¿Recuerdas cuando querías quedarte embarazada de tu primer retoño?
Supongo que lo recordarás con mucha ilusión y con muchas ganas. Recordarás los nervios que pasaste cuando llegaba el día y no había rastro de la regla y te hiciste el test de embarazo. Recordarás cuando diste la noticia a la familia. Recordarás el embarazo con mucha preocupación primero pensando en esa lentejita o garbancito, y luego diciendo que salga ya de aquí, que no puedo ni respirar. Lo vives con una emoción e ilusión que nunca más volerás a sentir. Estás todo el día mirándote y observándote, cualquier mínimo detalle te alarma. Estás siempre preocupada.
¿Qué pasa con el segundo? Cuando piensas en la llegada de un segundo hijo, por supuesto que tienes ilusión y son momentos inolvidables que además ya compartes con tu primer hijo. Pero hay diferencias.
En tu primer embarazo te pasas el día mirando cositas, y haciendo presupuestos para ver que es lo que se ajusta y le puedes comprar. Ves unos patuquitos y te vuelves loca como si nunca hubieras visto unos y fuera el mayor teroso del mundo. A ese futuro niño no le va a faltar de nada. Más bien le sobrarán muchas cosas que no necesita.
En el segundo embarazo, todo ese proceso de comprar patucos, y artilugios innecesarios pasa a un segundo plano, bueno y si los dos son niños o las dos niñas ni te cuento. Lo aprovechas todo. Ya llega un día que dices, uff pobre lo tiene todo heredado, voy a comprarle un trajecito nuevo. Pero que como cuestan un riñon, acabas comprando unos calcetines.
Luego está el tema de las fotos. No me negaréis que cuando tenéis el primer hijo os pasáis el día haciendo fotos. Del primero tenéis un montón de fotos de su día a día, y del segundo tenéis foto de su mes a mes y acompañado de su hermano como mucho, si no es cada más tiempo. Claro luego cuando son mayores llega el momento en el que te preguntan ¿qué pasa mamá que yo no tengo ese álbum tan bonito, ni ese marco con una huella de mi pie tan chulo que tiene mi hermano?
Los regalos. Cuando tienes el primero te llegan regalos hasta de la amiga de una vecina, que es tia de la amiga de tu madre del pueblo, que no has visto en tu vida pero que te manda un estuchito de colonia muy chulo. Bien pues con el segundo no te llega nada de nada. No se acuerda de ti ni el tato.
De la manera más tonta te llega una llamada para darte la enhorabuena, de esa vecina de tu madre tan querida que te dice: "en cuanto tenga un momentito voy a verte y te llevo una cosita que tengo comprada". El niño ya tiene 3 años y ni ha llegado la cosita ni ha venido a verle.
Y para que hablar de las visitas en el hospital. Con el primero tienes la habitación a rebosar de gente, mientras que tú como madre primeriza intentas sacarte la teta disimuladamente porque te mueres de la vergüenza, para darle algo de comer al niño que le tienes ahí llorando. Mientras estás ahí liada, con ese público tan amable que te está dando todos los consejos del mundo para que le coloques más arriba, más abajo, más cerca, y todo un sinfín de cosas, va y llega tu primo el del pueblo. Que hace siglos que no ves, (todo esto mientras que tu teta sigue fuera), pero que ha tenido que traer a su madre de mala gana que también hace siglos que no ves, y que encima decide tocarte las tetas para ver si están duras o blandas mientras tú que estás hormonalmente destrozada sólo quieres quedarte sola que necesitas ir al baño. Pero ir al baño en plan tranquilo por favor, que ya se sabe que ir al baño la primera vez tiene su cosa. Y no voy a entrar ahí que me pierdo con el tema.
Para el segundo ¿ qué pasa?. Como ya has tenido tu primera experiencia decides que no se lo piensas decir a nadie y encasquetas a tu primer hijo con la abuela, con cara de no si no pasa nada pero me siento un poco mal, voy por si acaso al hospital. Cuando sabes perfectamente que estás de parto y lo vas a soltar en cualquier momento. Pero como encima es el segundo no has querido ir al hospital antes porque ya sabes como va la historia y además tenías que dar de cenar al primero y prepararle la maletita para que se fuera a casa de la abuela. Claro, es que el primero tiene sus privilegios. El segundo que aguante un poco ahí dentro que tienes que atender a su hermano mayor.
Total que como estás tan traumatizada de tu primera experiencia le dices a tu marido que como se le ocurra llamar a alguien le descuartizas. Y tu marido que lleva aguantándote todo el embarazo escuchando la misma cancioncita de "a mí esto ya no me pasa más", el pobre acaba agachando la cabeza y haciendo lo que la mamá dice.
Decorar la habitación. Cuando preparas la decoración de tu primer hijo, tooooodo son emociones. A todo el mundo se la enseñas. Te vuelves loca buscando dibujitos que poner, alisando su pared para dejarla bonita, cuando el resto de la casa lo tienes de un gotelé del año de la tos que te parece tan mono. Miras y miras y miras muebles y ninguno te llega a parecer bien. Pobrecito tu bebe como va a tener una habitación sólo con una cuna y un cambiador que es lo que realmente vas a usar. Además corre, corre, cómprala pronto, aunque no la vaya a usar porque le vas a tener contigo durmiendo un montón de tiempo, pero claro la habitación tiene que estar preparadísima, por supuesto.
Y con el segundo ¿qué es lo que haces?. Nada. Te limitas a colocarle con su hermano o si tienes la suerte de tener otra habitación trasladas al mayor a la nueva habitación y al nuevo hermanito le dejas esa habitación con la pared pintada de boli por su hermano, mientras vuelves a volverte loca para decorar la nueva habitación de tu primer hijo. Resumiendo que el primero siempre se lleva la mejor parte.
Con el primero sigues a rajatabla lo que te dice el pediatra sobre alimentación y no le das ni una miga de pan hasta que ya te da escrito con sangre que puedes empezar a darle sólidos. Con el segundo le endiñas el cacho de pan en cuanto le metes el gluten. Que ni tiene muelas, ni tiene dientes, pero le plantas un plato de macarrones. Si no le pasa nada, le dices a tu suegra, que se lo come bien. Cuando con el primero le prohibiste como mil veces que le diera ese aspito con año y medio porque decías que se iba a ahogar con las migas o que si se le iba a pegar al paladar. Por favor, que es un aspito, no es un chuletón de buey.
Con el primero cuando ya por fin das el paso de cambiarle a su habitación después de darle mil vueltas a si le cambiabas o no, esa primera noche estás que te va a dar un infarto y te levantas cada 5 minutos a ver si respira. Cuando el niño no ha dicho ni "mu" y está en la gloria durmiendo. Sin embargo con el segundo no te lo piensas, llega un día, por cierto, mucho antes que con el primero y dices que la cuna ya me estorba aquí en mi habitación y le cambias a la suya. Sin pena ni gloria le acuestas y te duermes a pata suelta. Ya vas a la habitación cuando el niño está en plan poseso llorando porque está el pobre desorientadito y tu ni te has enterado. Eso sí, antes de ir a su habitación has pasado por la habitación del primero porque creías que era él.
¿Y con el pediatra qué?, las veces que has llevado al pediatra al primero porque tenía un grano y sin embargo con el segundo no vas hasta que lo tienes plagado de granos. Además, estás esperando a ver si los dos ya tienen los granos para hacer sólo un viaje. ¿Me vais a decir que no?
Llega el día en el que decides llevar al primero a la guardería y buscas y buscas y sigues buscando, una guardería super estupendísima de la muerte. Que cuando encuentras te lías a hacerles preguntas de todo tipo mientras que con el segundo te replanteas si llevarle a esa guardería tan cuqui a la que fue el primero que te costaba un riñon, cuando encima resulta que tienes una al ladito que es mucho más barata aunque ni siquiera has visto y que te decides a llevarle porque has oído por algún sitio que está bien. Cuando ya te has decidido por la guardería, llega el primer día de tu primer hijo, y claro como casi todos los niños llora como un descosido y tú te vas a la calle como si se lo hubiera comido el lobo feroz y te sientes fatal como madre por haberlo dejado allí en una super estupendísima guardería a la que a la hora vuelves al rescate de tu hijo y acribillas a preguntas a la profesora para saber como ha estado tu niño del alma. A la que ni escuchas por cierto, porque te da igual, si tu le has dejado ahí abandonado, ¿cómo va a estar bien la pobre criatura?
Con el segundo estás loca por llevarlo a la guardería. Llega su primer día y te dicen que a la hora vuelvas que es el periodo de adaptación. Tu segundo hijo, igual que el primero se queda llorando por el abandono de su madre, que a diferencia de la primera vez, está como loca por quedarse un rato sola y tomarse un cafetito durante esa hora a sus anchas sin ningún tipo de remordimiento y viendo como otras madres lloran desconsoladas por la primera vez de sus primeros hijos.
Cada una lo habrá vivido a su manera pero la diferencia se nota, aunque quieras a los dos con locura. Antes de nacer el segundo a veces piensas como lo harás para repartirte y sin embargo cuando ya ha nacido no tienes nada que repartir lo que haces es doblar tu sentimiento.
Podría seguir con las comparaciones pero como esto se está alargando y quiero que lo termines de leer a ver si me das un me gusta o te suscribes que sería un detallazo, así que corto ya y en otro post si te ha gustado este te sigo contando.