Maternidad 2.0

Últimamente, con esto de ser bloguera novata, me he estado metiendo en muchos sitios relacionados con el ser madre. Y noté cierta presión (en mí principalmente) en querer ser una “buena madre”.

Creo que antes, no había mucho cuestionamiento en esto de criar hijos de tal o cual manera. ¡Hasta me lo dijo mi propia madre! “Mariflor, es que antes no se hablaba de estas cosas.” Bueno, resulta (por suerte y gracias a la toma de partido de unas cuantas) que ahora sí y con ello viene el caudal de presiones del deber ser para las madres que además de ser nuevas en esto de la maternidad, también somos nuevas en esto de la maternidad consciente.

Y así nos vemos envueltas en un rollo inmenso de querer hacerlo todo. “¡Debo ponerlo todo en práctica! Si ella puede, ¿por qué yo no?” Y ahí es donde empezamos a cometer los primeros errores en esto de ser madres a consciencia.

Ahí se nos van metiendo ideas de otras madres y empezamos a odiar a las Princesas de Disney; queremos suplir la carne de vaca por mijo y quínoa, la leche de vaca por leche de almendras; queremos vender la televisión y dar de baja el cable; aborrecemos todo lo que tenga plástico, queremos comprar toda ropa hecha 100% con algodón sin tintas artificiales y somos especialistas en teorías Waldorf y Montessori. Voilà. Vamos camino a ser fundamentalistas de la maternidad consciente.

Y lo que menos hacemos es ser conscientes.

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La auto-crítica

Estoy de acuerdo con todo lo que escribí más arriba, es cierto. Quiénes ya hayan leído mi blog sabrán que vengo creciendo en este camino que implica un despertar en todo sentido y comencé ese camino gracias a Mirula y con ella. Mi hija es mi gran maestra.

También es cierto que a veces me veo envuelta en este frenesí de tomar todo lo que siento que es bueno para Mirula y termino un tanto frustrada. ¿Por qué me pasa esto? En primer lugar, porque no puedo tomar todo lo que leo o veo y trasladarlo así porque sí a mi vida. Porque no tengo el mismo entorno que tienen muchas de las mamás que leo, con las que incluso me escribo y hasta con las mamás que me rodeo.
Para que no pase esto me debo reconocer como ser único, con una historia única y por lo tanto, que vive la maternidad de una manera única.

Regularmente, la búsqueda de la tribu nos lleva a mirarnos en un espejo. Pero como en todo aspecto de la vida, uno debe elegir en qué espejo mirarse, ya que si es muy distante a la realidad de uno, no hará más que hacernos sentir mal al respecto.

Pongo un ejemplo más que claro. Yo no puedo querer hacer exactamente lo mismo que una mamá española, que tiene un gran compañero de marido, una profesión y una casa a orillas del mar. ¿Por qué? Porque vivo en Argentina, soy mamá soltera con un papá totalmente ausente, tengo yo sola mi casa y mi pequeña familia a cargo (recuerden que también vivimos con Abuela) y si bien tengo un trabajo relativamente bueno, no pude terminar mi carrera por estar al frente de todo e intentar hacerlo lo mejor que puedo.

He aquí el quid de la cuestión: uno lo hace lo mejor que puede.

Desde que soy mamá, intento darle la alimentación que considero más nutritiva a Mirula. Hay días en que llegamos cansadas de tanto viaje (tenemos dos horas hasta llegar a mi trabajo y a su jardín- sí, ¡dos horas!) y no tengo ganas de hacerle otra cosa que no sean fideitos con manteca y queso. Cuando no estamos tan agotadas y los días son más largos, preparamos algo rico juntas o sino, dejamos la comida en manos de Abuela y aprovechamos para pasar por la plaza antes de llegar a casa.

Por el mismo motivo, como tomamos colectivo, tren y subte para llegar hasta el Microcentro, no nos queda mucho tiempo en casa para dedicarle a la lectura tranquila, entonces, nos llevamos libros que leemos en el tren (donde hacemos el trayecto más largo) y además, a veces, hasta tenemos público ocasional que nos escucha atento.

En casa, los días de semana no nos dan más que para un buen baño y algún rato de juego. A veces, dibujamos, a veces hacemos alguna artesanía o a veces ponemos algunos videos que nos gustan mucho. Aquí aparece uno de los tantos debates de las mamás: tele/compu, ¿sí o no?
Mi postura al respecto es clara: todo exceso es malo. No enchufo a Mirula para hacer otra cosa. Ha recibido una tablet en Navidad que casi no usa (entre otros bellos regalos que sí) y no ve cosas en la computadora todos los días. Ahora, ya se ha acostumbrado a dormirse sin la luz de la tele (que era para una de las pocas cosas  que se prendía) y prefiere la luz de mi lámpara de sal.

En la computadora, la acompaño y ayudo a elegir qué mirar. Como ya mencioné en otra ocasión acá, somos fanas de varios grupos de música para niños que además de tener buena música, generan contenido audiovisual de calidad. Nos divertimos bailando juntas o aprendiendo juegos de rimas y ritmos con ellos. Cuando aparece algo que no es para pequeños de su edad o que es poco interesante simplemente se lo digo y ella me pregunta si puede ver otra cosa.

El celular casi ni lo uso yo, así que ella, menos. Como es casi rústico, sólo lo uso para comunicarme con Abuela cuando estoy en el trabajo y enviar algunos mensajes a los amigos y amigas que están lejos.

Con respecto a los juguetes, sí empecé a hacer un cambio rotundo. Y aprendí a observar ese aspecto de lo que debe tener el buen juguete.
Si uno va a una juguetería en los días previos a la Navidad y observa, verá que la gente en general lleva por llevar, cosas que el vendedor, vende por vender. Juguetes Ni-Ni. Ni divertidos, ni didácticos, ni llamativos, ni nada.
Con Mirula, estamos haciendo de a poco un cambio de juguetes viejos, regalados y comprados, por otros más lindos. A Buenos Aires todavía no llegó el bello arcoíris gigante de madera de Grimms (que sí, se me cae la baba por comprárselo a Mirula) pero bueno, hacemos lo que podemos y compramos algunos otros que tengan las características de un buen juguete. Para ello les comparto un artículo de Aguamarina, de De mi casa al mundo, donde habla de ello aquí.

Los fines de semana nos dedicamos a pasear y a hacer cosas. Algunas las compartimos en este blog y otras nos las atesoramos. Aunque Mirula siempre se acuerda y saca fotos para “Con Mirula por el mundo”. Ella sabe que forma parte de la blogsfera y saca fotos para compartir con nuestros lectores. Tal vez deba subir algunas a nuestro álbum.

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En fin, escribí todo esto para llegar a la misma conclusión de más arriba: ser mamá consciente es tratar de hacer lo mejor posible con todo lo que hago. Es reconocerme humana y a veces también cansada.
Cuando no tengo energías para jugar, le propongo una opción a Mirula: cocinemos juntas, por ejemplo. Ella sabe que habrá un momento para jugar, pintar mandalas en hojas o paredes, disfrazarse o armar rompecabezas.
Ser mamá consciente es reconocerme atenta a mi hija y a nuestro entorno. Es reconocerme autocrítica cuando quiero hacer cosas que no puedo, revisar los motivos y escribir una entrada en blog al respecto. ;)

Me alegra formar parte del mundo blogueril de madres 2.0.

¡Gracias por estar! :)

Las/os abrazo.

Mariflor


Fuente: este post proviene de Con Mirula por el mundo, donde puedes consultar el contenido original.
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