A mi padre no le gusta tanto que me acerque y toquetee a Ariel, y es que mi padre ve gérmenes y microbios y por tanto enfermedades por todos los sitios. Pero mi madre cree que la gente que tiene animales y está en contacto con ellos desde pequeños aprende mejor a respetar la naturaleza y el entorno en el que vive y son más cariñosos. Aunque con estos argumentos a mi padre no lo convencemos para tener un perro en el piso, dice que no es sitio. Mi madre le pone como excusa yo, que a mi me encantan, pero no cuela. Así que nos conformamos con los que vemos en la calle y con la gatita tan cariñosa y buena de mi abuela Mari.
Por cierto que Ariel fue una de las primeras palabras que aprendí a decir y no entiendo la casa de mi abuela Mari y mi abuelo Delfín sin ella.