Sí, decirle a un niño que es malo es perjudicial y totalmente desaconsejable.
El tema de hoy es uno de esos temas básicos que todo padre, madre o educador en general, debería tener en cuenta para poder ofrecer la mejor educación a sus hijos o alumnos.
Estos días estoy leyendo a Nora Rodríguez, pedagoga y escritora, autora de varios libros reseñados en este mismo blog. En el último de ellos “100 preguntas y respuestas para ser mejores padres” aparece la siguiente cuestión “¿Es bueno decir a un niño que es malo?” La respuesta parece bastante obvia, claro que no es bueno.
En el libro, Nora Rodríguez nos ofrece su visión sobre esta cuestión, que yo comparto totalmente. Evidentemente, llamar o decirle a un niño que es malo no es bueno en absoluto. Te lo explico con detalle a continuación pero antes quiero que sepas que comprendo que en un momento de desesperación hayas dicho cosas que desearías no haber dicho nunca. Sé que es probable que en más de una ocasión hayas dicho algo similar en un momento de enfado. Sé que después te has sentido mal y seguro que le has pedido disculpas a tu hijo. Lo sé y además te comprendo pero … hay cosas que deberíamos aprender a callar por el bien de nuestros hijos y el nuestro propio. Y una de estas cosas que hay que aprender a callar es decirle a un niño que es malo.
¿Qué pasa al decirle a un niño que es malo?
Cuando le decimos a un niño que es malo ocurren varias cosas, entre ellas, las siguientes:
dañamos su autoconcepto,
lesionamos su autoestima,
y promovemos la profecía de autocumplimiento. La teoría de la Profecía Autocumplida explica que cuando tenemos una creencia firme respecto a alguien, acaba cumpliéndose. Así pues el niño acaba siendo malo porque eso es lo que los demás esperan de él.
Un niño pequeño depende totalmente de las valoraciones de los demás para formarse una idea sobre lo que es él como persona. Los comentarios que realizamos como padres sobre nuestros hijos impactan directamente en en el modo que tienen de percibirse a sí mismos y por tanto en la manera en la que se valoran (positiva o negativamente) pero también en su comportamiento,
Sabemos que el autoconcepto y la autoestima se empiezan a desarrollar a lo largo de los primeros años de vida y va evolucionando a lo largo de la vida, mejorando o empeorando en función de las experiencias que vivamos.
Así si les decimos a nuestros hijos frases del estilo “¡Qué buen trabajo!”, “¡Qué bien dibujas!”,”Me gusta mucho como cantas!”, “Sé que te has esforzado mucho”, “Me gusta mucho que colabores poniendo la mesa”, “Ayudas mucho a tu hermano, te felicito”, … crecerá con mayores probabilidades de tener un buen autoconcepto, una buena imagen de sí mismo, y es más probable que siga comportándose del modo en el que este tipo de comentarios vuelvan a producirse.
Por el contrario, una comunicación o lenguaje negativo del tipo “¡Qué malo eres!”, “¡Eres un desastre!” o “Nunca podemos confiar en tí porque eres …”, acaba generando una profunda en herida en la valoración que hace nuestro hijo sobre sí mismo. Su autoestima se ve devaluada y su comportamiento acaba empeorando. Lejos de lograr lo que con buena intención pretendemos, cambiar su modo de hacer las cosas, producimos el efecto contrario.
Cambiar el modo como nos comunicamos con nuestros hijos es una de las muchas formas de mejorar su comportamiento y la relación que mantenemos con ellos. Dejemos de llamar malos a los niños, no hay niño mala si no comportamiento inadecuado.