Pero las redes sociales son pegajosas, como la tela de la araña y denotan un postureo patológico. Buscamos una aprobación continua de la comunidad, una aceptación para alcanzar el top-Social. ¿Puede volverse esto en nuestra contra?
Quizás pronto salga un nuevo modelo en psicología, un nuevo paradigma, “el síndrome del Selfie” para hacer referencia a aquellas personas que buscamos el me gusta fácil (y me incluyo), el comentario de aceptación, el que nos acuñen con un emoticono de sonrisas y aplausos.
Las estadísticas nos delatan. Subimos a facebook a razón de 4000 fotos al segundo, 80 millones de imágenes a Instagram al día. Una barbaridad.
Todo tiene sus límites, lo sabemos bien. Tenemos que controlar y enseñar a controlar a nuestros hijos ese exceso de mostrar a la comunidad parte de nuestra intimidad, ese exhibicionismo gratuito que se puede volver en contra nuestra y producir el efecto contrario al que esperamos y deseamos. Vanidad exacerbada y superficialidad. En ocasiones, la publicación de todos estos éxitos, en lugar de aplausos sinceros, van a provocar envidias y egoísmo y no la alegría por los éxitos conseguidos.
El “vídeo denuncia” que se muestra en esta entrada del blog afirma que la red enreda y que es pegajosa y que puede conducir a la frustración, a la falta de autoestima, a la depresión. En esto coinciden la mayoría de los psicólogos.
No tengo la solución, quizás, de vez en cuando, unas vacaciones digitales o un periodo sabático de desintoxicación de redes. Mi madre, una gran maestra, siempre me decía — lo poco gusta pero lo mucho cansa — Dependiendo del grado de exposición, saturación y adicción, convenga hablar con un profesional que nos ayude. Ya lo dice el proverbio: el hombre que se tiene a sí mismo como abogado tiene un tonto por cliente.
Y conviene recordar que “no es más fuerte el que no cae nunca, sino el que se levanta siempre“.