El jueves pasado Mara inició su andadura en el colegio. Y lo hizo feliz, con una especie de fiesta de bienvenida (a la que también estábamos invitados los padres) para descubrir el que, si no pasa nada, durante los próximos 13 años se convertirá en su segundo hogar. Fue apenas una hora y media, pero a la pequeña saltamontes le bastó para regresar a casa con ganas de más “cole de mayores”. Y a nosotros para quedarnos más tranquilos con la elección porque, entre otras cosas (y dado que vivimos de alquiler y nos gustaba la idea de residir en Madrid capital), nos mudamos en febrero con la vista puesta en ese cole. Es más, nuestra búsqueda de piso empezó por ahí, por los alrededores del centro escolar.
Y pese a los temores que siempre suscita una decisión que consideramos tan trascendental y a las opiniones, que siempre las hay para todos los gustos, las reuniones, los principios que han compartido con nosotros en las mismas y los gestos del profesorado nos han reafirmado en nuestra determinación. Más aún ver la actitud de Mara, deseosa de ir al colegio desde buena mañana porque ya lo ha asimilado con un lugar en el que se lo va a pasar bien, va a poder ser una niña y le van a facilitar todas las herramientas del mundo para que su experiencia sea feliz. Por eso, entre otras cosas que desgranaré a continuación, elegimos el cole de Mara:
Porque es un cole con mucha experiencia en la educación por proyectos y sin libros: Ahora cada vez está más implantado, así que son muchos los centros que se suman a la ola con más o menos acierto e ímpetu. El cole de Mara lleva ya muchos años apostando por este tipo de metodología, revolucionario hace no tanto, pero que hoy parece haber alcanzado bastante consenso en torno a sus beneficios. No hay libros. Son los niños, apoyados por los profesores, los que dan forma al temario.
Porque los padres se implican mucho en el funcionamiento: Siempre hemos sido firmes defensores de la escuela pública, pero lo cierto es que cuesta encontrar este tipo de proyectos educativos. Y cuando los hay, lo difícil es acceder a los mismos. El cole de Mara es concertado y algo que nos ha gustado mucho es la implicación que pide a los padres. Siempre hemos creído que la escuela debe ser un ente mucho más abierto a las familias y aquí vamos a tener la posibilidad de experimentarlo por la vocación democrática y participativa del centro.
Porque permiten a los niños ser niños: Y los niños juegan. Y experimentan. Y eso es que lo va a hacer Mara, de forma muy especial, durante sus primeros año de escolarización: Jugar, investigar, experimentar, divertirse. No hay prisa porque se aprendan los números. Ni porque aprendan a leer. Todo eso llega. Lo que ya no vuelve nunca es la infancia. Por eso nos encantó que no hubiese sillas ni mesas en las aulas. Todo está pensando para el juego y las actividades en grupo.
Porque son muy respetuosos con los ritmos de los niños: En la reunión previa a la entrada al cole, una madre realizó una pregunta, ahora no recuerdo cuál. La respuesta de la profesora de Mara fue: “Nosotros nos adaptamos al ritmo de los niños”. Y eso nos conquistó, porque aunque parece algo lógico, no lo es. Al menos no de forma mayoritaria. El reflejo de este respeto a los ritmos está siendo el periodo de adaptación, que se alarga durante un mes. La primera semana dividen a la clase en dos grupos, unos van de 9 a 10:30 y otros de 11 a 12:30. Así las profes pueden dedicar más tiempo a cada niño en estos días cruciales para su integración. La segunda semana van 3 horas. La tercera 4. Y ya en octubre empiezan la jornada completa.
Porque fomentan niños críticos: Es algo que me gustó mucho en la primera toma de contacto que tuvimos con el centro, su vocación por fomentar niños críticos, niños que preguntan, que debaten, que analizan, que observan, que no se conforman con lo primero que les dicen, que quieren saber más.
Porque se preocupan por la alimentación de los alumnos: Cada día de la semana una familia es la encargada de llevar el almuerzo para todos los niños de la clase. ¿Y en qué consiste el almuerzo? En una pieza de fruta para cada uno. La que elija el que tiene que llevarlas. Eso, viniendo de una escuela infantil en la que atiborraban a los niños a gusanitos y a galletas, ya es mucho. Nos acabaron de enamorar cuando dijeron que para los cumples no querían que llevásemos chuches. Mucho mejor, si acaso, un bizcocho casero. Casi lloramos de la alegría.
Porque tienen detalles preciosos: Poco antes de empezar las vacaciones nos llegó a casa una carta del cole. En su interior, una bolsa de tesoros para que Mara la llenase durante sus vacaciones y la compartiese con sus compañeros a la vuelta. Dos días antes de iniciar el curso nos llegó otra carta, en esta ocasión escrita por la profesora, para decirle a nuestra pequeña saltamontes que estaba deseando conocerla. Hay detalles que marcan diferencias.
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De momento sólo llevamos unos pocos días de clase, así que es pronto para hacer evaluaciones. El tiempo dirá si la decisión fue la correcta o no. Por ahora tenemos muchas expectativas y las sensaciones son muy buenas. Esperemos que Mara, que es la verdadera protagonista de esta historia, siga con esa sonrisa y esas ganas de ir a su ‘cole de mayores’. Ambas, la sonrisa y la ganas, serán nuestro mejor termómetro
¿Cómo ha arrancado el curso, papás y mamás?
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