Hace unos meses os hablé de los miedos de Minififi. Algunos se han ido y han llegado otro nuevos. Ya no tenemos miedo al secador del pelo, por ejemplo. Bien. Ya no cogeremos una pulmonía. Ha llegado el miedo a entrar en el ascensor sola por un episodio bastante desagradable que experimentó la pobre el otro día (se quedó dentro y se bajó sola al bajo). Mal, pero pasará.
Pero sigue teniendo miedo a la oscuridad, y mucho. Le da miedo andar por el pasillo a oscuras, ir a su habitación con la luz apagada o que la luz del rellano de mi piso se apague de repente. Hasta cuando la tele o el móvil se quedan en negro, se tapa los ojos corriendo. Desde un tiempo a esta parte se despierta a media noche y me llama aterrorizada porque no quiere quedarse en su cama. He probado con luces quitamiedos, y nada. Además, usa las palabras mágicas: "Mamá, ven, tengo miedo". Y claro, yo, antes eso, salto de mi cama como un resorte y acudo corriendo a su rescate. ¿Cuál es el rescate?. La cojo en brazos y me la llevo a mi cama (porque mi cama es un lugar mágico donde la oscuridad, por lo visto, no existe.
En estas estamos. Y ahora viene el problema. ¿Cómo saber cuándo es cuento y cuándo realidad?. Porque me resulta muy difícil dejarla por la noche en su cama, pensando que pueda estar pasando, aunque solo sea, un minuto de miedo. Como os he dicho, creo que es la peor sensación que hay y no quiero que mi hija la sufra más de lo inevitable.
Solo espero que esta etapa pase, y Minififi vuelva a dormir su noche del tirón, como lleva haciendo desde que tenía una semana. O quizá no pase y tenga que comprar una cama de dos metros para que, cuando vuelva de fiesta, se quite los tacones y se meta en nuestra cama con olor a bodega.
Por eso necesito vuestro consejo. ¿Qué hago ante esto?. ¿Sigo acudiendo al rescate o hago un poco de oídos sordos para que vaya perdiendo esa fobia a dormir a oscuras?.