Aunque no nos guste reconocerlo, hay maestros con actitud negativa en las aulas
Hace unos días, paseaba a mi perro con mi vecino de quinto de primaria. En una de nuestras conversaciones me dijo: “Mel, a mi profe no le gusta estar en clase con nosotros”. Solo con esa frase ya me sentí entristecida. Pero quería saber por qué pensar por qué pensaba eso y se lo pregunté. Su respuesta fue la siguiente: “ella siempre viene enfadada al colegio, nos habla mal y se cabrea muchísimo si suspendemos algún examen”.
Y ahora él quién me lanzaba una cuestión a mí: “Mel, ¿por qué crees que a mi profesora no le gusta estar con nosotros?
Antes de que pudiera responderle él me cortó para decirme lo siguiente: “los de la otra clase tienen mucho morro. Su profe les pone vídeos, lleva juegos a clase, siempre se están riendo y aprenden un montón de cosas”. A partir de ahí, ya no supe que decir. Que un niño de educación primaria se de cuenta de la poca vocación y pasión de algunos maestros es algo que jamás debería ocurrir.
Y no debería ocurrir porque en los centros educativos todos los profesores tendrían que ser de corazón. Ser maestro es algo opcional. Nadie obliga a nadie a escoger esa carrera y ese trabajo. Ilusa de mí al pensar que todas las personas que elegían estudiar magisterio cuatro años de su vida lo hacían por gusto y vocación. Inocente de mí al pensar que ningún maestro tiene una actitud negativa en clase con sus estudiantes.
¿Qué puede provocar una actitud negativa de los profesores?
En algunas ocasiones, los padres de mi vecino me habían comentado que no habían tenido suerte con la profesora y que su hijo decía que no quería ir a clase. La maestra les llegó a decir que el niño siempre estaba mirando a las musarañas y que así era imposible seguir el temario y los libros de texto. Sé de sobra cómo es mi vecino. Sé de sobra la imaginación y la creatividad que tiene.
Si en las aulas no se fomenta esos dos aspectos tan necesarios para el desarrollo íntegro, comprendo muy mucho que se aburra y que pierda el interés. Pero como él otros cientos de niños que están cayendo en picado en la rutina escolar. Una rutina que está muy lejos de respetar a cada estudiante. Una rutina que está muy lejos de sacar a la luz todos los talentos de los alumnos.
¿Cuántos maestros de corazón sin actitud negativa están en la calle esperando un trabajo en un centro?
Desde que hablé con el niño no he podido dejar de pensar en lo que me dijo: “es que mi a mi profe no le gusta estar con nosotros. Siempre viene enfadada a clase”. No puedo explicar cómo una persona así esté trabajando en un centro educativo. ¿Cuántos maestros de corazón están en la calle esperando un puesto? Para muchos niños, los profesores son ejemplos a seguir, les admiran y quieren parecerse a ellos.
Me parece vergonzoso que una persona que se llama así misma maestro y no disfruta de su trabajo cada día esté en un aula con niños enseñando. Lo único que van a lograr transmitir este tipo de “profesionales” a los alumnos es rechazo, desilusión y pocas ganas de aprender.Y luego se dice por ahí que la culpa es de los niños y de que no tienen autodisciplina.
Y casi siempre la culpa es de los estudiantes…
En casi todas ocasiones son los estudiantes los que hacen todo mal: no escuchan, no atienden, no se concentran, sacan malas notas, no tienen ganas de ir al centro educativo, se aburren… A muchos profesores no se les ocurre pensar que el problema puede venir de ellos. No se les ocurre que probablemente la metodología que aplican en las clases esté obsoleta.
No se les ha ocurrido innovar o dar más importancia a las emociones. Puede que no hayan pensado en la creatividad ni en la imaginación. Y tampoco en el pensamiento crítico. Quizás no han pensado que son ellos los que se tienen que adaptar a los alumnos y no al revés. Son ellos los que tienen que probar cosas diferentes, son ellos los que tienen que inspirar a los estudiantes.
¿No se dan cuenta que con una actitud negativa están destrozando el aprendizaje de los estudiantes?
Por mucho que me duela decirlo, hay maestros que sí tienen una actitud negativa. Algunos no ven más allá de la educación tradicional. Se niegan a abrir horizontes e investigar nuevos puntos de vista y perspectivas. Y no hablemos de los que realmente no quieren estar en las aulas. No hablemos de esos docentes que están deseando que suene el timbre para irse.
Hay maestros que no se involucran, poco empáticos y que no muestran ningún tipo de sensibilidad hacia nadie. Perdonadme la expresión, pero, ¿qué narices están haciendo estas personas en centros educativos? Lo peor de todo es que no se están dando cuenta. No se dan cuenta de que están destrozando la etapa escolar de los niños. Una etapa escolar que debería estar llena de sueños.
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