“Es que es muy fácil verlo todo desde la barrera” “Es que estáis infravalorando el trabajo de los docentes” “Lo único que queréis es quitar la autoridad a los profesores que vamos a trabajar todos los días”. Hay muchos expertos en educación que no están trabajando en las aulas y no por eso tienen que quedarse callados, hay muchos padres y madres que no son maestros pero se están dando cuenta de que algo en la educación no va bien y no tienen por qué quedarse callados.
Y hay muchos estudiantes e investigadores (entre los que me incluyo) que sabemos que el sistema educativo está obsoleto y que algunos docentes no deberían estar en las aulas y no tenemos por qué quedarnos callados. No estamos infravalorando a nadie. Apoyamos la revolución en las aulas. Escribimos, hablamos y reflexionamos sobre cómo el sistema educativo español está formando a estudiantes sin capacidad de análisis, sin pensamiento crítico y sin espíritu de equipo.
Vemos lo que está pasando: en muchas ocasiones los alumnos se aprenden de memoria los libros de texto y los resúmenes y lo plasman tal cual en los exámenes. Sabemos que se está produciendo un aprendizaje fingido y que no todos los docentes reaccionan a eso. Pero sí lo hacen (y mal bastantes de ellos) al escuchar hablar de la nueva educación. Al escuchar hablar de cambio, de mejoras, de superación. Creyéndose algunos de ellos dioses que todo lo saben.
La autoridad docente (y para mí ninguna) no se impone. Además, creo que hay una especie de confusión con el concepto. Algunos profesores y maestros creen que tener autoridad les da derecho a castigar a los estudiantes que se portan mal, que hacen algo que a ellos no les gusta, que les molestan o que simplemente no escuchan. Posiblemente, muchos recordemos a algún profesor que nos decía cómo colorear, qué colores coger y lo que teníamos que dibujar. Posiblemente, muchos recordemos a un profesor que nos dejaba sin recreo porque no habíamos terminado todos los deberes. Para mí, todo eso es educar en el miedo y en el rechazo. Y la nueva educación se aleja bastante de eso.
La nueva educación no huye de la adquisición de conocimientos. ¡Ni mucho menos! Pero sí cree que el conocimiento se puede transmitir de otro modo completamente distinto al modelo tradicional. La nueva educación se basa en proponer desafíos a los estudiantes, en fomentar su pensamiento crítico y capacidad de análisis, en enseñarles que decir “no” y protestar con respeto ante una injusticia no está mal y es un derecho de todos.
La nueva educación quiere favorecer el debate, las preguntas, la investigación y convierte al alumno en el protagonista de su propio aprendizaje. Claro que lengua y literatura es importante, claro que la historia es importante y claro que las matemáticas son importantes para el día a día y para el desarrollo íntegro. Pero hay muchísimas formas de enseñar las materias. Al escuchar eso, hay profesores y maestros que creen que van a perder su poder. Piensan que es mucho más fácil (y mejor) dirigir a los estudiantes que fomentar un aprendizaje activo y motivador.
Hay profesores que llevan muy bien eso de que 7+7 sean 14, pero les cuesta admitir que 6+8 también lo son y la respuesta es totalmente correcta. Hace unos días leí un artículo del gran Salvador Rodríguez acerca del trato que recibían los estudiantes por parte de la educación que tenemos ahora “Los estudiantes eran tratados como troncos de madera” dice en el artículo. Y tiene razón. Pensad unos minutos en algo: ¿veis tanta diferencia entre la educación actual a la de hace diez o doce años? Ojalá llegue un momento en el que pueda decir que sí. Que sí hay mucha diferencia. Y es ese el camino que quiere escoger la nueva educación.
No somos unos iluminados de la vida. Somos unos estudiantes, investigadores, maestros, profesores, madres, padres y expertos en educación que hemos despertado. Hemos despertado y nos hemos dado cuenta que el sistema educativo y con él algunos profesores, están fallando. Está fallando la actitud, la motivación, las metodologías y la manera de enseñar y de impartir conocimientos. Y está fallando porque nos damos cuenta de que los estudiantes están desmotivados, de que no tienen ganas de aprender, de que no están emocionados ni ilusionados y de que muchos van a los centros educativos por obligación y no por interés ni por voluntad propia.
Y para darse cuenta de eso, no hace falta trabajar ocho horas en un aula con los estudiantes. Eso se nota desde fuera. Para mí, la educación es el futuro del país. La educación tiene el poder de cambiar el mundo. Pero para poder cambiar el mundo no solo se necesita saber matemáticas, lengua y literatura, inglés e historia. Para cambiar el mundo también se tiene que aprender a trabajar en equipo, a respetar, a ser solidario, a debatir, a no conformarse, a saber comunicarse de forma asertiva, a defender una opinión con argumentación y fundamentación.
También se tiene que aprender a ser persona, a gestionar las emociones, a reconocer las de los demás y a superar la frustración. ¿Podemos decir actualmente que todos los centros educativos y docentes dan importancia a eso? Pues sí, sí que los hay. Pero desgraciadamente, estamos hablando de minorías. Sin embargo, esas minorías (que cada vez van cogiendo más fuerza) están haciendo un gran trabajo. Han sabido darse cuenta de que el sistema educativo está caído y anticuado. Y no solo se han dado cuenta sino que han intentado ponerle remedio.
Hay profesores, maestros, directores y familias que han puesto todas sus ganas en fomentar el cambio en las aulas. Que han llegado a un consenso y han decido eliminar los exámenes, las calificaciones y trabajar por proyectos. Han decidido escuchar a los alumnos (porque en muchas ocasiones tienen cosas muy interesantes que decir) y han logrado comprenderles y entenderles. Les han dado la oportunidad de pensar, de hacerse preguntas a ellos mismos y de investigar. Les han dado la oportunidad de aprender de forma activa en vez de memorizarlo todo.
La nueva educación no solo da importancia al nivel académico del profesorado y al conocimiento de una materia sino a la motivación, a la ilusión, a las ganas de enseñar, de innovar, a la forma de tratar a los estudiantes y a las familias… La nueva educación cree que la enseñanza es una profesión humana, sensible, vocacional y con mucha responsabilidad. Cree que un docente no debe centrarse únicamente en ser un experto en matemáticas o en inglés.
Cree en maestros y profesores como verdaderos estimuladores de aprendizaje para los estudiantes. En maestros y profesores que guían y acompañan a los alumnos a sacar lo mejor de sí mismos, a desarrollar sus talentos y a formarse como personas. Somos uno de los países con el índice más alto en fracaso escolar, ¿la culpa siempre la tienen los estudiantes? No, yo creo que no. Para mí, es hora de impulsar con más fuerza la nueva educación ya que estoy convencida de que ese camino es el único para construir una sociedad fuerte, crítica y con ganas de cambiar el mundo.
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