Hace unos días un vecino que va a primero de bachillerato me contó lo contentó que estaba con su profesor de lengua y literatura. Comentaba que al empezar el curso todo le parecía bien, acataba todas las órdenes de los demás docentes y que le daba pánico hacer una exposición de diez minutos en clase. Decía que hoy por hoy, todo eso había cambiado.
Docentes que animan y transforman
Ahora no le daba miedo opinar en clase, no le importaba hacer exposiciones delante de sus compañeros y se hacía preguntas cada dos por tres. Además, había aprendido a comprender las emociones de los demás, a ser más empático, a llevar a cabo sus ideas y proyectos y cuestionarse todo lo que sucedía a su alrededor.
“Pensaba que ir al instituto era memorizar, aprobar los exámenes y prepararse para selectividad. Afortunadamente, mi profesor me ha enseñado que es mucho más que eso”. Esas palabras me llegaron al corazón y no pude sentirme más orgullosa de esos profesores que se implican tanto en la enseñanza y que ayudan a desarrollar los talentos de los estudiantes. Es por ellos por lo que la educación no se ha ido al carajo.
Mucho más que memorizar y aprobar
Afortunadamente, hay maestros y profesores que creen que aprender es mucho más que memorizar y aprobar los exámenes. Hay docentes que luchan porque el aprendizaje se convierta en emoción, ilusión, investigación, pensamiento crítico y reflexión. Por ellos, los estudiantes van motivados y felices a clase.
Y sí, por mucho que digan lo contrario, la felicidad es clave para que se produzca un verdadero proceso de aprendizaje. Si los estudiantes son felices en clase tendrán una actitud positiva hacia el conocimiento. Y ojo, la felicidad no consiste en que los alumnos se esfuercen menos y que los docentes se lo den todos ellos si no en superar cada día nuevos desafíos y retos.
El sentido del humor siempre presente
Los maestros y docentes con sentido del humor son geniales. Se nota muchísimo los profesores que disfrutan, se divierten y se ilusionan enseñando. Yo he tenido la oportunidad de ver a muchos y cuando trabajan tienen un brillo especial en su mirada. Un docente con sentido del humor puede llegar a animar a estudiantes que estén tristes o que estén pasando un mal momento.
En el aula también tiene que haber un hueco para las sonrisas, las risas y la diversión. No comprendo porque hay docentes que piensan que eso debe darse fuera de los centros educativos. “A la escuela solo se va a adquirir conocimiento y la actitud del maestro no interfiere para nada en el aprendizaje”. Sí, a la escuela se va a aprender, pero, ¿de qué forma? ¿La actitud del docente no es importante?
Valorar y escuchar a los estudiantes
Los maestros y profesores de corazón valoran y escuchan muchísimo a los alumnos. Los docentes saben que la enseñanza también es aprendizaje. Muchos de ellos aprenden un montón de los estudiantes y les sorprenden cada día. Por eso, siempre les escuchan de manera activa e intentan comprender y respetar sus opiniones.
Además, valoran a cada estudiante por cómo son y destacan los talentos y las cosas buenas que tienen cada estudiante. Estos docentes se implican con los alumnos y se esfuerzan porque ellos tengan la mejor experiencia educativa. Más allá de notas, exámenes y expedientes académicos. Hacer que los alumnos se sientan acogidos, seguros y valores también también está dentro de sus objetivos.
Apoyo continuo a las familias
Los maestros y profesores de corazón no solo pueden llegar a cambiar la vida de los estudiantes si no también las de sus familias. Hay muchísimos padres que se sienten perdidos y que no saben cómo actuar ante un comportamiento concreto de sus hijos. Estos docentes siempre están dispuestos a echar una mano a las familias y se ofrecen a responder sus dudas.
Hay docentes que trabajan codo con codo y en equipo con las familias. Ellos hacen mucho más que impartir conocimiento. Ellos acompañan a padres y estudiantes a lo largo de la etapa educativa. Entonces, ¿creéis que valoramos todo lo que hacen los maestros y profesores de corazón?