Otros días vendrán (Eduard Cortés, 2005)
Por una sola vez y sin que sirva de precedente, voy a empezar por el final. Antes de embarcarme en toda esta locura de blogger de paternidad, un servidor tenía un blog personal que actualizaba muy de tanto en tanto. En él, cuando se acercaba el fin de año, siempre me gustaba hacer cuatro recomendaciones (libros, películas, series y discos) que me habían marcado durante el año que empezaba a llegar a su fin. He decidido que podría retomarlo, aunque por esta vez voy a dejar fuera a los discos. En casa seguimos escuchando mucha música, pero apenas tenemos tiempo para pararnos a descubrir nuevos lanzamientos. Ya sabéis, la dura vida de padres…
Un libro: En la orilla, de Rafael Chirbes (Es de 2013, pero me da igual). Si habéis leído Crematorio o habéis visto la serie de ocho capítulos con la que Canal+ sacó todo el jugo de esta novela, estoy seguro de que estaréis deseando volver a sumergiros en las calles de Misent. Y si no es el caso, ya estáis tardando. Creo que es el mejor libro que me he leído en mucho, mucho, mucho tiempo.
Una serie: True Detective. Maravillosa. Sin más. Ocho capítulos. Sólo ocho. ¿Para qué más? Una obra de arte de la televisión. 8 horas para degustar a cámara lenta.
Una película: Para lo que somos la mamá jefa y un servidor, hemos visto muy poco cine. Cuesta encontrar tiempo. Y también el momento para dedicarle la atención que se merece. Entre lo poco que he visto, me quedo con Vivir es fácil con los ojos cerrados. Me emocionó la historia y me hizo irme a la cama con una sonrisa en la boca. Y no, no es que me pierda mi devoción por David Trueba.
Y después de las recomendaciones, volvamos a este post que redacto con la intención de poner un punto y final a 2014. No será un año que recuerde con cariño. Más bien todo lo contrario. Creo que nunca tuve tantas ganas de que se acabase un año. Si 2013 fue el de la llegada al mundo de Maramoto, 2014 será para siempre el año de las pérdidas. Pronto empezaron a ir mal las cosas. Y han acabado aún peor. Creo que nunca una Navidad fue tan poco Navidad en mi casa. De un año para otro dos personas faltaban en la mesa de la cena de Nochebuena. Y ese vació ya nunca lo llenará nadie. Por mucho que Mara se empeñe en sacar sonrisas a todo el mundo. Aunque por unos instantes la pequeña saltamontes consiga que todos centremos nuestra atención únicamente en ella y nos olvidemos de las penas que nos deja para siempre 2014. Las sillas vacías están ahí. Es inevitable. Y por desgracia ya no están mi tía Amparo y mi tío Ángel para ocupar su lugar. Nos quedará siempre su recuerdo. Aunque ahora, todavía, ese recuerdo duela demasiado.
Con este panorama a cuestas, tengo la sensación de que 2015 sólo puede ir a mejor. En todos los sentidos. Espero que la salud nos respete. Y a partir de esa base empezar a cimentar un año que sepulte las desgracias de 2014 y convierta todas las desdichas del año que dejamos atrás en alegrías. De momento a nivel laboral empezamos bien. El 7 de enero vuelvo al ruedo en un trabajo que me motiva y me transmite buenas vibraciones. Y puede que, a la vez, empiece a colaborar de forma puntual con reportajes y entrevistas en una revista de fútbol que admiro y en la que jamás soñé ver escrito mi nombre. Y, por supuesto, seguiremos dedicándole muchas horas a Tacatá Comunicación, nuestro gran proyecto familiar de futuro. 2015 desprende ilusión en este sentido.
Como blogger, aspiro a sacar tiempo para mantener con vida este espacio. Me supone mucho trabajo, pero compensa con creces por las alegrías que me da. En forma de amig@s virtuales: Qué lujo conocer a tantos papás y mamás molones, compartir nuestras alegrías y nuestras penas, sentirse parte de algo muy grande. Y en forma de oportunidades: Para 2015 ya me han invitado a participar en dos mesas redondas con muy buena pinta y puede que próximamente cierre una colaboración que me fascina. Pero no quiero adelantar nada, que dicen que da mala suerte. Así que tiempo al tiempo. Os iré contando.
Y como papá en prácticas espero seguir aprendiendo. Y también disfrutando mucho junto a la mamá jefa con cada uno de los avances y ocurrencias de nuestra pequeña saltamontes. Ella es nuestra fuente de alegrías. Nuestra mejor decisión. Un rayo de luz permanente que nos alumbra el camino, incluso cuando parece que es imposible escapar de la oscuridad. Sé que también voy a sufrir, y a pasar sueño, y a necesitar mil dosis de paciencia. Pero qué demonios, aunque a veces se haga duro, imagino que en la mezcla de todo ello radica la magia de la paternidad. A veces pienso que si todo fuese un camino de rosas, no tendríamos la capacidad de apreciar esos instantes y pequeños detalles mágicos que nos brinda cada día esta maravillosa experiencia vital.
Así que sí, quiero ser optimista y afrontar con ilusión y energías renovadas la llegada de 2015. Sé que después de días de oscuridad, el sol siempre vuelve a brillar. Primero quizás con timidez. Luego con toda su fuerza. Sé que más allá de la tormenta, otros días vendrán.
Feliz 2015, compañer@s. Mis mejores deseos para todos vosotr@s.