Niños que no comen: 10 razones más frecuentes

Es posible que te sorprendas de por qué tu hijo se niega a comer y de cómo se puede cambiar la situación haciendo algunos sencillos ajustes.

Niños que no comen: Razones y cómo conseguir que coman de nuevo

niños que no comen
No hay nada como pasar tiempo preparando, cocinando y sirviendo una comida, solo para que tu hijo levante la nariz y empuje su plato. Ugh, muchas personas pasan por esto y saben lo frustrante que resulta. Sin embargo, hay que aprender a no tomarlo personalmente (lo cual es difícil), y saber las razones más comunes por las que esto sucede.

Estas son las principales razones por las que tu hijo se niega a comer en las comidas y qué puedes hacer al respecto:

1. Se siente presionado:

Si un niño siente alguna presión para comer o siente que sus padres están ansiosos a la hora de comer, es probable que retroceda y no coma. Los bebés y los niños pequeños sienten la tensión, ¡incluso si no sois tan directos como para decirle: cómete tus guisantes!”. Si te enfocas demasiado en qué y cuánto come durante la comida, en lugar de permitirle que simplemente coma mientras tú te enfocas en tu propia comida, el niño dejará de comer enseguida o ni siquiera querrá probar el plato. Tal vez acercas continuamente la comida a tu hijo, observas cada uno de sus movimientos, quieras perfeccionar sus acciones mientras come, continuamente sacas alimentos no consumidos de su plato y los reemplazas con comida nueva, hablas de su falta de alimentación o tratas de darle de comer con cuchara: todo esto son formas de presión indirecta.

Cómo solucionar esto: deja que tu hijo se alimente y coma a su propio ritmo en las comidas, proporciona variedad de alimentos en las comidas en cantidades manejables, y deja que el propio niño se encargue de si come y cuánto come. Deja de prestarle atención durante la comida. Lo sé, es difícil no hacerlo cuando apenas toca su plato, pero aprende a hacerlo. Siéntate y entabla conversaciones con toda la familia, incluido tu hijo. Si puedes pensar en la hora de comer como un momento de unión familiar antes que tomártelo como un reto para que tu hijo coma, éste no se sentirá tan presionado y estará más abierto a probar alimentos nuevos o previamente rechazados.

2. Siente que no tiene voz:

niño participando de las tareas de la cocina
Existen investigaciones que apuntan a que los niños comen mejor cuando ayudan a comprar, preparar, cocinar o servir su propia comida. Por eso es importante incluir a los niños en la preparación de comidas, incluso hacer que mezclen los ingredientes o pongan la mesa puede servir de ayuda. Aunque los padres son en última instancia los que diariamente están a cargo del “qué” habrá de comer, los niños pueden sentir cierto rechazo a la comida si los padres no los incluyen en la elección de los alimentos de vez en cuando. Pueden aburrirse de lo que se les da de comer, o tal vez no les gusta la forma en que colocan sus alimentos en el plato.

Aquí te explicamos cómo solucionarlo: sabemos que es importante establecer límites saludables y cumplir con la responsabilidad del “qué, cuándo y dónde”, pero también está bien dejar que tus hijos sean parte de este proceso, especialmente cuando se trata del “qué”. Hay algunas maneras de incluir a tus hijos en el proceso de comida, y todas tienen algo en común: se les da a los hijos opciones estructuradas. La elección estructurada es clave cuando se trata de alimentar a los niños. Se les da algo de voz y los hijos se sienten como si tuvieran un poco de control, permítele a tu hijo tener el control de vez en cuando.

Algunas de estas estrategias funcionarán mejor en niños más pequeños y otras en niños mayores.

Compras: llévalo de compras y pregúntale qué quiere probar de cada sección. Proporciónale 2 ó 3 opciones en cada sección de la tienda de comestibles. Podrías decir algo como “¿quieres probar kiwis, naranjas o moras esta semana?”. O si está comprando verduras, podrías decir “¿quieres probar coliflor, berenjenas o pimientos rojos esta semana?”

Planificación de comidas: deja que tu hijo ayude a planificar las comidas de la semana o incluso lo que tendrá de aperitivo esa tarde. Si planeas tú la comida, podrías decir “el miércoles, vamos a comer salmón”. ¿Con qué te gustaría acompañarlo? ¿Con arroz, quinoa o pasta?. Y qué pasa con las verduras … podríamos hacer espárragos, ensalada César o verduras al horno, ¿qué prefieres?

Si es hora de la merienda, puedes preguntarle a tu hijo “¿te gustaría comerte un yogurt con una pera o un plátano con un poco de queso?”.

Preparación: Podrías decir “es hora de ayudarme a preparar la cena” y preguntarle a tu hijo si quiere lavar las frutas y verduras, mezclar los ingredientes o poner la mesa. Déjalo decidir qué le resulta más divertido (¡o podrán elegir más de una opción!).

En evidente que involucrar a tu hijo en la planificación, preparación y cocción de comidas puede hacer que el proceso sea más largo y tal vez un poco más frustrante. Pero los beneficios son enormes y vale la pena. La paciencia es la clave.

3. Está aburrido:

Muchos padres nos quedamos atrapados en rutinas de comida y servimos lo mismo una y otra vez. Traducción: gran aburrimiento infantil. Aquí hay un ejemplo: servimos a nuestros hijos la misma merienda casi todos los días: una barrita de cerales saludable, queso o yogurt y una pieza de fruta. Sí, lo mismo una y otra vez. Con esto podemos conseguir que el niño deje de querer comer su merienda, no solo una vez, sino prácticamente todos los días.

Cómo solucionarlo: pregúntale directamente si está aburrido de la comida o si le gustaría que de comer hubiese más variedad de platos, otros tipos de recetas. Luego busca distintas y nuevas opciones y asegúrate de rotarlas para que tu hijo no se aburra. Nosotros mismos nos aburrimos de ciertos alimentos y ¡nuestros hijos también!. Este suele ser un desafío fácil de superar, así que manos a la obra.

4. Simplemente no tiene hambre:

El apetito de los bebés y los niños puede ser impredecible y variable en el mejor de los casos. Después de los dos años, el crecimiento se ralentiza y se estabiliza, lo que significa que los niños pequeños ya no tendrán tanta hambre como solían tener hasta entonces. Habrá días que tu hijo coma más y días que apenas prueben bocado. Mientras la salud de tu hijo no esté en juego, déjale a él estar a cargo de si come y cuánto come. Es posible que tu hijo simplemente no tenga hambre física cuando se sirve una comida (por cualquier razón) y eso está bien.

Cómo solucionarlo: intenta aceptar un “no tengo hambre” como una respuesta admisible y recuérdale a tu hijo que la cocina estará cerrada después de la comida.

5. Está distraído:

Permitir que tus hijos vean la televisión, miren el móvil o jueguen con juguetes en la mesa es una receta para distraerse. Las distracciones de pantalla pueden funcionar de dos maneras (ambas negativas). Cuando un niño mira un vídeo o juega en un iPad mientras come, está concentrando la mayoría, si no toda su atención en el vídeo que está viendo o en el juego que está jugando. No le queda atención para comer, y mucho menos para escuchar su barriga. Con una pantalla frente a ellos, los niños pueden comer más o menos fácilmente porque simplemente no están prestando atención al momento de la comida. Los niños pequeños tienen dificultades para concentrarse en su comida con distracciones mínimas, imagina si se trata de distraerse con una gran pantalla brillante en movimiento frente a ellos. Lo mismo ocurre con los juguetes sobre la mesa.

Cómo solucionarlo: establece límites saludables y no permitas pantallas o juguetes en la mesa mientras se come. Si tienes varios hijos, siéntalos estratégicamente para que no puedan tocarse entre sí (esto evitará juegos durante la comida e incluso discu

siones innecesarias). Además, coloca un taburete debajo de la silla de tu hijo para que sienta que sus pies están firmes y estables, ya que esto podría ser otra causa de distracción.

6. Las porciones son demasiado grandes:

Algunos niños se sienten abrumados ante un plato con demasiada comida frente a ellos. Este pequeño detalle puede hacer que tu hijo no llegue a probar plato. Además de desperdiciar comida innecesariamente, servir una ración demasiado grande puede ser la causa de que tu niño no coma.

Cómo arreglarlo: reduce las porciones que sirves a tu hijo a la mitad. Seguramente, si el motivo por el que tu hijo no come es por servir platos demasiado grandes, comprobarás cómo empieza a comer de nuevo e incluso a veces te pedirá más. Nosotros a veces también actuamos igual: si nos sirven una porción muy grande de cualquier alimento, inmediatamente nos apagamos y no comemos tanto.

7. No se siente bien:

Si un niño no se siente bien, es poco probable que coma bien en una comida. Perder el apetito es a menudo la primera señal de que se está presentando una enfermedad. En este caso, asegúrate de mantener a tu hijo hidratado y ofrece alimentos fáciles de digerir hasta que recupere el apetito (arroz blanco, plátano, pan blanco, manzana, sopa…).

Cómo manejarlo: ofrécele alimentos a menudo cuando tu hijo esté enfermo, pero no lo empujes a comer, los líquidos son lo más importante. Si te das cuenta de que su hijo no quiere comer y lo notas cansado o letárgico, este podría ser el caso.

Tu hijo también podría estar teniendo problemas digestivos (como estreñimiento o reflujo ácido) que pueden hacer que le resulte incómodo comer. Si sospechas que éste es el problema, concéntrate más en ofrecerle granos enteros ricos en fibra, frutas y verduras y muchos líquidos (estreñimiento) y evite los alimentos con alto contenido de ácido como los tomates, las frutas cítricas, y los alimentos picantes (reflujo ácido). Si estos problemas persisten, habla con el médico de tu hijo o con un dietista pediátrico para obtener más ayuda.

8. Demasiada leche o zumo:

Beber leche entre comidas puede tener un efecto saciante. La leche contiene grasas y proteínas, dos nutrientes que hacen que los niños se sientan llenos.

Cómo solucionarlo: a los niños pequeños no se les debe ofrecer más de dos tazas de leche por día. Intenta ofrecer media taza en cada comida (o justo después) y que el agua sea el único líquido que el niño ingiere entre comidas para hidratarse.

El zumo contiene un exceso de calorías y azúcar que los niños no necesitan: les llena la barriga y les aporta muy poco valor nutricional. ¿Sabías que un brik de zumo de 250 ml contiene el equivalente a seis cucharaditas de azúcar?. Si tus hijos beben zumo, limita su consumo a no más de 125 ml por día y que lo tome únicamente durante las comidas.

9. Hay demasiados bocadillos:

Los niños que comen entre comidas frecuentemente, o meriendan al azar durante el día pueden llegar a la mesa sintiéndose demasiado llenos . Por eso es tan importante establecer una estructura en torno a los horarios de los bocadillos o aperitivos.

Cómo solucionarlo: debe haber una hora de aperitivos o refrigerio designada en la que se ofrezcan uno o dos alimentos (como yogur y fruta o queso y galletas), en lugar de que los aperitivos sean un espacio libre de comidas al azar. Los bebés y los niños pequeños deben tener la oportunidad de crear apetito hacia las comidas, de lo contrario, no comerán mucho y les será más difícil aprender su propia autorregulación. Esto no solo interrumpe las comidas familiares, sino que también puede afectar la ingesta nutricional de un niño y la relación general con la comida con el paso del tiempo.

10. Está muy cansado:

Es muy posible que tu bebé o niño pequeño esté demasiado cansado para comer. Después de un largo día de juego, guardería, preescolar, parque, etc., algunos niños simplemente no tienen la energía para llevarse el tenedor a la boca. Si descubres que su hijo se muestra quisquilloso, llora fácilmente, se frota los ojos o muestra signos de sueño, ése es probablemente el motivo por el que no come.

Cómo solucionarlo: aliéntalo a llenar su estómago antes de acostarse lo mejor que pueda y recuérdale que no hay más comida hasta mañana. Si no come mucho, se podrá compensar en algún momento al día siguiente, por lo que no hay mucho de qué preocuparse.

Sin embargo, si descubres que tu hijo está cansado regularmente en la cena, podría significar que necesita una siesta por la tarde. También es aconsejable considerar que la cena se sirva más temprano. A veces los horarios de la cena marcan una gran diferencia.

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