Cada día pienso si ha llegado el momento del destete definitivo. Mi hijo hijo pequeño está a punto de cumplir tres años, seguimos con lactancia materna, pero estoy en ese punto en el que no se si continuar, o poner nuestro punto y final a esta experiencia tan bonita. Probablemente si preguntara, si me interesara la opinión de la gente, la respuesta más recurrente sería que le quitara el pecho a mi hijo ya, que total, para qué seguir. Lo cierto es que la opinión de la gente me importa poco, en este tema en concreto, en mi crianza y en mi vida en general. Soy más de seguir mis impulsos y tomar las decisiones por lo que sienta o crea que deba hacer, así me equivoque o no. Prefiero equivocarme por mi misma que por la influencia de otras personas. El destete definitivo no es dejar la teta y ya Llegado a este punto de tres años de lactancia materna con mi bebé, diez años de lactancia materna en total, con mis tres hijos, el destete definitivo para mi no es una decisión banal. Se que no va a influir en absoluto en la vida de mi bebé seguir tomando teta o no, ni en mi vida realmente. No se trata de eso. Se trata de que cuando llegó el momento del destete definitivo con mis mayores, sabía que era un punto y seguido. Sabía que vendría otras lactancias, otras experiencias detrás. Con mi mayor sabía que habría un segundo bebé, con mi mediana estaba embarazada del pequeño. Destetar no era el fin de mi lactancia materna como madre. Pero esta vez sí es un punto y final. No habrá más bebés, no habrá más experiencias, no habrá más oportunidades. Si desteto a mi pequeño, no habrá una vuelta atrás, cerraré la puerta a mi vida como madre lactante y esta experiencia que tanto ha marcado mi maternidad y la crianza de mis criaturas será un recuerdo del pasado. Y me cuesta cerrar esa puerta, para qué te voy a engañar. Me cuesta asumir que si decido dejar de ofrecer el pecho a mi pequeño, si lo distraigo cuando me pide para no darle, ya no tendremos más momentos. Mis motivos para plantearme el destete definitivo Me cuesta asumir que destetar a mi hijo es el fin de la lactancia materna para él, y para mi. Realmente no tengo motivos para hacer el destete definitivo. Mi pequeño mama de manera testimonial, pide muy poco, básicamente en momentos de apego. La lactancia materna para mi nunca ha sido un lastre, ni una imposición, ni un impedimento. No ha condicionado mi vida, ni me ha incomodado. Tampoco lo es ahora llegados los tres años, y menos con la poca frecuencia con la que mama. Es verdad que en ocasiones siento agitación por amamantamiento, que es lo que me lleva a ofrecerle el pecho solo si veo que hace tiempo que no pide, o a retirárselo si está mamando. Es una sensación un pelín desagradable que solo ocurre en algún momento durante la toma, y no en todas las tomas. La descripción sería algo así como empezar a dar el pecho por gusto, o sin problemas, y llegado un momento te resulta molesto o irritante sin haber motivo para ello. Pero aún así, no es motivo suficiente para decidirme a destetar, ni por mi, ni por él. El destete definitivo para mi bebé Porque hasta ahora he dado argumentos “egoístas” de por qué no me decido a destetar. Pero la lactancia materna es cuestión de dos, y por supuesto tengo en cuenta a mi hijo a la hora de pensar sobre ello. Y mi bebé adora su teta. Le encanta ese momento de comunión con mamá, acurrucarse entre mis brazos mimosamente, buscar consuelo cuando no se encuentra bien, el mejor remedio para dormir plácidamente. Si le dejara, por supuesto mamaría muchísimo más de lo que lo hace. Pero a lo largo de este último año he conseguido poco a poco reducir su demanda y las tomas combinando la técnica de no ofrecer-no negar y llamar su atención de otra manera en momentos de alta demanda. No necesita la teta, no depende de ella, es un niño muy autónomo que además come y duerme estupendamente. Hoy por hoy la lactancia materna no condiciona su vida ni es impedimento para nada en absoluto. Además, hace ya bastante tiempo que logramos el destete nocturno, y si bien puedo recurrir a la teta para facilitarle el momento de la siesta o de irnos a la cama, no depende de ella. De hecho ya apenas colechamos porque el hecho de no dormirse con la teta le ha incentivado irse a dormir con sus hermanos mayores por voluntad propia. Para que luego se diga que si metes a tus criaturas en la cama no habrá quien las saque de ella. Por no decir que es una tranquilidad enorme saber que puedo recurrir a la lactancia materna cuando mi pequeño está enfermo. No solo que se sienta pochillo o que cualquier malestar le quite el hambre, sino cuando viene algún puñetero virus de gastroenteritis que me lo deja pocho y sin tolerar alimentos ni agua. En esos momentos la lactancia materna es nuestro salvavidas. Así que de momento, a pesar de que pienso que igual ya ha llegado el momento de hacer destete definitivo, pienso también que para lo poco que mama, por qué vamos a poner punto y final. Creo que simplemente voy a seguir dejando que fluya hasta que un día, por él o por mi, deje de fluir. El día que deje de fluir, con la misma pena que satisfacción, cerraré la puerta a una etapa maravillosa que me a regalado una de las mejores experiencias de mi maternidad, con mis tres hijos. Y hasta entonces, me tomaré cada uno de los días como un regalito más de esta experiencia, ni más ni menos.
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