¡Mama, Me aburro!

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Cuántas veces hemos oído estas simples palabras, y ¿sobre todo en época de vacaciones?, son muchos niños, e incluso los muy jóvenes, tienen una agenda muy cargada durante todo el curso escolar. Entre el horario de guardería/escuela, las actividades a las que son inscritos (natación, danza, yoga, música, otros, etc.) y la rutina en casa, donde todo está programado, los niños tienen muy poco tiempo libre para aprender a organizarse y decidir qué es lo que van a hacer. Por tanto, no habrá que sorprenderse cuando, por azar, tienen una hora que perder y no tienen ni idea de lo que hacer.

Al oír estas temibles palabras, la mayoría de nosotros nos sentimos responsables y queremos solucionar su “problema” inmediatamente.  Debemos pensar que es normal, cuando tú eras niño, seguramente recuerdas ciertos días de lluvia donde el tiempo se te hacia eterno, o esas visitas familiares que se resumían en largos diálogos entre adultos. Desde el principio de los tiempos, los niños, han conocido de una forma u otra, el aburrimiento.

Lo que ha cambiado es la manera en que los adultos perciben este aburrimiento y reaccionan. En nuestra sociedad de productividad y performance, un uso eficaz del tiempo es algo muy valorado. El aburrimiento tiene muy mala prensa… No saber que hacer es sinónimo de perder el tiempo. Cuando un niño dice que se aburre, intentamos a toda costa ocupar su tiempo y respondemos a su aburrimiento ofreciéndoles entretenimientos tecnológicos o actividades estructuradas. Pero esto, en realidad, es contraproducente. Los niños necesitan tropezarse y comprometerse con la cruda materia de la que la vida está hecha: el tiempo no estructurado.

Intenta no hacer de la tele y los aparatos electrónicos como los únicos y últimos recursos para entretener a tus hijos, ya que estas soluciones los mete en un agujero más profundo. Existen estudios que muestran que los niños que juegan habitualmente con consolas se van a sentir aburridos más a menudo que otros niños. Incluso después de eliminar el hábito, puede ser que pasen meses antes de que encuentren otras actividades que les apasionen. Pero, ¡no te rindas! Estas haciendo a su creatividad un enorme favor.

¡Deja que tu niño se aburra!

Ofrecer a los niños tiempo para aburrirse despertará en ellos la inquietud de qué cosas hacer para divertirse, fomentando así la creatividad y dejando que ellos mismos elijan las actividades, ya que desafía a los niños a explorar sus propias pasiones. Si les mantenemos ocupados con clases y actividades estructuradas, o si “llenan” su tiempo con entretenimientos de pantalla, nunca aprenderán a responder a las señales de su propio corazón, que podría llevarles a estudiar las imperfecciones de la acera, a construir un fuerte en el jardín de atrás, a modelar un monstruo de arcilla, a escribir un cuento o una canción o a organizar a los niños del barrio para rodar una película. Estas llamadas de nuestro corazón son las que nos dirigen a las pasiones que darán sentido a nuestras vidas, y están a nuestra disposición desde el comienzo de nuestra infancia, cuando tenemos rienda suelta para explorar y perseguir aquello donde nuestro interés nos lleve.

Además, el tiempo no estructurado da a los niños la oportunidad de explorar su mundo interno y externo, lo cual es el comienzo de la creatividad. Esta es la manera en la que aprenden a comprometerse con ellos mismos y con el entorno, a imaginar, inventar y crear.

Y es también, esencial para los niños el tener la experiencia de decidir por sí mismos como usar los periodos de tiempo no estructurados, o nunca aprenderán a manejarlos. Uno de nuestros mayores desafíos como adultos, o incluso como adolescentes, es aprender a manejar bien nuestro tiempo.

Y si el aburrimiento fuera un aprendizaje…

La mayoría de los niños, si se les da tiempo no estructurado y tras alguna pequeña queja, aprovechan la oportunidad y encuentran algo interesante que hacer con él. Los niños siempre son felices al máximo con juegos autodirigidos. Esto es así porque jugar es su “trabajo”. Es como resuelven emociones y experiencias que han tenido.

Cuando los niños no son capaces de encontrar algo que hacer, usualmente es porque:

Están tan acostumbrados a los entretenimientos de pantalla que no tienen práctica en mirar dentro de ellos mismos en busca de directrices.

Su tiempo es siempre tan estructurado que no están acostumbrados a encontrar cosas divertidas que hacer con su “tiempo libre”.

Necesitan atención de los padres. Todos los niños necesitan encontrarse con sus padres a lo largo del día para “recargarse”.
  Desafortunadamente, nuestra sociedad está creando toda una generación de niños adictos a las pantallas. Esto es debido a que la electrónica (IPad, teléfonos, ordenadores…) está diseñada para producir pequeños premios, en forma de dopamina en nuestros cerebros, mientras interactuamos con ellos. Esta es una sensación tan agradable que, en comparación, otras empalidecen.

Pero los niños necesitan todo tipo de experiencias: desde construir con bloques (habilidades motoras, habilidades perceptivas), relacionarse con otros niños (aprendiendo como llevarse y compartir con otros) hasta actividades creativas (convirtiéndose en un “hacedor”, no en un observador pasivo). Los niños también necesitan estar físicamente activos o no pueden concentrarse para aprender. Es por esto por lo que es necesario limitar el tiempo ante la pantalla.

 

Cuando los niños dicen que están aburridos, ¿cómo deberíamos nosotros (los padres) responder?

Primero, deja lo que estés haciendo y céntrate de verdad en tu hijo durante cinco minutos. Si utilizas este tiempo para conectar, charlar y haceros mimos, tu hijo probablemente conseguirá la “recarga” que necesita y se irá por su camino con bastante rapidez.

Si no se suelta de tu lado, y necesitas volver al trabajo después de unos minutos de auténtica conexión, ten en consideración que quizá necesita un poco más de tiempo contigo. La mayoría de ocasiones en que los niños se muestran “quejicas” e incapaces de concentrarse se debe a que necesitan más tiempo de conexión profunda con nosotros. Ofrécele involucrarse en lo que estás haciendo o tómate un descanso de tu trabajo y haced algo juntos.

Una vez que estés seguro de que tu hijo tiene su “tanque de amor” completamente lleno, puedes volver a la pregunta “qué hacer“. Para entonces, probablemente él ya tenga algunas ideas de cosas que le gustaría ir a hacer. Si no, dile que imaginarse cómo disfrutar de su tiempo es su trabajo, pero que te encantaría ayudarle con una lluvia de ideas sobre posibles actividades.

Otro punto es que hay que enseñar a jugar solos a los niños. También importante Animarle a tomar iniciativas: estoy seguro que encontraras alguna cosa interesante a hacer, pero no te precipites a ocuparlo rápidamente.

Si este es el caso (no sabe jugar solo) de tu hijo, le puedes ayudar participando en sus actividades. Esto puede parecer paradójico, pero si quieres que tu hijo aprenda a jugar solo, tienes que jugar primero con ellos.

Comenzar una actividad con tu hijo, ayúdale en el principio y después aléjate. Estando en la misma habitación, podrás desde lejos hacer comentarios acerca de su actividad.

Continuado solo en el juego, tu hijo aprenderá a jugar y a crear por el mismo. Desarrollará confianza en sus capacidades aumentará su autonomía.

Puedes sugerirle hacer un dibujo o un bricolaje para alguien en particular, esto le añadirá una motivación suplementaria. Cuando su confianza sea más grande, tu hijo podrá jugar solo en otra habitación, no tendrá la necesidad de jugar frente a ti.

enseñar a jugar


Si realmente parece que no encuentra nada que hacer….

 La mayor parte del tiempo, dejando a los niños con sus propios recursos acaban encontrando algo interesante, pero a veces realmente necesitan nuestra ayuda, especialmente si de pronto tienen más tiempo entre sus manos que de costumbre o no tienen a su alcance la televisión y la electrónica, una vez que los niños se acostumbran a estas limitaciones se convierten en expertos en entretenerse a ellos mismos y se vuelven más creativos a la hora de jugar.

Incluso si tienes que ayudar a tu hijo a pensar en alguna cosa que hacer, podemos crear el Tarro del Aburrimiento, que lo llenaremos de ideas escritas en trozos de papel y tendrá que coger tres papelitos del tarro y elegir una de las actividades.

 Aquí tienes algunos ejemplos de ideas que podrían estar en su Tarro contra el Aburrimiento:

Escribir una carta a la abuela

Correr dando vueltas al jardín tres veces

Poner algo de música y bailar

Escribir en un papel diez cosas que te gustan de cada miembro de tu familia

Cepillar al perro o darle un baño

Buscar formas en las nubes

Ver cuántas veces puedes acertar en la canasta de baloncesto

Hacer un dibujo

Lavar el coche

Planear una caza del tesoro con pistas

Montar en bici

Empezar un diario

Organizar tu habitación

Escribir un cuento o un poema

Crear una obra de teatro con disfraces

Recortar fotos de revistas y hacer un collage

Sorprender a mamá haciendo la comida o un postre

Hacer un zoo con los peluches

Hacer y decorar un calendario, marcando las fechas importantes

Crear un periódico familiar

Comenzar una colección (hojas, piedras, botones…)

Colgar una cuerda de tender la ropa en tu habitación y enganchar fotos de ella con clips para hacer un álbum

Hacer que tu habitación sea una selva

Hacer un recorrido de obstáculos

Usar tubos viejos de cartón y cajas para hacer un laberinto fantástico

Hacer arte aprovechando bisuterías o joyas antiguas

Hacer una pelea de globos de agua (¡en el exterior!)

Memorizar un poema y recitárselo a tus padres

Hacer un barquito con una botella de plástico y palitos de helados (usar cinta adhesiva para pegar) y hacerlos flotar en el estanque

Jugar a algún juego de mesa

Crear tu propio juego de mesa

Intentar pintar un dibujo con tu pié

Pintar en la acera con tiza

Jugar a saltar a la cuerda

Jugar con pompas

Quitar las malezas del jardín

Hacer muñecos con calcetines viejos y botones

Hacer una lista de cosas divertidas qué harías con un adulto  

Si tu hijo sabe leer, tiene un mundo entero de libros esperándole. Por supuesto necesitarás una visita semanal programada a la biblioteca para encontrar esos libros. Y tendrás que “enganchar” a tu hijo a la lectura comenzando a leer con él.

Elige un libro que pueda leer, pero que quizá no eligiese por sí mismo. Un libro sencillo por capítulos en vez de un libro de dibujos, por ejemplo. Leed juntos hasta que tengas que contestar una llamada de teléfono o tengas que comenzar a preparar la cena, pero por lo menos un cuarto de libro para que tu hijo se quede enganchado. Entonces, dile que es el momento de que siga leyendo solo. Es su elección. La mayoría de los niños cogerá el libro y lo terminarán por sí mismo, y si no lo hace, tendrás que elegir un libro de un nivel un poco inferior la próxima vez. Sigue eligiendo cada vez libros más grandes, ligeramente más difíciles.

Si tu hijo SABE leer, pero ya ha estado leyendo todo el día, necesita un descanso, tú has pasado ya media hora con él y no puedes pasar más tiempo, no hay compañeros de juego disponibles y además no encuentra nada que le interese en el tarro del aburrimiento, necesita un proyecto especial con el que entusiasmarse y que utilizaras para situaciones de emergencia.

Si tu hijo no sabe leer aún, pero tú estás disponible, hay miles de cosas maravillosas que puedes hacer con él, y seguro en el momento justo que cuando esté llorando te quedes en blanco, así que es buena idea que tengas una lista hecha de antemano. Te recomiendo juegos que estén diseñados para establecer y que os ayudan a profundizar en la relación, lo que hace a los niños mucho más cooperativos y os hace a los dos más felices.

Cuando tu hijo aún no sabe leer lo suficientemente bien como para estar entretenido una hora y tú estás ocupada, son esos momentos que realmente no hay “nada” que hacer, pero el problema puede estar resuelto si puedes incluir a tu hijo en tus actividades, esto implica que no habrás visto jamás un niño tan orgulloso.

Pero ahora imaginemos que estás haciendo algo en lo que de verdad no te puede ayudar, esto es ciertamente un desafío. Los niños en edad preescolar generalmente estarán encantados de entretenerse una hora entera con arena y agua, pero el problema principal con los niños pequeños es que necesitan supervisión. En este caso, cuando no puedes supervisarles, ¿Qué podemos hacer? Elige alguna grabación que tenga una duración limitada para que haya un final natural y así te evites peleas cuando la apagues. Además, de paso evitas que vea anuncios. Dale al niño algo para esperar hacer después contigo, como pasar un tiempo especial juntos. Y asegúrate de apagar la pantalla cuando ya estés disponible, en vez de aprovechar para terminar “solo una cosita más” en tu ordenador.
 

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Fuente: este post proviene de El noticiero de Montse, donde puedes consultar el contenido original.
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