Como mujeres, y más las que son mamás, pasamos mucho tiempo previendo el futuro.
Tomamos decisiones para hacer o no hacer cosas en función de lo que creemos que es mejor para nosotras y nuestra familia. Buscamos anticiparnos con el fin de reducir las posibilidades de que algo que consideramos malo, nos sorprenda. Nos importa tanto lo que hemos logrado armar que deseamos protegerlo lo máximo que podemos. Tiene sentido, ¿no?
Ahora bien, cuando esa búsqueda de seguridad y certidumbre la aplicamos para todo, generalmente deja de ser funcional (o sea, ayudarnos a evitar situaciones ofensivas o dolorosas innecesarias), y pasa a manifestarse como un aspecto interno que no admite que nos movamos de la zona de lo que sabemos o conocemos, lo cual resulta limitante y hasta perjudicial para el logro de cosas nuevas muy sencillas, como probar proponerle algo inusual a nuestra pareja, hasta avanzar con ese emprendimiento que tenemos dando vueltas en la cabeza que nos permitiría estar más tiempo en casa.
Cuando este aspecto nos tiene tomadas, transitamos tareas o situaciones nuevas como si fuera algo que ya conocemos o directamente las descalificamos muy rápidamente, lo que nos cierra a explorarnos a nosotras mismas y al mundo.
Estamos hablando de esas veces que no avanzamos hacia algo que queremos porque <ya sabemos> lo que va a pasar. Es más, hasta podemos detallar ese futuro con lujo de detalles.
Una mujer con quien hablé en estos días, me comentó que trabaja en un entorno laboral tóxico al cual detesta ir y la tiene todo el día de mal humor. Aunque su pareja le sugiere una y otra vez que lo deje, ella está segura que una vez que renuncie, no va a saber qué hacer y esta situación la tiene absolutamente tomada.
Lo que proyectan sus imágenes mentales no es un escenario deseado o mejor que el actual, pero ese no es el problema, el problema es no examinar esa voz interna demasiado cómoda que asume que ella sabe lo que va a pasar y por eso es preferible no avanzar.
¿Te pasó alguna vez? ¿Te estás viendo afectada por el mismo fenómeno?
Si ese futuro que se proyecta en tu cabeza no te estimula a accionar, ¿probaste con imaginar uno que si te entusiasme y en el cual vos te veas feliz? Finalmente, ¿se trata sólo de imaginación, no?
Declararse ignorante, poder lidiar con el "no sé", es tan saludable como poderoso y aplica para cualquier cosa. Lo más curioso, derriba la falacia que nos hace creer que SABEMOS porque esta forma de pensar, nos demos cuenta o no, contiene un error en el razonamiento y es muy bueno cuestionarla.
Ejercer este punto de vista, además de hacernos más sabias, nos ayuda a transitar cualquier situación con otra disposición que la tensión y nos acerca a experiencias que nos hacen sentir contentas, asustadas, entusiasmadas, angustiadas, plenas, nerviosas, incómodas, expectantes. O sea, a aprender estando presente, sintiéndonos vivas. Es la actitud que necesitamos para transformarnos a nosotras mismas y crear nuevas realidades. El proceso es tan beneficioso que termina afilando nuestras facultades intuitivas.
En coaching ontológico la llamamos "la declaración fundamental de ignorancia". ¿Qué significa? Hacer consciente el estado de descontrol en el que transcurre la vida. Suena fuerte. Tranquila. Simplemente significa amigarse con la idea de no saber y que eso no nos paralice o nos haga sentir irresponsables. Significa actuar, aún sabiendo que no sabemos.
Esto de ninguna manera deja de lado la planificación y búsqueda de información que minimice los riesgos antes de tomar decisiones importantes. Esto habla de no cerrarnos a lo que nuestro corazón y nuestra intuición desean, por más que parezca una locura. Habla de conectarnos con ese poder creador que habita en nuestro interior y sabe lo que nos conviene, necesitamos y deseamos. Habla de decirnos a nosotras mismas, "Ok, voy a intentarlo" y, si la decisión es grande, "voy a informarme, voy a planificarlo antes de asumir que <ya sé> y decirle que no".
La fórmula es ancestral, simple y siempre la misma. Es necesario tener experiencias, rodearnos de gente y cultivar hábitos que nos la recuerden una y otra vez: soñar, hacer nuestra parte, confiar y agradecer. No sabemos cómo las cosas se van a dar, no es nuestro trabajo saberlo, nuestro trabajo es procurar algo valioso para nosotras, para nuestra vida y lanzarnos hacia ello. Con ternura, con firmeza, con entrega, aún sin saber.
* Gabriela Berta
Correntina, vivió la mitad de su vida en Buenos Aires. Enamorada de su pueblo natal desde donde intenta acomodarse en lo laboral (“volví hace poco y estoy descubriendo formas independientes e innovadoras de trabajar que me ayuden a seguir creciendo profesionalmente y me permitan tener la calidad de vida que busco”) y sueña que le vaya bien para poder brindarle el mejor futuro a su familia, cuando llegue.
Lic. En Relaciones del Trabajo ?UBA, Formación en Coaching Ontológico ? EFL
Fundadora de Tauro_ Recursos Humanos
Fundadora de Acción de Gracias, productos de taller que próximamente hará su lanzamiento.
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