Este título llevaba en borradores como medio año, esperando a dar el salto y convertirse finalmente en post. Lo he ido aplazando, que no olvidando, porque sabía que llegaría su momento. Y el sábado, en el Blogger’s Day de Madresfera, llegó. Porque aunque ya lo sabía y lo digo a menudo, el sábado lo vi más claro que nunca: crear Un papá en prácticas es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. O al menos, una de las mejores que he tomado en los últimos años de mi vida, que con la primera versión igual me tachan de exagerado/sentimental.
Justo el día antes del Blogger’s Day, por cierto, la mamá jefa y un servidor comentábamos todo lo que había dado de sí aquella decisión de crear el blog. Yo, que ni conocía de la existencia de Madresfera ni pensaba durar más de tres entradas (y ya vamos para tres años). Recordé también que fue Vanesa, Una madre como tú, quién me descubrió y a través de Twitter me puso en la órbita de otros papás blogueros. Vanesa, a la que por fin desvirtualicé el sábado, por cierto, me dijo una de las cosas más bonitas que me han dicho jamás de mi blog. Las palabras quedan entre ella y yo, pero que alguien con su tirón y su ascendencia en la blogosfera maternal valorase de esa forma lo que humildemente hago en este blog es un motivo de orgullo. Y de felicidad. Gracias, Vanesa. Ojalá Un papá en prácticas sea el motor del cambio que dices ver en él.
Poner cara y voz a Vanesa es una de las últimas cosas bonitas que me ha deparado este espacio. Porque lo bueno de tener un blog de paternidad es que gracias a él conoces a un sinfín de personas maravillosas que de otra forma es posible que jamás se hubiesen cruzado por tu camino. Personas como la familia Monstruito y la familia Sin Chupete, que desde hace ya un tiempo no sólo se cruzaron en nuestro camino, sino que se quedaron en él para seguir caminando a nuestro lado. Gracias por estar siempre ahí. Personas como Mónica, que nos ha acogido con todo el calor del mundo en Madresfera. Gracias por confiar en nosotros. Personas como Gentzane, con cuya familia disfrutamos este verano de unos días de vacaciones en Lisboa. Personas como Beltzane, con quien compartí posgrado en un ya lejano 2010, pero a la que no he desvirtualizado hasta hace unos meses, con la paternidad como excusa. Personas como Mamen, la gran Lapsicomami (como véis, me codeo con las grandes), que dentro de unos días será ya casi vecina. Qué ilusión. Personas como Luz, que ha conectado con la mamá jefa y sé de buena tinta que hace honor a su nombre. Personas como las chicas de Mamalia, que me invitaron a participar en su congreso y ya nos han hecho parte de su proyecto. Personas como Enrique y Vanesa, que no tienen blog, pero con los que comentario a comentario hemos ido fraguando una relación que intuyo larga y bonita. Tal y como son ellos dos (y su pequeña)…
Porque lo bueno de tener un blog de paternidad es que te permite participar en eventos como el Blogger’s Day del pasado sábado. Eventos en los que, por encima de charlas y mesas redondas, que fueron todas muy interesantes (me han dicho que sobre todo la de los papás blogueros…), te permiten poder desvirtualizar por fin a personas con las que llevas meses (¡años!) intercambiando mensajes (Let, Jade, Lucía, Alba, Carol) o reencontrarte con otras a las que tenías muchas ganas de volver a ver (Natalia, Cata, Paloma, Pilar, María José). Sé que me dejo a más de una. Y de dos. No me lo tengáis en cuenta. Porque lo bueno de tener un blog de paternidad es que conoces a tantas personas que se te mezclan y, como el sábado, al final ya no sabes si las has saludado o no. Personas como todas aquellas que os pasáis con cada entrada por este espacio y dejáis vuestros comentarios. Y compartís vuestras vivencias. Gracias, porque no sabéis lo valioso que es sentirse acompañado (y comprendido) en este viaje que es la paternidad. Gracias por estar ahí, al otro lado de la pantalla. Espero algún día tener también la fortuna de desvirtualizaros.
Desvirtualizaros como hice el sábado con los papás blogueros. Lo mejor sin duda del Blogger’s Day. Qué alegría abrazar por fin a José María, alias La Parejita de Golpe (¡Enhorabuena de nuevo por el premio, maestro!), a David y a Joaquím (que son tan buenos tipos que no pueden ni disimularlo), a Pau (un tío grande, y no solo por su más de 1’90), a Serafín (que no es tan tímido como decía y me recuerda muchísimo a un compañero de carrera) y a Sem, que es el cariño hecho persona (qué bueno que viniste, compañero); reencontrarme con Carlos, el gran Un papá como Vader (crack entre los cracks), Manolo, que dice que no es papá bloguero pero no se pierde una, y a Fernando, que no es tan lobo como lo pintan; Y, cómo no, poner cara al bloguero revelación, el influencer absoluto, el tío que ha revolucionado mi Twitter y mi Whatsapp, el gran Daniel de Tang de Naranja (ya te pasó luego el cobro por esta publicidad gratuita). Después de ganar el premio me dijo, literalmente, que es una mierda como persona*. Su mujer, con la que tuve el placer de charlar, me dibujó a un tipo que de mierda tiene poco. Y Daniel, me vas a permitir que me fíe más de tu mujer. A todos esos locos papás blogueros me gustaría darles las gracias por un día tan especial. Gracias por esa imagen de unión y buen rollo que dimos. Gracias por ser tan grandes. Espero poder volver a abrazaros pronto. En otro sarao organizado por Madresfera. O dónde sea. Porque lo bueno de tener un blog de paternidad y estar en la Madresfera es que los encuentros y los cruces de caminos se producen cuando menos los esperas.
Y a pesar de todo lo bueno que ya he dicho, de las oportunidades laborales que me está abriendo el blog, de las colaboraciones y las sinergias que están naciendo de él, y de ‘La maceta de mi abuelo’ convertida en cuento, aún hay algo más por lo que crear Un papá en prácticas es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida: Lo mejor de tener un blog de paternidad es que el día de mañana mi hija tendrá un recuerdo de estos días de locos; un sinfín de palabras que unidas dan forma a este cúmulo de sentimientos y emociones (intensas y contradictorias) que han despertado en mí con la paternidad; el testimonio de un padre que erró muchas veces, casi a diario, pero que nunca dejó de intentar ser mejor.
*La frase de Tang de Naranja está sacada de contexto, por supuesto. Aún se me hace raro hablar con una bebida…