Hoy tengo el placer de regalaros unas palabras del experto en educación José Carlos Aranda, autor de “Inteligencia Natural“, un libro sencillo pero muy intenso, fácil de leer, que muestra métodos eficaces para potenciar el talento natural de los más pequeños (desde el embarazo hasta los 12 años). Es por eso que lo considero imprescindible para todos aquellos que estéis leyendo esta entrevista y que demostráis el máximo interés en “potenciar lo mejor de los seres humanos más maravillosos (y complejos) del universo“.
Jose Carlos es miembro de la Real Academia de Ciencia, Bellas Artes y Nobles Artes de Córdoba, Doctor en Filología Hispánica, profesor de Lengua y Literatura, con amplios conocimientos en Psicobiología y Neurobiología. Le conocí tras ver su participación en el programa de Cuarto Milenio, en un debate titulado “Educastración“, el cual fue seguido por más de un millón de personas y puso en pie a las redes sociales. A los pocos días me hice con su último libro, Inteligencia Natural y, desde entonces, me hice su seguidora incondicional.
Tras ponerme en contacto con él, no dudó ni un momento en aceptar la entrevista que le propuse para Maestra de Corazón, por lo que, a continuación os hago llegar sus sabias palabras. Os transcribo la presentación que me hizo llegar, en el que él mismo elabora su propio “retrato” esbozado con motivo de su ingreso en la Real Academia de Córdoba.
A continuación os encontraréis las preguntas que preparé para esta entrevista. Es bastante extensa, pero no quería guardarme nada para mí, sino haceros llegar sus respuestas tal y como él me las contestó. Os tomará unos minutos de vuestro tiempo, pero os aseguro que será una inversión en la educación de vuestros hijos y en la de vosotros como padres y/o educadores.
Presentación de José Carlos Aranda Aguilar:
“Un currículum profesional es algo muy frío. Y no sé qué quiero que digas de mí, excepto que te caigo bien porque sí, y soy alguien en quien confías, lo cual sería para mí un elogio. Lo siento, tendrás que elaborar un poquito tu discurso dentro del formalismo apropiado al acto, yo no sirvo.
Sí te diré que en mi perfil me defino como un ?apasionado de la didáctica de la vida y de la lengua?, creo que lo más importante es ser feliz y procurar la felicidad de quienes te rodean. Mi mayor logro, como el de muchos de nosotros desde nuestra humildad, es la familia, auténtico fruto de una labor tranquila y constante inspirada en el amor.
Lo demás es una insana curiosidad por todo.
Poco después de empezar mi desarrollo profesional como profesor comprendí que no era un filólogo, sino un docente. Que debía añadir a mi vocación por la lengua y la literatura, el amor por la educación. Que no importaba tanto lo que yo supiera como aquello que era capaz de transmitir, y lo que aquellos que me eran confiados eran capaces de asimilar. Y que lo mejor que podía transmitir era la curiosidad y el amor al conocimiento. Es decir, comprendí con vértigo que debía convertirme en un maestro.
Desde entonces, la filología y la educación han sido mis grandes pasiones. Y lo han sido con tal intensidad que aún las mantengo hoy después de más de treinta años. Sigo leyendo y escribiendo porque hoy más que nunca sé cuánto queda por decir y cuánto importa cómo se diga, la urgencia de acercar el conocimiento a los demás. Sigo vistiendo una sonrisa cada día al entrar en clase, porque ellos se merecen la mejor versión de mí mismo. Porque solo así puedo aspirar a que me ofrezcan la mejor versión de sí mismos.
Lo demás, el curriculum, no es más que la constatación de un proceso. El trabajo mantenido va dando frutos a lo largo de la vida, títulos, oposiciones, trabajos, conferencias, entrevistas, publicaciones son como las huellas que va dejando la vida a su paso.
Sabes, y así te consta, que no me considero digno de estar en la Academia cuando aquellos que fuisteis mis profesores y maestros estáis ahí. Si he aceptado es por respeto a vosotros y a la confianza que depositasteis en mí con vuestra propuesta. Vosotros, desde vuestra perspectiva, sabréis lo que hacéis”.
Carta enviada a D. Joaquín Criado, Director de la RAC, marzo de 2014
Entrevista a José Carlos Aranda Aguilar, para Maestra de Corazon:
BP: ¿Podría explicarnos brevemente, en qué consiste el método que explica en su libro ?Inteligencia Natural??
JCAA: Antes de iniciar un viaje debemos preguntarnos dónde vamos. La respuesta a esa pregunta va a condicionarlo todo, entre otras cuestiones, el itinerario. No llega antes quien más corre, sino quien sabe adonde va. Mi respuesta a esta pregunta es sencilla: quiero educar niños capaces de ser felices en la vida. La segunda pregunta es cómo lograrlo. Para ello fijemos nuestra atención en las inteligencias clave para el éxito en la vida: cognitiva, emocional, social y moral. Todos nosotros avanzamos cuando nos sentimos motivados, es decir, cuando nos mueven las emociones para enfrentar la realidad y superar los problemas que se nos plantean. El eje sobre el que gravita el crecimiento es la autoestima y esta se afianza en el seno familiar desde el nacimiento. A partir de ahí, nuestra mente se sitúa en modo aprendizaje para asimilar y dominar las dificultades del día a día en todos los ámbitos: relación con los padres y los hermanos, relación con los compañeros, aprendizaje escolar, desarrollo de habilidades motoras? Pero cada una de estas inteligencias tiene un tiempo de maduración cerebral y van implementándose paulatinamente. Podemos fracasar, menoscabar la autoestima del niño si pretendemos resultados para los que su mente o su cuerpo no están preparados, de ahí la enorme importancia de conocer y aprender cómo van desarrollándose, qué cabe esperar en cada edad, cómo motivarlos en cada instante, cómo actuar frente a las dificultades propias de cada etapa ?andar, hablar, control de esfínteres, relación con los demás, hábitos?-. Es tremendamente importante, por ejemplo, no ceder en la fase de apego infantil ?de los 6 meses al año y medio aproximadamente- a la exclusividad, a que el niño exija para sí toda la atención de su persona de referencia porque le proporcionaríamos una imagen distorsionada de sí mismo en relación al conjunto. Estaríamos perjudicando su integración social futura, su capacidad de aplazamiento de la recompensa. Pocos padres saben esto y maleducan por un amor mal entendido y exceso de celo, de atención. El niño debe aprender que forma parte de la familia, de un grupo humano, pero que no es el centro del grupo y tiene que adaptarse.
Se presta mucha atención al desarrollo físico del niño, pero muy poca al desarrollo emocional, social y moral en el crecimiento. El cambio de perfil de las familias actuales, una enorme cantidad de mensajes contradictorios, la dejación de la educación como algo exclusivo o propios de los centros educativos, están generando todo tipo de problemas. Inteligencia natural procura la educación integral desde la autoestima y el conocimiento devolviendo a las familias el papel que le es propio. Cada niño tiene su tiempo de maduración dependiendo de su genética y de su ambiente, nadie mejor que nosotros para observar su evolución y procurar los estímulos que en cada momento requiera para lograr los mejores resultados. De esto se trata.
BP: ¿Cómo se está recibiendo su libro entre padres y educadores, se preocupan lo suficiente por este tema?
El libro ha tenido muy buena acogida. De hecho ya estamos preparando una nueva edición y ha despertado la atención de algunos países. Los destinatarios son, en efecto, las familias y los educadores y las reseñas y comentarios son todos muy positivos. Hoy, un año después de su publicación, puedo afirmar que ha suscitado un enorme interés. Gracias a él he entrado en contacto con muchísimos profesionales que están tratando de cambiar, de hacer cosas diferentes, que entienden que el sistema como tal no funciona, que están buscando ideas nuevas y desarrollando nuevos proyectos. Luego sí hay preocupación, una gran preocupación y un movimiento cada vez más nítido hacia una humanización de la educación.
BP: En su libro nos habla de 4 tipos de inteligencia: inteligencia cognitiva, emocional, social y moral. ¿Cómo las describiría y cómo pueden trabajarse? ¿Cómo influirá su desarrollo en los adultos del mañana?
JCAA: El principio básico del desarrollo es la inteligencia emocional. Cuando un niño está tranquilo, su mente juega con la curiosidad que lo lleva a explorar, a aprender, a superar dificultades; cuando siente miedo, se retrae y su mente se coloca en modo autodefensa. Ahora bien, la inteligencia emocional es mucho más que la autoestima, consiste en ser consciente de la emociones que uno siente y que sienten los demás, y ser capaz de gestionar esas emociones para que construyan en nuestra vida. Se empieza a desarrollar desde que al nacer se abraza al niño, se le da el pecho, se le canta una nana; desde que a los cuatro meses, una madre se inclina sobre la cuna y le habla a su hijo acercando la cabeza y sonriendo. Inteligencia natural no trata de métodos revolucionarios con nombres ingleses, sino de los hábitos que en el día a día contribuyen al desarrollo de las inteligencias con consejos tan sencillos como el que te acabo de dar. Me sorprende que no se hable de las emociones en positivo porque todas son necesarias. Hay niños que nacen con una rara enfermedad neurológica: sin capacidad de sentir dolor. Nacen condenados a muerte, su cuerpo no les avisa del peligro, pueden masticar su propia lengua o sacarse un ojo, o desangrarse. Si un niño naciera incapaz de sentir miedo, el resultado sería muy parecido. De ahí la importancia de hablar y educar las emociones, conocerlas, gestionarlas, amarlas.
No es tan importante que un niño sea médico como que se quiera a sí mismo y sea capaz de querer y comprender a los demás, sentir empatía, que la ira no lo domine, que sea capaz de encontrar automotivación para superarse, que no permita que la melancolía o la pesadumbre conquisten sus espacios? Esto influirá más en su capacidad de ser feliz que los estudios o el trabajo que realice en el futuro.
La inteligencia cognitiva está muy vinculada al aprendizaje escolar, es la capacidad de comprender, asimilar conocimientos, expresarlos. Pero la puerta la tenemos en un buen aprendizaje lingüístico, no podemos enseñar geografía o matemáticas, dibujo o manualidades si no es explicando a través de palabras. Un buen dominio de la lengua nos permitirá unos buenos resultados escolares y una mejor capacidad de comunicación, no solo con el exterior, sino con nosotros mismos. Algo tan sencillo como leerle a un niño diez minutos antes de dormir multiplica por tres su capacidad de aprendizaje a los cuatro años. En Inteligencia natural lo recomiendo junto con otros consejos, hoy me sorprende gratamente que sea una consigna dada a los pediatras estadounidenses para que la trasladen a las familias.
La inteligencia social implica la capacidad de los niños de desenvolverse en un grupo humano, de poner en valor su ser junto a los demás y frente a los demás. Una persona con facilidad de relación, que no le dé miedo hablar en público, expresar su opinión, gestionar conflictos con sus compañeros, conocer y aplicar las normas, multiplica sus posibilidades de éxito. Algo tan sencillo como jugar al parchís en familia enseña que hay unas normas que hay que cumplir, que jugamos para divertirnos, que no hay que humillar a quien pierde ni hay que envidiar al que gana, que en el juego todos ganamos. Un juego como el ajedrez, por ejemplo, puede desarrollar algo tan importante como la asertividad si se aplica como se indica en el método. El primer grupo social en el que el niño debe integrarse, es la familia y es ahí donde vamos a sentar las bases.
En cuanto a la inteligencia moral, es nuestra capacidad de elegir los motivos que nos mueven a la acción. Existen etapas premorales, hasta los cinco años, donde nos movemos por instintos primarios; desde la implantación de la noción temporal comenzamos a jugar con otras motivaciones que obedecen también a estadios de evolución que conviene conocer. Todos atravesamos el periodo de la regla inquebrantable ?te invito a mi fiesta si tú me has invitado, por ejemplo-, también por el periodo de ?agradar a los demás? durante la pubertad, para pasar al periodo ?egoísta? durante la adolescencia. Pero conviene superar este último estadio para que nuestra mente logre la automotivación superando el interés propio en beneficio de lo que es justo para el conjunto. La felicidad está en estos últimos estadios, quien se queda instalado en el egoísmo no puede crecer sobre la infelicidad ajena. Muchos padres sufren porque su hijo es egoísta o porque depende mucho del grupo, se relajarían si supieran que son etapas necesarias en el crecimiento de la personalidad. Si no educamos la inteligencia moral tendremos, sencillamente, delincuentes brillantes, pero no personas felices.
Si queremos educar niños felices tendremos que estar atentos al equilibrio necesario entre las distintas inteligencias. Hoy nos ocupamos muchísimo del motor del coche, de que tenga una buena cilindrada, mucha potencia ?inteligencia cognitiva-, pero nos olvidamos de que por mucho motor que tenga no llegará a ninguna parte si el conductor no sabe adónde ir y por qué quiere ir allí ?inteligencia moral-, tampoco nos ocupamos de una buena amortiguación y unos buenos neumáticos que pongan el vehículo en contacto con la realidad, con la carretera ?inteligencia social-, ni nos preocupa tanto el sistema eléctrico que tiene que transmitir todas las instrucciones de forma adecuada ?inteligencia emocional-. Si no atendemos al conjunto, ¿qué vehículo estaríamos construyendo? Por eso defiendo el necesario equilibrio en armonía del conjunto en el desarrollo de la personalidad. Fácil, ¿verdad?
BP: ¿Cree que el sistema educativo que tenemos actualmente fomenta el desarrollo de estas inteligencias? ¿Hay algo que considera que deba cambiarse?
JCAA: Creo que no. Se habla de competencias, pero se evalúan conocimientos por muchas casillas que nos hagan rellenar. Y esto no es solo un problema de la escuela, también lo es de las familias. Cualquier padre acepta un suspenso en matemáticas porque el niño no sabe sumar, pero ¿qué padre aceptaría un suspenso en habilidades sociales? A mí me preocupa relativamente un suspenso en matemáticas porque el niño no ha aprendido a sumar; cualquier academia, una buena adaptación, un profesor particular, podría corregir el problema en quince días. Pero, ¿cómo corregimos la dificultad para controlar la ira o la incapacidad de relacionarse con otros niños? Estos dos sí son problemas porque ¿dónde o cómo podemos ayudar a nuestros hijos en este sentido?
Por otra parte, el sistema es rígido. Todos los niños deben adquirir los mismos niveles con la misma edad. Esto es otro grave error cuando sabemos que el proceso de maduración de los niños es muy diferente, lo que no implica que unos sean más inteligentes que otros. El problema es que los marcamos con el sello de fracaso y generamos la famosa ?promesa autocumplida?. No solo las capacidades son diferentes, también los intereses y la mecánica de aproximación al conocimiento. Algunos métodos van en esta línea, el de María Montessori, por ejemplo. Para educar hay que escuchar a cada persona y ofrecer los estímulos adecuados a cada instante. Y eso no se hace por falta de preparación, falta de medios, falta de tiempo, falta de convicción.
Evidentemente, mucho se habría que cambiar, empezando por la ?manía? de que los niños se comporten como adultos. Un niño de tres años tiene que estar jugando y explorando, exigirle que esté cuatro o cinco horas sentado en una silla es antinatural. Cuando le damos una pastilla, luego, porque no se está quieto, estamos matando su infancia. La capacidad de concentración se adquiere progresivamente, los tiempos de concentración estática deberían prologarse de forma muy paulatina primando en la primera infancia la actividad física y la exploración permanente usando estímulos adecuados ?auditivos, visuales, táctiles, olfativos?-. Y esto solo para empezar, pero me consta que ya hay centros, muchos, trabajando en esta línea. A todos ellos mi enhorabuena. A partir de ahí, podríamos seguir avanzando. Simplemente recordad que si el niño está tranquilo y es feliz, su curiosidad innata lo llevará al aprendizaje. Las emociones son la puerta del conocimiento cuando hay un buen maestro capaz de canalizarlas.
BP: Como sabe, este blog trata sobre todo de la educación emocional. Recomiendo el artículo ?INTELIGENCIA EMOCIONAL Y EDUCACIÓN“, en su página web, en el que expone su opinión al respecto. ¿Por qué cree que la gente confunde educación emocional con ?evitar que el niño sufra a toda costa y se traumatice??
JCAA: A lo largo de mi vida de docente he pasado de la instrucción más clásica a la instrucción más permisiva. De mis inicios en que un padre te decía: ?Si tiene usted que darle una torta, sin problemas? a una educación en que los niños solo tienen derechos pero jamás se les habla de obligaciones. En que los niños no pueden suspender. Esta es una frase que ha hecho mucho daño: ?El niño se traumatiza?. No podemos educar desde la violencia ni el miedo, pero tampoco podemos tener a un niño entre algodones porque le impedimos el crecimiento personal, la capacidad de enfrentarse a problemas y resolverlos por sí mismo. De ello depende su autonomía y su supervivencia. En la vida es importante triunfar y fracasar, no podemos evitar que nuestros hijos experimenten situaciones duras o dolorosas porque forman parte del proceso de crecimiento: siempre habrá alguien más fuerte que tú, con mejores notas, mejor deportista, más guapo? Esa es la realidad con la que vivimos el día a día. De nosotros depende que ellos entiendan los contratiempos como ?fracasos? y se sientan fracasados, o que los entiendan como ?situaciones habituales? que solo hay que aprender a gestionar, a superar, y, a veces, a vivir con ellas porque forman parte de ti. A esto se le llama ?resiliencia?, a nuestra capacidad de recuperar nuestro estado de ánimo positivo después de un contratiempo. Y, curiosamente, es una de las habilidades que hoy buscan las empresas de contratación en las entrevistas de trabajo, ¿por qué será?
Pensemos ahora en la ilusión que nos hace ver a nuestro hijo andar, correr. Imaginemos que aplicáramos la misma política en el aspecto físico que en el emocional. El resultado sería que por miedo o precaución llevaríamos siempre a nuestro hijo en brazos o en cochecito para estar seguros de que nada ni nadie le hiciera daño. Pero la consecuencia sería que sus músculos y su sentido del equilibrio no se desarrollarían, no aprendería a caminar. Cuando lo dejáramos de pie en el suelo, sentiría pánico porque, además, le habríamos inoculado nuestro propio miedo. Nos pediría que lo volviéramos a coger en brazos. Nosotros volveríamos a consentir generando un círculo vicioso cuya consecuencia sería desastrosa para nuestro hijo. En educación es necesario asumir riesgos proporcionales, contratiempos, frustraciones, porque forman parte de la vida y nos ayudan a conquistar nuestra autonomía.
BP: Me llama la atención un dato recogido en su libro, en el que habla de un aumento del 600% de niños diagnosticados con TDAH. ¿A qué cree que es debido este dato tan llamativo? ¿Qué consejo le daría a los padres y educadores de niños con este trastorno?
JCAA: Un amigo me comentó que le habían recomendado en el Centro de Educación Infantil que llevara el niño al médico porque creían observar síntomas propios de TDAH. Le pregunté cuántos años tenía su hijo y me dijo que 4. ¿Qué indicios han observado? ?Cuando completa dos fichas, se ralentiza y no hace ya la tercera ni sigue el ritmo de sus compañeros. Parece que no atiende a las instrucciones??. Pero con el padre sí que hacía puzles en casa y rellenaba fichas. El niño ya había empezado a no querer ir al colegio y la situación se acabó de torcer cuando un día lo castigaron sin recreo y sin merienda de cumpleaños por no haber acabado sus fichas a tiempo. El no acabar sus fichas a tiempo puede obedecer a muchas causas, entre ellas el aburrimiento cuando el niño domina ya una actividad concreta. Yo entendí que el problema era demasiadas horas sentado en tareas repetitivas y poco estimulantes para un niño inteligente. Aconsejé al padre que lo cambiara de centro. Lo hizo y el niño cambió completamente, hoy va feliz al colegio y saca una notas extraordinarias.
Mi consejo es que analicen muy bien las posibles causas del comportamiento de su hijo en relación a la vida familiar y escolar. Que actúen tratando de cambiar hábitos y procedimientos en casa y coordinándose con la escuela. Solo después, si observamos que el niño presenta síntomas graves, acudir a la consulta de un profesional y no aceptar medicar al niño salvo casos extremísimos.
BP: Últimamente le hemos visto a menudo en programas de televisión. El debate ?Educastración?, en el programa ?Cuarto Milenio? ha tenido gran repercusión y ha obtenido muy buena respuesta por parte de los espectadores. ¿Cree que la población comienza a darse cuenta de que algo falla en la forma en la que estamos educando a los niños?
JCAA: Creo que el público responde cuando ve ideas claras. Todos sabemos que algo va mal, pero pocos sabemos identificar las causas porque nos falta perspectiva. Cuando escuchamos nuestras inquietudes expresadas en palabras, respondemos. Esto fue lo que pasó con Cuarto Milenio. Muchas familias y profesionales de la educación se vieron reflejados en el planteamiento de un programa serio donde se habló de educación sin contaminar el tema con ideologías, políticas ni otros intereses que no fueran el bien del propio niño. La audiencia y la repercusión del programa son indicativos claros del interés social por el tema. Sí, algo está cambiando, y tenemos que impulsar ese cambio en el espíritu por el bien de los niños que construirán el mundo del mañana.
BP: ¿Hacia dónde se dirige la educación? ¿Podemos ser optimistas?
JCAA: Vivimos en una época de grandes cambios. En los últimos 50 años hemos avanzado más que los mil años anteriores. Decir hacia dónde va la educación es jugar a ser profeta y no lo soy. Sí puedo darte mi impresión personal: el concepto de educación está cambiando y este cambio es necesario por la instrumentalización mercantilista del sistema educativo enfocado a ?formar universitarios? en lugar de ?formar personas útiles a sí mismas y a la sociedad?. Pero me preocupa la famosa ley del péndulo, el que pasemos de un sistema basado exclusivamente en la instrucción académica a otro que confunda lo ?emocional? con un buenismo mal entendido y se rebajen las expectativas de aprendizaje y de esfuerzo. No todo lo anterior es malo ni es bueno todo lo que está por venir, la cuestión es si seremos capaces de mantener el equilibrio y el sentido común.
Y, sí, podemos ser optimistas no con el sistema ?no creo en los sistemas impuestos desde Delegaciones y Gobiernos- sino con las personas. Yo no puedo cambiar las leyes educativas, ni las familias, pero sí puedo cambiar yo y cambiar mi realidad, y a través de esa ?reeducación? procurar ofrecer a esos niños lo mejor de mí mismo cada día. Eso cambia mi realidad y la suya, cambia nuestro entorno. Y en ese uno más uno, creo firmemente que cada vez somos más los que sumamos, como demuestra tu interés y esta entrevista. Porque creo en las personas, soy optimista.
BP: Por favor, envíe un mensajes para nuestros lectores y para todos los que son o serán padres.
JCAA: En Inteligencia natural lanzo una idea muy sencilla que querría trasladar: ?Educar es fácil, también es inevitable?. Es fácil porque educamos continuamente lo queramos o no, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, y lo hacemos a través de nuestros actos. Por eso también es inevitable. Otra cosa es educar bien. Pero no hay otra forma de educar bien que ?educarnos para educar?, saber qué queremos conseguir y cómo podemos conseguirlo. Todos nos equivocamos, pero el error más grave es no intentarlo. Este libro ayuda a comprender qué, cómo y cuándo, pero también nos lleva de la mano por un recorrido de nuestra propia infancia para hacernos comprender algunas de las claves de nuestra personalidad. El bien que puedas hacer a un niño se extenderá en el futuro hacia el infinito y no hay mejor regalo para la vida que un bello recuerdo en la infancia.
Y esto ha sido todo. No dudéis en adquirir su libro, Inteligencia Natural, os aseguro que tanto vosotros, como vuestros hijos (los de hoy y los del mañana), lo agradeceréis. Os dejo aquí el enlace. Solo me queda decir, muchísimas gracias, José Carlos.