“Memorizamos palabras que luego olvidamos”
Y como Andrea Martínez, son muchos los estudiantes que piensan que simplemente memorizan los apuntes que les dan los profesores. Lo hacen sin aprender de manera activa. Cómo si fuera una obligación para ellos. Lo hacen para seguir avanzando en cada etapa educativa. Sin ninguna ilusión, emoción ni voluntad propia. Memorizar un contenido sin comprenderlo y sin asimilarlo hace que los estudiantes lo olviden y que no guarden ningún recuerdo de ello.
No puedo evitar pensar en mis días de educación primaria, educación secundaria y bachillerato. Días en los que nos trataban cómo si fuésemos simples maquinas de memorizar. Nos decían: “tenéis que estudiar esto para mañana porque haré un examen” y los estudiantes teníamos que aprender el contenido sin más. De pe a pa. Cómo si fuésemos loros en vez de personas. Desgraciadamente, hoy eso no ha cambiado mucho. Los estudiantes siguen memorizando en vez de aprender de verdad.
Enseñar de una forma distinta a la tradicional sí es posible
No quiero parecer borde ni grosera. Pero estoy cansada de escuchar eso de que “para cambiar de metodología hace falta poner en marcha muchas cosas y reunirse con bastantes especialistas”. Puede que así sea. Puede que no sea fácil al principio. Pero hay centros y profesores que sí lo han hecho. Hay docentes que llevan a las aulas la gamificación y el concepto de aprendizaje activo. Hay maestros que se implican, que se esfuerzan y que luchan por una educación diferente y lo han conseguido.
Los profesores que han llevado a cabo metodologías alternativas en las aulas han visto un cambio brutal en los estudiantes. Están más motivados, más emocionados, más ilusionados por aprender. Pero, ¿es que eso no debería ser lo importante de la educación? “Es que hay mucha burocracia” “Es que va a ser un trabajo duro”. Sí, claro que puede haber mucha burocracia y que será un trabajo duro. Pero si bastantes maestros y profesores lo han conseguido, el resto puede intentarlo también.
Estudiantes íntegros y no sumisos sin nada que decir
El objetivo de la educación no debería ser formar a futuros empleados sumisos si no a personas con decisión. A estudiantes que puedan decir lo que piensan, que sepan debatir sin faltar el respeto. Alumnos con capacidad de análisis, creativos y que luchan contra las injusticias. A estudiantes que sepan defender sus derechos. Muchos alumnos salen del instituto sin saber razonar ni expresar sus ideas de manera concisa. ¿Es eso normal? ¿Cuándo perdió el rumbo la educación?
Si me pongo a pensar, no encuentro mucha diferencia entre la educación de hace quince años a la de ahora. Antes entrábamos en clase, nos sentábamos y copiábamos lo que nos decía el profesor. A veces, miraba a mis compañeros y estaban increíblemente perdidos y confusos. Igual que yo. No podía evitar preguntarme: “¿qué carajos estoy haciendo aquí?” mientras los demás escribían en sus cuadernos las últimas palabras del docente. Hoy con más herramientas y con metodologías alternativas, sigue pasando lo mismo.
“Soy un 5,8. Y eso es lo único que parece importar”
Son muchos los expertos que dicen que los exámenes deberían desaparecer y que las calificaciones no deberían tener tanto peso. Pero hoy por hoy, las pruebas y las notas siguen siendo importantes en las evaluaciones de los estudiantes. He escuchado bastantes veces decir a profesores “ese estudiante es un cinco”. “Ese es un diez”. Etiquetar a los alumnos con un número es injusto, incompleto y absurdo. ¿Por qué tiene que ser lo único relevante?
Una evaluación puramente numérica sin tener en cuenta más no aporta nada a la educación. Y mucho menos a los estudiantes. De esta manera, los alumnos son incitados a aprobar por aprobar. A que su cerebro memorice absolutamente todos los temarios para conseguir superar las asignaturas. En realidad, y cómo he dicho muchas veces, no es más inteligente el que haya sacado un ocho que el que haya obtenido un cinco. Ni siquiera los estudiantes que suspenden son menos capaces que los que aprueban.