Hay noticias buenas, que dan alegría, te abrazan el corazón y generalmente son motivos para seguir adelante con mas ganas que nunca.
Hay noticias malas, que dan pesar, que te arrugan el alma y además de dejar una mal sabor de boca te dejan angustiada y a veces con mucho temor, por ejemplo un diagnóstico médico con mal pronóstico, eso si que da miedo y es una mala noticia.
La semana pasada descubrí que hay otro tipo de noticias personales que te dejan un luto muy dentro, para no entrar mas en detalles, estuve un domingo con mis adorados tíos abuelos, esa no es la mala noticia, al contrario, es maravilloso verlos y poder compartir un rato de anécdotas de vida familiar. Todo iba muy bien hasta que la platica fue tomando otro curso de recuerdos y es ahí donde yo me entere de situaciones que ocurrieron hace mas de cincuenta años, dos historias tristes de dos personas que han sido pilares para que yo este aquí escribiendo y que lamentablemente ya volaron al cielo.
Una crece pensando que sabe todo lo referente a la familia y oh sorpresa! No es así.
Hoy por hoy y después de lo escuchado me explico muchas cosas, muchas situaciones que pensé se habían dado por otros motivos.
Esas son las noticias nuevas/viejas, que ya pasaron, que se han olvidado, que no se conocen y que quienes las vivieron ya no están y aún así dañan el corazón.
Me he quedado triste y sin dormir, es como un luto, personas queridas a las que no juzgo porque no soy nadie para hacerlo, pero que se me han venido abajo y otras que por el gran amor que les profeso me duele que lo vivieran, son sentimientos encontrados y nuevos que no son fáciles de procesar.
A los 40 me encontré vulnerable ante hechos que no fueron en mi tiempo, yo ni siquiera existía, descubro una parte de mi que lamenta un pasado que no me pertenece pero al que me siento muy arraigada, descubro que nadie es perfecto, menos yo y también me sorprende que a estas alturas de mi vida me encuentre emocionalmente tan triste por actos que aun, no alcanzo a comprender.