En muchísimas referencias que hablan de la historia del parto a lo largo de los siglos siempre aparece una cita bíblica que se ha convertido en algún momento incluso en letanía: "Parirás a tus hijos con dolor" (Génesis 3:16). La cita en cuestión alude al castigo que recayó sobre nuestra primera madre por haber desobedecido la orden de tomar una manzana del árbol prohibido del paraíso.
A partir de entonces y hasta nuestros días, el parto, así como muchas otras características de la naturaleza femenina se han entendido como castigos por nuestro mal comportamiento, o más bien, por el mal comportamiento de aquella Eva cuya culpa y castigo se hicieron extensivos al resto de nosotras.
Durante siglos, los días de la menstruación se consideraban impuros y la mujer debía permanecer relegada de la comunidad. También impuros eran los días posteriores al nacimiento de un hijo por lo que debían permanecer semanas recluidas; más si lo ha habían traído al mundo era una niña, doble impureza, deberían pensar.
Incluso una mujer embarazada, a la que su cuerpo le crecía de manera misteriosa era mirada con extraños ojos y en ciertos momentos de la historia se evitaba nombrar al embarazo como tal y denominarlo con el eufemismo de "estado de buena esperanza".
Me parece terrible pensar que muchas mujeres no sólo han sufrido el dolor, la angustia y la incomodidad que puede suponer nuestra fisiología natural sino que encima lo han sufrido con un sentimiento de culpabilidad.
Es cierto que parir es un tránsito doloroso. Pero también fantástico. Es un cóctel explosivo de sentimientos que las mujeres, creo, que tenemos la suerte, y no la desgracia de experimentar.
Ser madre es algo indescriptible. Una vez una persona a la que amo, quiero y respeto me dijo que nosotras, las mujeres, experimentamos algo que ellos, los hombres, nunca podrían ni tan siquiera imaginarse. Llevar una vida en nuestro interior, sentirla y darle el aliento vital. Vincularnos a un ser no sólo sentimentalmente sino también físicamente. Eso yo creo que es más un don que un castigo. Aunque en el proceso el sufrimiento esté presente.
Hace poco, leyendo el fantástico libro de Cira Crespo y que recomiendo siempre que puedo, Maternalias, abordaba la posibilidad de que el texto bíblico al que aludía al principio hubiera sufrido un pequeño error de traducción. Según Erri de Luca, un escritor y traductor italiano, el término hebreo que se utiliza en la famosa frase no debería traducirse como "dolor" sino como "esfuerzo". Según de Luca, los antiguos traductores bíblicos se dejaron llevar por su misoginia y denigraron el trabajo de Eva en el parto.
Estas palabras me han dado qué pensar. Creo que, efectivamente, lo que nos dice el Génesis es una constatación de la realidad. Sí. Las mujeres parimos con dolor. Pero no porque sea un castigo. Sino porque es así por naturaleza. La utilización de esta parte de la Biblia por muchos hombres (y mujeres) afectados de misoginia aguda a lo largo de los siglos ha hecho creer al mundo que parimos con dolor porque nos lo merecemos.
Igual que filósofos y pensadores, como el gran Aristóteles, se empeñaban en aseverar que las mujeres éramos un "mal menor" en el mundo, a lo largo de los siglos se nos ha hecho creer, sea por la vía de la religión o por cualquier otra, que éramos inferiores, una amenaza o algo peligroso.
Las mujeres somos simplemente eso, mujeres. El complemento perfecto del hombre. Ni mejores ni peores. Cada uno con su naturaleza. Cada uno con sus defectos y sus virtudes. Para mí, parir no es un defecto, es un fantástica virtud.
Fuentes:
Maternalias, Cira Crespo
Diosas, rameras, esposas y esclavas, Sarah B. Pomeroy