Las causas de la obesidad infantil son multifactoriales: Poca actividad física, actividades lúdicas sedentarias, aumento del consumo de alimentos ultra procesados o precocinados, alto ritmo de vida familiar, facilidad de adquisición de productos no saludables, factores genéticos o hereditarios, etc. Desgraciadamente no podemos controlar todos estos factores, pero si queremos trabajar para mejorar la salud de los más pequeños nos será útil identificar en qué áreas sí podemos intervenir y cómo lo podemos hacer.
A continuación os damos algunos consejos para crear o mantener hábitos saludables en familia:
– Hacerles participar: Involucrar a los hijos en la compra, conservación y preparación de la comida es una muy buena manera de enseñar a elegir de forma saludable, almacenar y cocinar los alimentos. Además, si los niños sienten que forman parte de todo este proceso es más probable que tengan curiosidad por probar aquellos platos que han ayudado a preparar.
– Crear un ambiente alimentario saludable: Debemos tener en cuenta que para los más pequeños, lo que se hace en casa es el punto más importante de referencia que ellos tienen de lo que es adecuado. Por lo tanto, es muy importante que en casa haya siempre alimentos saludables a su alcance. Si los niños se acostumbran, por ejemplo, a tener siempre disponible un bol con fruta, será mucho más fácil que opten por coger una pieza cuando tengan hambre.
– No poner etiquetas a los alimentos: Hablar de alimentos buenos y malos a los niños a la larga puede favorecer la aparición de sentimientos de culpabilidad y puede afectar también al disfrute a la hora de comer. Es mucho más aconsejable asegurarnos de ofrecer alimentos saludables en casa y hablar de los alimentos utilizando términos como: “me gusta o no me gusta”, “me apetece o no”, “me sienta bien o mal” , etc.
– No castigar ni premiar: Es muy importante no utilizar los alimentos para eliminar o reforzar comportamientos de los niños. La comida no debe convertirse en moneda de cambio de ningún tipo de conducta ni debe servir para castigar. Dar, por ejemplo, un helado a un niño porque ha hecho algo que queremos que repita o castigarlo sin postre o con un plato de verdura cuando no ha hecho los deberes es una mala estrategia. No sólo no resultará efectivo a la hora de favorecer o corregir un comportamiento, sino que además conseguiremos dar valor negativo o positivo a los alimentos, consiguiendo el efecto no deseado que hemos comentado en el apartado anterior.
– Dar a las comidas la importancia que merecen: Aunque hoy día para muchas familias es complicado coincidir todos en la mesa, resulta muy beneficioso compartir al menos una comida al día en familia. Es importante que desde pequeños nos acostumbremos a hacer espacio a las comidas y a detener nuestras actividades para reunirnos en la mesa sin distracciones, como por ejemplo los teléfonos móviles. Comer despacio y disfrutando de los alimentos mientras charlamos de lo que nos depara el día o sobre cómo nos ha ido la jornada fomenta la comunicación familiar y es un buen momento para educar en el ejemplo.
– Tener un comportamiento saludable en general: Los hábitos saludables no sólo tienen que ver con lo que comemos, sino que incluyen también aspectos como la actividad física, el tiempo dedicado al juego, las rutinas de dormir o las relaciones sociales. Llevar una vida activa con nuestros hijos, fomentar el juego dentro y fuera de casa, disfrutar de excursiones al aire libre, fomentar las relaciones sociales y mantener unas buenas rutinas de sueño son algunas de las recomendaciones que favorecerán la construcción de unos buenos hábitos de salud.
En definitiva, si generamos un ambiente saludable en casa, damos un buen ejemplo en la mesa, mantenemos un estilo de vida activo, no utilizamos la comida para premiar o castigar ni para calmar emociones y hacemos partícipes a los niños del proceso de compra y cocinado de los alimentos, estaremos trabajando de forma activa en la construcción de valores y hábitos saludables de los más pequeños.
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