A nadie le informan de esto, no hay una clase específica en los cursos previos al parto, pero de repente uno se convierte en padre y empieza a experimentar unas emociones que no entraban en el guión no escrito de su paternidad. Unas emociones y sentimientos que se desatan en cualquier momento y que muchas veces poco tienen que ver con su bebé en cuestión. Al menos aparentemente. Porque al final todo tiene que ver con ese bebé que lo cambió todo. Absolutamente todo. Incluso todo aquello que queda oculto a la vista de los demás. No os hablo aquí de los sentimientos de amor y ternura que nos despiertan nuestros bebés. Os hablo de otros sentimientos aparentemente ajenos a ellos, pero con los que están íntimamente relacionados. Su sola existencia, su llegada al mundo, los despierta. Siempre han estado ahí, sólo que hasta ahora estaban dormidos.
En mi caso, ya he reconocido varias veces que siempre he sido muy sentimental, un nostálgico empedernido, un tipo de lágrima fácil con todo aquello que es capaz de rozarme el alma. Desde que soy papá en prácticas, y pese a que noto que los dolorosos trances personales que me deparó 2014 me han endurecido, la cosa se me ha ido de las manos. Siempre que veo, leo o escucho algo emotivo vinculado a un padre o una madre en la relación con sus hijos tengo que controlarme para no ponerme a llorar de la emoción. Me pasa cada mañana cuando voy a trabajar escuchando “Levántate y Cárdenas” en Europa FM. ¿Habéis escuchado esos mensajes que dejan los hijos para que se los pongan a sus padres? Son tan bonitos, hay tanto sentimiento en ellos, dejan a los padres tan sin palabras, con un “ay” de emoción en el pecho, que a mí, que sólo soy un radioyente que escucha el programa en su coche mientras esquiva el tráfico de la capital, se me inundan los ojos con tanto amor de hijo y tengo que controlarme para no parar el tráfico en plena M30 a lágrima viva.
Luego están las películas y las series, aquellas en las que aparecen niños pequeños. Hace un par de semanas hablábamos de The Walking Dead y la verdad es que me vuelve a venir de maravilla para ejemplificaros lo que quiero decir. Hasta antes de ser padre, los bebés y niños que aparecían en pelis y series no dejaban de ser otro personaje más de la ficción. Ahora lo siguen siendo, pero no puedo evitar entrar en modo dramapapá y sufrir por ellos como si se tratase de mis hijos. Me pasa con Judith Grimes en The Walking Dead, y me ocurre lo mismo con otros bebés de la pequeña pantalla que están en peligro. La mamá jefa y yo vivimos con el corazón en un puño. Parece que el futuro de esos peques dependa de nosotros. Nos va la vida en ellos. Decidme que os pasa algo parecido o empezaré a pensar que estamos más locos de lo que teníamos asumido hasta el momento…
Y luego está la realidad, que muchas veces supera a la ficción. Siempre me dejaban en shock las noticias trágicas de padres que mataban a sus hijos, los accidentes y catástrofes que acababan con la vida de muchos menores. Hoy me siguen dejando en shock, pero de otra manera más vívida, más cercana, más consciente. Por más que lo intento, por más que me esfuerzo, soy incapaz de meterme en la piel de esos padres capaces de hacerle cualquier mal a sus hijos. Me resulta mucho más fácil hacerlo en la piel de aquellos que los pierden en un accidente, un atentado o una catástrofe natural. La vida da golpes de los que uno no se recupera nunca. También de aquellos (en el primer y el tercer mundo) que apenas pueden garantizarles un futuro a sus hijos, que sufren por darles algo de comer cada día, que ven como esta maldita sociedad los condena a la marginalidad. Me es imposible no ponerme en su lugar y en el de sus hijos. No soltar lágrimas de rabia e impotencia. No maldecir a este mundo.
Siempre he sido empático (no sé si mucho o poco, imagino que dependerá de con quien me compare) y también muy crítico con el mundo que nos rodea. La llegada de Mara no ha hecho otra cosa que acrecentar esas características que ya eran parte de mí. Me ha abierto aún más si cabe los ojos. Me ha hecho más permeable a toda información que englobe a padres e hijos. Ha desatado mis emociones. No sé si a vosotr@s os habrá pasado algo parecido…