Estudiar magisterio "porque es lo más fácil y lo que menos esfuerzo requiere"

Hace unos días esperando a que un semáforo se pusiera en verde pude escuchar una conversación de dos chicas que al parecer, estaban a punto de terminar bachillerato y presentarse a la selectividad. Lo que se decían era algo tal que así: “he decidido que voy a estudiar magisterio. Me ha dicho una amiga que la carrera es muy fácil, y que no tienes que esforzarte casi”. Desgraciadamente, no es la primera vez que escucho este tipo de conversaciones.

Infravalorando la carrera de magisterio y el ciclo de educación infantil

La compañera asentía y sonreía, demostrando de ese modo que estaba de acuerdo y contestó: “yo no soy mucho de ir a la universidad pero para trabajar en una guardería, no creo que haga falta tener tantos estudios”. Justo en ese momento, el semáforo dio su luz verde y yo crucé intentando recuperarme del shock. No sabía lo que me había dolido más: lo de la primera chica o lo de la segunda. En ambos casos, todo pintaba fatal.

Todavía hay jóvenes (más de los que me gustaría) que piensan que a la carrera de magisterio se va a jugar, a pintar, y a dibujar. Todavía hay chicos y chicas que aseguran que el grado o el ciclo formativo de educación infantil no requiere ningún esfuerzo y que es la forma más sencilla de obtener un título universitario.

Escoger magisterio porque “no me ha dado la nota para más”

Muchos estudiantes escogen esta formación porque la nota de selectividad no les ha dado para más y tienen que hacer algo (cabe destacar que la nota de corte en la Comunidad de Madrid para entrar en magisterio es increíblemente baja). Y lo que es peor, todavía son bastantes los que se creen que para trabajar en una “guardería” como algunos de ellos las llaman, no se requiere ninguna formación ni habilidad.

Nos encontramos con lo siguiente: aulas de magisterio saturadas con tantísimos alumnos. Algunos de ellos, decidiendo acceder a la carrera por el sueldo, por las vacaciones (oh sí, cómo se tienen tantas), o por la ley del mínimo esfuerzo. Nos encontramos con estudiantes sin vocación. Sin ilusión y sin emoción. Ojo, no digo que todos sean así, ni mucho menos. Pero sí una gran parte.

Seguimos encontrándonos con: estudiantes que al hacer las prácticas del grado, se dan cuenta que no es lo suyo pero siguen ahí porque es lo más cómodo. Y por último nos encontramos con: graduados y graduadas a la espera de encontrar un trabajo amargados y desmotivados sin haber empezado siquiera. Pero oye, ha sido todo un chollo.

Presión por obtener un título universitario sea cual sea

Creo que el problema de todo esto es la presión que sienten los jóvenes a la hora de hacer la elección correcta para su futuro. La presión de elegir una carrera universitaria por pensar que eso les garantizará un trabajo bueno. La presión de no defraudar a sus padres y hacer que se sientan orgullosos de ellos.

Para muchas familias obtener un título universitario es ley de vida y algo casi obligatorio: los hijos terminan bachillerato, estudian para selectividad, y dos meses después (incluso antes de verano), se están matriculando para la universidad. Habrá algunos de estos chicos y chicas que lo tengan muy claro, que sí tengan vocación y emoción. Pero no todos son así. Quizás alguien de dieciocho años no tenga decidido lo que quiere hacer a partir de ahora. Quizás, necesite un poco de tiempo más.



No todos podemos ser maestros, educadores o médicos

Defiendo a capa y espada que todos los alumnos tienen talento. Algunos han conseguido sacarlo a la luz con ayuda de sus padres y maestros, y otros todavía está esperando en el interior de cada uno. Pero eso no quiere decir, que todos los estudiantes puedan ser maestros. Quizás, la carrera sí que puedan aprobarla con honores, al fin y al cabo es algo mucho más teórico que práctico.

Pero en el momento de la verdad, ¿qué pasaría cuando un futuro maestro que no tiene vocación se reuniera con sus alumnos? Pasaría que no disfrutarían de su trabajo, de sus días, ni de formar parte de la enseñanza y la docencia. Se sentirían frustrados, desmotivados, y desilusionados, y no llevarían a cabo un proceso de aprendizaje adecuado con sus estudiantes.

Pero ojo, esto pasa con la gran mayoría de las profesiones. Para todas ellas, hace falta una gran vocación. ¿ Y para ser peluquero no tiene que emocionarte el estilismo, la moda y las tendencias? ¿Para ser médico no tienes que tener ilusión por curar y ayudar a las personas, empatía e inteligencia emocional?

¿La solución? Creo que una mayor orientación personal y académica

Me arriesgaría a decir que todos los trabajos que puedan ser sociales requieren de algo más que un buen expediente académico: requieren de corazón, motivación y pasión. Ser maestro no es diferente. Para ser maestro, se necesita tener una gran sensibilidad y empatía hacia el entorno, hacia las personas. Para ser maestro, no vale únicamente saberse todos temarios de la carrera, no vale con haber sido el alumno sobresaliente en todas las asignaturas. No se trata de eso, ni mucho menos.

Siguiendo el hilo anterior, vemos a jóvenes con una orientación profesional y personal prácticamente nula. Vemos a chicos y chicas que han aprobado selectividad y que están indecisos. Jóvenes que se agobian, que se sienten presionados, que se estresan, que no quieren fallar a sus familias, que piensan que si no eligen estudiar ahora, no tendrán un futuro.

Chicos y chicas que en algunas ocasiones no se paran a pensar con tranquilidad, que no pueden reflexionar y razonar. Bastantes ellos se sienten confundidos e indecisos (no les culpo, yo con más edad que ellos he vivido experiencias similares). Vivimos en un mundo tan cuadriculado que decir: “papá, mamá… necesito algo más de tiempo para pensarlo. O no voy a ir la universidad”, a veces trae decepciones y desilusiones.

Magisterio no debería ser la opción sencilla

Magisterio, no debería ser la salida fácil. No debería ser la opción a elegir por no haber conseguido entrar en enfermería o derecho. No se debería estudiar magisterio únicamente para obtener un título y colgarlo en la pared (por mucho que nuestro país casi nos obligue a ello). Magisterio (y hablo de este grado porque es lo que más cerca me queda) tendría que ser mucho más que eso.

Desgraciadamente, hay estudiantes que dejan de estudiar por sus profesores. Hay docentes que no adaptan exámenes a alumnos que lo necesitan. No deberíamos encontrarnos con maestros que no se actualizan, que no se renuevan, y que no abren la mente para fijarse en otras perspectivas. Las aulas de magisterio deberían ser una reunión de futuros maestros de corazón. Una reunión de chicos y chicas apasionados por la enseñanza y por la educación.

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