Demasiado pronto la experiencia le mostrará que hay muchas formas de entender el mundo, el sentido de la vida, las relaciones con los demás. Espero que comprenda que todas son aceptables, si están basadas en el respeto. Ojalá halle el frágil equilibrio entre no usar la violencia y defenderse de las agresiones, sepa hacer el bien y evitar a las malas personas, que por desgracia las hay.
Espero que no flaquee al comprender que la vida no es justa. Que hacer lo correcto no equivale a triunfar, que hay quien no entiende el lenguaje de la bondad. Que hay personas que mueren vilmente a manos de otros y los asesinos son a veces jóvenes, casi niños como ella. Cuando algo así ocurre cerca de casa nos estremecemos ante el horror y la injusticia, pero también ante la realidad que espera a nuestros hijos, sólo de imaginar que puedan dar un mal paso, subir al coche equivocado, arruinar su vida y la de los demás.
Temo fracasar en el empeño de convencerla de que a pesar de todo hay que creer en las personas. Quisiera poder retrasar el tiempo, no haber escupido ante ella palabras llenas de odio de las que ahora me arrepiento. No haberla hecho testigo de mi rabia ante una muerte cruel e injusta, no haber engrosado, a mi pesar, el bando de los violentos, no haberle mostrado el lado menos poético de la vida, ese rincón oscuro que con resignación llamamos el mundo real.