Magisterio y educación infantil: estudios que a veces son tomados a risa
No es la primera vez que me encuentro con personas que infravaloran los estudios relacionados con la enseñanza. Cuando terminé el ciclo superior de educación infantil me dijeron si pensaba dedicarme a cambiar pañales para siempre. Me da la sensación que estas áreas del aprendizaje siempre van a ser tomadas a risa. “¿Quieres ser maestro? Ah, ¿pero eso se estudia?”. Ese comentario lo he escuchado yo en muchas ocasiones.
“¡Pero si para pintar, tirarse por el suelo y jugar con los niños sirve cualquiera!” Y éste es otro de los comentarios que tuve que oír de algunos de mis amigos cuando me matriculé en educación infantil. Hay personas que ni siquiera sabe lo que hace un educador infantil. Y tampoco cómo es el día de un maestro. Pero aun así critican cómo si no hubiera mañana e intentan hacer daño. Las carreras de magisterio y educación infantil se merecen el mismo respeto que todas las demás.
“¿Los que estudiáis magisterio recortáis y pintáis en clase?
Yo no he estudiado magisterio sino el ciclo superior de educación infantil durante dos años. Y os puedo asegurar que no tuve ocasión de pintar ni de recortar. Aprendí autonomía personal, expresión corporal, desarrollo social y metodología del juego (y no, en esta asignatura no nos dedicábamos a jugar sino a aprender dinámicas). Estudié desarrollo cognitivo y didáctica de la educación infantil. Y me enseñaron cómo comunicarme con las familias. Pero no, no pinté ni recorté más allá de entregar un trabajo o dinamizar una exposición.
Igualmente, tengo amigos que han y están estudiando magisterio y tampoco se han dedicado a pintar y a dibujar. Parece ser que hay que dejarlo claro: magisterio y educación infantil son estudios para apasionados de la enseñanza. Y si te quieres dedicar a ello, disfrutas muchísimo de las clases porque suelen ser muy prácticas, participativas y dinámicas. Pero también hay muchísima teoría y exámenes (no, no evalúan cómo recortamos ni cómo pintamos) que tienes que saber para luego poder llevar a cabo.
“Entre a magisterio porque creía que era lo más fácil”
Hace unos años una amiga me confesó que decidió entrar a magisterio porque era lo más fácil y sencillo para ella. Me comentó que ni siquiera sabía las materias que iba a estudiar ni se había mirado el programa. Me dijo que su primer año fue angustioso. Que se sentía perdida con tantos trabajos y prácticas que había que hacer. Consiguió aprobar todo por los pelos. Pero en su primer periodo de observación (en el segundo año) se dio cuenta que estudiar magisterio no era lo suyo.
Lo mismo me pasó con una compañera de educación infantil. “En dos años tendré al menos un título colgando en la pared”. Luego, no podía con la cantidad de apuntes que teníamos que estudiar y cuando finalmente tuvimos nuestros seis meses de prácticas, decidió dejarlo porque no podía soportar tanta responsabilidad ni tenía asertividad y empatía para hablar con los padres. Por lo tanto, magisterio ni educación infantil son unos estudios increíblemente fáciles.
Apartemos los tópicos que giran alrededor de la enseñanza
“¿Educadores infantiles? ¡Pero si sólo cambiáis pañales!” “Los maestros no hacéis absolutamente nada. Yo también soy capaz de dar una clase de ciencias”. “No entiendo por qué os quejáis si ganáis un montón de dinero”. Todos esos comentarios y más acusaciones deberían desaparecer de un plumazo. Los educadores infantiles no se dedican únicamente a cambiar pañales (recordemos que eso es higiene básica para el bienestar de los niños). Obviamente, no todo el mundo puede ser maestro. Y si alguien piensa que los profesores son ricos o algo por el estilo, me temo que no sabe lo que está diciendo.
En países cercanos a España, los profesores, maestros y educadores son respetados. La sociedad confía en ellos y los considera increíblemente necesario. De hecho, los políticos se reúnen con ellos para hablar de leyes, cambios y adaptaciones educativas. Mientras, en nuestro país tenemos que manifestarnos por una educación pública, de calidad y para todos cada ciertos meses porque parece que al gobierno se le olvida la importancia de la enseñanza. Ojalá que ningún estudiante de magisterio o de educación infantil tenga que escuchar más frases sin sentido y que la sociedad apoye de una vez por todas a los maestros de corazón.
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