No sabría decir cuál es la diferencia de edad ideal entre hermanos, porque supongo que depende mucho de las circunstancias y de loa personalidad de cada niño. En nuestro caso, los tres años que se llevan no suponen un gran salto, y a estas alturas, salvo las diferencias obvias, van muy a la par, tienen una relación estupenda, son uña y carne.
Es por eso que son muchos los momentos en los que me veo obligada a mediar. Seguramente más de los que quisiera, y parece que esto solo acaba de empezar.
Una de las situaciones problemáticas, por ejemplo, es cuando los dos me quieren en exclusiva, esto es, cuando quieren estar conmigo sin que esté el otro. No puedo dividirme en dos como hubiera hecho el sabio Salomón, ni puedo rechazar a uno en detrimento de otro. Tampoco acabo de ver lo de establecer turnos de uso (me imagino como si fuera la charcutería del super, sacando número en la turnomatic, ¡qué mal!), así que hay veces que se masca la tragedia cuando los dos quieren estar conmigo sin que el otro moleste.
¿Y cómo lo hago? Pues intento entretener a uno mientras dejo que el otro me disfrute un ratito en exclusiva, y viceversa. Uso mis trucos de malamadre atrayendo su atención con aquello que se que no van a rechazar de ninguna de las maneras (galletas de chocolate, su peli favorita, la tablet...) y así mientras a uno le doy el capricho material, al otro le puedo dar el emocional.
Creedme que es complicado. Iván es generoso y me comparte, de hecho el es de abrazos en grupo, de mantener a la familia unida, y no le importa que su hermana se una al momento pegajoso. Pero la peque es harina de otro costal, ella es de las de "mamá es mía" y pobre de quién se acerque, que me defiende con uñas y dientes y patalea lo que haga falta para ahuyentar al acoplado (ya sea su hermano o el gato).
Hay veces que directamente digo que haya paz y que compartan, les ofrezco lo que yo llamo "el hueco de cada uno" y, como si fuera una gallina con sus polluelos bajo el ala, me veo en el sofá con uno a cada lado de mi cuerpo y yo abrazándolos. Obvio, tengo menos movilidad que Tutankamon momificado, pero al menos logro que cada uno tenga su trocito de mi sin hacer de menos al otro.
Lo más curioso es que además, cuando también está papá con nosotros, no lo quieren ni en pintura. Los dos siempre con mamá, ya sea en casa o en la calle, y eso no me deja tiempo ni espacio físico propio. Y nuestro momento sofá se visualiza tal que así: yo en la chaiselongue con los dos peques sobre mi y los gatos flanqueándome, y papá en el otro extremo estirado, desestresado y con libertad total de espacio y movimiento. Aunque reconozco que, pese a no poder mover ni una pestaña, no me cambio por él ni por todo el oro del mundo.
Esa necesidad de estar pegados a mi es all day. No miento si os digo que mi frase es "voy al baño, sola, por favor, dejadme unos minutos de intimidad". No se ni para que pierdo energías en decirlo, si en cerocoma los tengo dentro conmigo, y si les dejo hasta se me sientan en las piernas. Planazo.
Pero lo peor de lo peor es cuando se pelean por lo que sea. Que lo hacen muy a menudo. Porque Iván es muy chinchón y Antía muy delicada, básicamente, aunque ya van siendo más las veces que el que viene lloriqueando por haber recibido de su hermana es Iván.
Al principio me dedicaba a poner paz, hablar con cada uno, "eso no se hace... teneis que jugar sin pelearos... debeis compartir los juguetes, un ratito cada uno... no le pegues... no te tires encima de ella... no le quites lo que tiene en las manos que eso está muy feo" (puedo seguir, tengo cuerda para rato jajaja)... Consolar a uno y regañar a otro, separarlos un rato... Llega un momento que cuando llevan todo el día dándose candela y llorando como si los estuvieran destripando una ya no atiende a recursos educativos respetuosos.
Así que, malamadre al ataquerrrrrllllll, últimamente me he dado a la poca vergüenza de cada vez que me vienen llorando y chivándose el uno de la otra o la otra del uno, decirles.. "¿Sabéis que os digo? ¡¡¡arreglaos vosotros y dejadme en paz!!!". Y sigo con lo mío. La primera vez que lo hice les desconcertó, en plan "uys, ¡¿no me ha hecho caso?!"... Ahora he conseguido que el número de chivatazos y culpas haya disminuido. Básicamente, porque la mayoría de las veces eran soberanas tonterías en plan "¡¡¡es que me ha rozado el brazo con el peluche!!!", ¡pardiez!, y ahora solo se chivan de lo relativamente importante.
Lo más gracioso es cuando pasa algo gordo, cuando uno hace daño de verdad al otro o le putea bien y entonces me tengo que poner seria, pero seria. Y regaño, y castigo, porque hay cosas que no pueden ser. Y entonces la víctima, como si estuviera bajo el Síndrome de Estocolmo, corre rauda y veloz a consolar a su herman@ porque por sus quejas mamá ha aplicado un severo castigo. Y me hacen quedar como si fuera más mala que un orco pestoso.
No es fácil mediar entre dos hermanos. Porque parece que cuando consuelas a uno haces de menos al otro, y eso te genera el peor de los sentimientos. Por suerte, siempre queda el recurso (que debería ser el primero, en todo caso) de suavizar la situación consolando al/la damnificad@ y diciéndole "pobrecit@ mi niñ@, venga que ya ha pasado, dale un besito y perdónale" e invitando al/l@ incitador@ a "venga, prométele que no lo vas a hacer nunca más, pídele perdón y aquí no ha pasado nada", entonces se miran de reojo, bajan la guardia, se dan un besito y a jugar otra vez, como si no hubiera pasado nada. Y entonces pienso que menuda mediadora se están perdiendo en la ONU.
La realidad es que esto es el día a día en nuestra familia, aquí no cabe el aburrimiento.. Y me da a mi que aún estamos empezando, ¿qué dejarán para la adolescencia?, ¡no quiero ni pensarlo!, cuánto me acuerdo en estos momentos de cuando mi madre decía eso de "¡¡¡cojo la puerta y no me veis más el pelo!!!".
Me río yo de las cuitas de la crianza de los bebés... Esto sí que es dificil de cuidao, y para esto no estaba preparada.