Pero se sabe que una madre con ayuda no es que sea mejor madre, pero seguro que lleva adelante esto de la crianza mejor que si lo hace todo en solitario. Ahí entra la figura del padre -muchas veces inexistente- que debería asumir las funciones de crianza al mismo nivel que la madre, y la siempre inestimable ayuda de los abuelos.
Que la abuela es un pilar fundamental en nuestra familia es innegable. Mis hijos solo tienen -por desgracia- una única abuela, mi madre, a la que quieren con locura. La abuela es ese comodín que hace que la mesa de mi familia no cojee. Es la que siempre está para todo, incondicionalmente. Es la que me permite conciliar realmente mi vida familiar con la profesional.
Cuando me surge algo que me obliga a salir de la tienda en horario de trabajo es mi madre la que me echa una mano y se queda allí. Esto suele suceder cuando tengo que hacer algún tipo de gestión, si toca médico, si hay algún acto escolar, lo que sea, mi madre me permite ausentarme del trabajo sin tener que cerrar la tienda.
Pero ¿Qué pasa cuando esa persona que está ahí para todo, no está?.
La abuela está enferma. No es nada grave, afortunadamente y al menos de momento, pero lleva varios días con una dolencia que nos tiene día sí y día también en el hospital, de día o de madrugada, el dolor no avisa. Y yo soy también un pilar en mi familia: soy la que toma el mando, la que toma decisiones, la que echa p"alante con todo. Además, ni mis padres ni mi hermano tienen coche ni carnet de conducir, por lo que los obligo a avisarme a la mínima porque me niego que mi madre se tenga que ir a urgencias en un taxi. También me niego a que sea mi marido quien la lleve a urgencias.
Y sí, soy esas de las que cuando dicen "solo un familiar por enfermo" no tengo que decir nada, mi padre y mi hermano fuera, soy yo la que se queda con mi madre.
Mi madre es incombustible. Es pequeñita y puede parecer frágil, pero es de esas que ya le tiene que doler algo para que se le note, para doblegarse. Es de las que está doblada de dolor y tienes que preguntarle si le duele porque no lo exterioriza. Es de las que aún le quedan ganas de reirse con un chiste cuando la acucia el peor de los dolores. Yo soy la que le cuenta el chiste, siempre intentado sacar una sonrisa en los peores momentos.
Y nosotros vamos a trompicones. Si ella es la que me cubre, tanto en la tienda como con los niños, cuando yo tengo algo que hacer, cuando ella se convierte en mi ocupación todo cambia. El resultado es que no puedo atender la tienda porque yo quiero estar con ella en el hospital. Papá no puede quedarse en la tienda porque al no tener abuela, no tenemos con quien dejar a los niños. Y, obviamente, si tengo que elegir entre cerrar la tienda o dejar a los niños solos, la segunda no es ni planteable.
No dependemos de la abuela pero es tan importante en nuestras vidas que su ausencia puntual se nota. Yo arrastro horas de cansacion y trabajo acumulado, pero si deseo que se recupere no es por poder descansar, es porque me mata la impotencia de verla soportar tanto dolor y no poder aliviarla.
Con el día a día y sabiendo que siempre está ahí, seguramente no llegue a valorar en su justa medida todo lo que la abuela hace por nosotros, lo importante que es en nuestras vidas. Cuando falta es cuando me doy cuenta de que sin ella nuestra vida no sería igual.