seamos capaces de reconocer nuestros errores, especialmente cuando son parte implicada. "Lejos de desilusionar a los niños, la sinceridad los atrae hacia nosotros".
¿Qué estamos transmitiendo al niño con la honestidad?
Amor y respeto, y un mensaje muy bonito y valioso: Puedes contar conmigo. No soy perfecto pero estaré a tu lado siempre que me necesites. Y tú tampoco tienes que ser perfecto, ni ahora ni cuando seas mayor.
Si te equivocas acepta tu error y arréglalo. No tengas miedo a pedir perdón, estarás enseñando a tu hijo qué es lo que tiene que hacer cuando él se equivoqué. No te tortures porque no pasa nada. Los errores son oportunidades para aprender, y en con los niños, el aprendizaje tiene una doble dirección: ellos y tu.
Hasta aquí el capítulo de hoy, espero que te esté resultando útil esta serie, yo estoy disfrutando y aprendiendo mientras la escribo. La semana que viene toca el capítulo 4: Eliminando etiquetas. ¡No te lo pierdas!
Si quieres asegurarte de no perderte los próximos capítulos de la serie, y además, poder guardarte los enlaces en tu e-mail, puedes suscribirte a la Newsletter de los Domingos. ¡Es gratis!
Capítulo 2: Seguridad psicológica. Contigo me siento seguro.
¡Hasta la semana que viene!