Sí puedes mamá. Estoy convencida de que puedes tomarte las cosas desde otro ángulo. Desde otro punto de vista y enfocarte en el cambio que te voy a proponer. Llevo tiempo hablando de este tema, de los gritos y de las malas formas en las que a veces nos dirigimos a nuestros hijos. También de la vulnerabilidad afectiva de nuestros peques.
Hoy te propongo de nuevo que lo intentes, la cuestión es que estés convencida de que tú sí puedes mamá. Que puedes bajar el tono de voz y respirar hondo para dirigirte a tus hijos de otro modo, más tranquilo, más sosegado. Porque con los gritos todos perdemos.
Creedme que no tengo miedo a que algunos penséis que me repito como el ajo al dedicar una y otra vez, de forma recurrente, una entrada en el blog sobre lo necesario que es para todos que dejemos de gritar.
Claro que tampoco hablo de ese grito puntual, no.
Hablo de los gritos sistemáticos. De esos que hieren y dañan. De los que provocan malestar en cualquier miembro de la familia, pero en especial a los niños. Por tanto, hoy vuelvo a insistir en ello: los gritos no sirven de nada, ni educan ni resuelven los problemas.
Factores a tener en cuenta, porque tú si puedes mamá.
La propuesta es que empieces a mentalizarte, que te visualices sin gritar, pasando una tarde plácida y tranquila, llegando a casa con tus peques sin la necesidad de hacerlo todo rápido. Relaja tu mente y ralentiza tu día a día. Las prisas son nuestras peores enemigas y las que nos empujan a gritar. Teniendo el factor tiempo bajo nuestro control y no a la inversa empezar a creer que tu sí puedes mamá, es posible.
Controla tus pensamientos
Otro factor que debes controlar son tus pensamientos.
Sí, esos que te dicen que a tal hora debes duchar a los niños, a la otra preparar la cena y lo mal que está la casa.
Bien, lo sé, es difícil no ver que la casa está hecha de un desastre teniendo niños. Es normal que no la tengamos en las mejores condiciones pero tampoco vendrá nadie a hacer una foto para una revista de decoración, verdad?
Tampoco digo que no sea necesario mantener el orden y la limpieza, que lo es, des de luego, solo digo que todo debe tener su justa importancia. Si por tener la casa limpia y ordenada te inquietas y te estresas tanto como para llegar a gritar a tus hijos … entonces … es el momento de cambiar las prioridades.
Por otro lado, los hábitos y las rutinas son importantes, claro. Hay que duchar a los niños y preparar la cena, pero tampoco pasa nada si un día lo hacemos un poco más tarde y nos dedicamos a sentarnos con nuestros hijos a disfrutar de su compañía. “Siéntate conmigo mamá” es un post que debes leer antes de continuar aplicando los siguientes pasos para promover tu cambio.
Regula tus emociones
Un segundo factor que no debemos olvidar es la gestión de nuestras emociones.
Quizás este es el factor más importante, el más difícil de controlar, pero el que te ayudará a avanzar día a día.
Muchas veces pedimos a nuestros pequeños que no expresen o controlen su frustración, que dejen de llorar, gritar o patalear. Que no tengan rabietas, que no se enfaden y que se tranquilicen.
Sí, les pedimos todo esto a niños pequeños de 2, 4 0 6 años. Niños que no tienen las herramientas necesarias para gestionar lo que sienten. Nosotros, los adultos, muchas veces también carecemos de ellas o no sabemos utilizarlas adecuadamente. Para gestionar nuestras emociones debemos empezar por identificarlas. De modo que, cuando estés en un momento de enfado intenta detenerte y pensar :
“Bien, ¿qué me pasa? me siento furiosa, rabiosa, enfadada, … No soporto que no me obedezca. Que no me haga caso. Que haga caso omiso a todo lo que le digo,… Tengo ganas de gritar o incluso de darle un cachete.
En este momento es importante que respires hondo y si es necesario incluso que te apartes del lugar donde estáis. Aplicarte un auto time-out (tiempo fuera) te ayudará a reducir el enfado y a no reaccionar a la primera.
Implica a tus hijos
Implica a tus hijos en el cambio. Hazles partícipes. Según la edad de tus hijos explícales que te ayuden a no gritar.
Créeme que un niño de 3-4 años puede entenderlo perfectamente. Aunque es más fácil con uno de 6.
Explícales que cada vez que gritemos perdemos y que debemos volver a empezar, que es como un juego en el que se trata de ayudarse a no gritar.
Puedes motivarles con algún tipo de premio al final del día si hemos conseguido el objetivo, por ejemplo leerle su cuento favorito o darles una medalla dibujada en un papel por haber superado un día sin tener que gritar.
Nadie es perfecto
Y por último, no te mortifiques.
No hay madres perfectas. Yo no soy una madre perfecta y en ocasiones me siento la peor madre del mundo.
En el proceso de cambio habrá días muy buenos y otros peores. Es posible que al principio te cueste mucho y debas volver a empezar al día siguiente. Pero no te angusties, no te martirices, lo importante es que estás en el camino del cambio y tú sí puedes mamá. En esos días malos no tires la toalla, sigue adelante porque sabes que es mejor para todos.
Preparando el cambio, esta es la ecuación:
+ besos + abrazos + mensajes positivos – castigos – gritos = mejor comportamiento infantil.
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