A sus padres le contaron que apenas había posibilidad de que Laia experimentara mejoría, su discapacidad infantil empeoraría . Su condición física y su estado de fragilidad absoluta, irían de mal en peor Laia cada vez se parecería más a un vegetal. ¿Hay una probabilidad, entre mil, de que mi hija salga adelante? -Claro, una siempre la hay- respondieron los médicos. Y a esa se aferraron.
Imaginar por un momento lo que se les pasó por la cabeza a Miguel y a Cristina, los papás de Laia, es casi un suplicio, algo imposible, sin estar en el lugar debido a esta discapacidad infantil. Mientras médicos de tres hospitales diferentes y expertos de varias partes de España no veían esperanza en la pequeña, ellos se negaron en rotundo a ni siquiera intentarlo. Por ello, Cada día, desde que Laia cayó enferma, practicaron con ella una serie de ejercicios, le motivaron a mejorar con dos herramientas, dedicación y amor. Y poco a poco, consiguieron lo que la ciencia dio por perdido.
Hoy Laia es una niña feliz, a su manera, pero feliz. Sus padres han ideado un lenguaje para comunicarse con ella a base de expresivos dibujos. Poco a poco mueve sus pequeños músculos y logra movimientos y acciones por los que los mejores médicos no dieron un duro. Laia ríe, llora, gime, sueña, como cualquier otro niño. Y todo gracias a dos únicas personas, sus padres.
Hace poco, el matrimonio, ambos diseñadores gráficos, decidió plasmar en un cómic, la historia de la enfermedad de su hija. Decían que se lo debían a sí mismos y también a ella, y que la mejor forma de entender por lo que habían pasado, era mostrándoselo al mundo. Si queréis saber más sobre esta increíble historia, sabed que su libro lo podéis encontrar con relativa facilidad, ya que ha sido finalista del Premio Nacional de Cómic del Ministerio de Cultura.
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