La actitud del maestro sí es clave para motivar a los estudiantes

Hay quién dice que son los estudiantes los que al entrar en clase tienen que motivarse ellos solos. Hay quién dice que la actitud del docente no influye para nada en el proceso de aprendizaje de los los alumnos. Y hay quién dice que lo único que tiene que hacer un profesor en clase es ser un buen orador y transmitir los contenidos que marcan en las programaciones del centro. Obviamente, yo tengo una opinión totalmente distinta a esa: yo creo que la actitud del maestro es clave para motivar a los estudiantes.

Estudiantes que sí quieren aprender y descubrir

En España tenemos uno de los índices más elevados en lo que se refiere al fracaso y abandono escolar. Pero está claro que esos datos no son suficientes para intentar probar a enseñar de forma diferente. Ni para transformar un sistema educativo que nos ha dado más desgracias que alegrías. Una gran parte de los estudiantes de nuestro país confirman que están desmotivados, desilusionados y que han perdido el interés por aprender. Incluso escriben breves artículos en periódicos preguntándose si es tan complicado encontrar un maestro que les inspire.

La mayoría de niños que entrar a primero de educación primaria, lo hacen con unas ganas increíbles de conocer cosas nuevas. Llegan con ilusión y emoción por aprender y esperan con toda su esperanza que sus maestros les guíen en el camino. Es en ese momento cuando los docentes tienen que sacar lo mejor de sí mismos para motivar a los estudiantes. Es en ese momento cuando los profesores tienen que empatizar y comprender a los alumnos. Sin duda es el momento de fomentar el interés, la creatividad, la imaginación y la expresión de emociones.

No todos los maestros lo son por vocación

Pero por desgracia, no todos las personas que se dedican a la enseñanza son maestros de corazón y auténticos. Hay quién se dedica a estar en una silla impartiendo únicamente una materia y a corregir exámenes. Y ojo, no se le puede pedir más porque puede que se enfade y se ofenda. Todavía hay profesores que se creen que la educación tiene que ser tradicional, autoritaria y disciplinaria. Es decir, un espacio donde la ilusión, el sentido del humor, la sorpresa y la creatividad (podría citar más cosas, claro) no son bienvenidos. Un espacio rígido, excesivamente estricto, inflexible y que no puede cambiar.

Por mi parte, os voy a poner dos ejemplos que para mí son increíblemente importantes para entender por qué es tan relevante la actitud de los docentes en clase. Espero que vosotros también lo comprendáis bien y me digáis qué pensáis sobre ello.



Ejemplo 1

Un profesor entra en clase con una actitud negativa hacia los estudiantes, ni siquiera los mira ni se dirige a ellos. Va directamente a su mesa y empieza a sacar los libros de texto y los cuadernos. No interactúa con los alumnos, no les pregunta, no se involucra, siempre utiliza el mismo escenario para impartir la materia y no hay momentos de ilusión, de emoción ni de diversión. Un docente que tiene unos conocimientos espectaculares y es un genial orador. Pero no todo se queda en ser un experto en la materia. Para enseñar hace falta más. Mucho más. Hace falta corazón. 

Ejemplo 2

Un docente que entra con una sonrisa en la cara y una actitud positiva. Con mucho sentido del humor y que saca la mejor versión de los estudiantes.Que se esfuerza en preparar un diseño de clases distintas para así captar la atención de los estudiantes. Un profesor que se involucra, que intenta comprender, que escucha, que valora y que acompaña en todo el proceso educativo a los estudiantes. 

Analicemos ambas situaciones. ¿Cuáles creéis vosotros que serán los resultados en las aulas? Os voy a decir mi opinión. En el primer caso, tenemos a un profesor experto en una asignatura pero que no adapta el temario ni la metodología a los estudiantes. Tenemos a un profesor que no tiene en cuenta la creatividad, ni la imaginación y que tampoco cree que es importante el sentido del humor. No valora a los alumnos, no habla con ellos y no muestra ningún tipo de interés.

Por otro lado, tenemos a un docente totalmente distinto. Un profesor con empatía, divertido, positivo y que transmite mucho entusiasmo a los estudiantes. Además, se implica con ellos y tiene muy en cuenta el pensamiento crítico y la reflexión. Siempre trata de comprender a los estudiantes y escucha lo que tienen que decir. De esta forma, los alumnos también se sienten valorados y respetados. 



Resultado del ejemplo 1

Alumnos desmotivados y desilusionados con el aprendizaje y la enseñanza. Con profesores negativos, sin entusiasmo y sin emoción, los estudiantes no tendrán ningún reto ni desafío. No tendrán nada que descubrir ni experimentar. Y tampoco nada sobre lo que reflexionar, preguntar y cuestionar. De esta manera, los estudiantes irán a clase por pura rutina y obligación y no por placer. 

Resultado del ejemplo 2

Alumnos motivados, tranquilos, relajados, cómodos, felices y encantados de aprender cosas nuevas. Libres de poder desarrollar su creatividad y su imaginación. Libres de poder expresar sus emociones y sentimientos. Y libres de poder debatir y opinar. Estudiantes que se sorprenden, que se sienten valorados y escuchados. Estudiantes con corazón, comprometidos y con pensamiento crítico.

Una actitud positiva y abierta es clave para conseguir que un docente motive y despierte en ellos el interés por aprender y conocer cosas nuevas. En las aulas, son los docentes los que tienen la oportunidad de formar estudiantes activos y sensibles. Son los profesores los que pueden fomentar el pensamiento crítico, la educación emocional y reforzar los valores que los alumnos han aprendido en casa. La sociedad debería dejar de ver a los docentes como meros transmisores de conocimiento y profesionales que corrigen exámenes. Porque sin duda alguna, son mucho más.

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