Hace pocos años descubrí un libro que me cautivó y que estoy volviendo a leer: “Gilbert K. Chesterton. La mujer y la familia”. Es de la editorial Styrial y se ha encargado de la edición José R. Ayllón.
Cuando lo vi estaba casi segura de que me iba a gustar porque tanto Chesterton como Ayllón me encantan como escritores.
Hoy quiero copiar unos párrafos de un capítulo. Por si os decidís a comprar el libro, el capítulo se llama “Mujeres torturadas”. El título no me gusta. Yo lo habría llamado “Las profesiones de una madre”. Pero el contenido es magistral:
“En su hogar, una mujer puede ser decoradora, cuentacuentos, diseñadora de moda, experta en cocina, profesora… Más que una profesión, lo que desarrolla son veinte aficiones y todos sus talentos. Por eso no se hace rígida y estrecha de mente, sino creativa y libre.”
“Es la misma Naturaleza quien rodea a la mujer de niños muy pequeños que requieren que se les enseñe, no cualquier cosa, sino todas las cosas. Los bebés no necesitan aprender un oficio, sino que se les introduzca a un mundo entero.”
“Porque decidir y organizar casi todo; ser ministro de economía que invierte y compra ropa, libros, sábanas y pasteles; ser Aristóteles que enseña, lógica, ética, buenos modales e higiene… Todo esto puede dejar a una persona exhausta, lo que no puedo imaginar es cómo podría hacerla estrecha y limitada.”
“La manera más breve de resumir mi postura es afirmar que la mujer representa la idea de salud mental, el hogar intelectual al que la mente ha de regresar después de cada excursión por la extravagancia.”
“Así es la mujer, y su oficio es generoso, peligroso y romántico. Su carga es pesada, pero la humanidad ha pensado que valía la pena echar ese peso sobre las mujeres para mantener el sentido común en el mundo”.
Supongo que estas ideas no gustarán a las feministas ni a los machistas. Hay hombres muy generosos y mujeres muy egoístas. Pero los que se ocupan de cuidar sus casas y a sus gentes, sean hombres o mujeres, necesitan generosidad.