Hace un par de sábados, por la noche, me vi envuelto en una conversación tuitera sin fin con varias mamis. Al final éramos tantos a los que mencionar que apenas podías escribir unas pocas palabras por tuit. El tema de la conversación fue uno bastante recurrente entre los padres y madres de medio mundo. Y del otro medio también: El sueño. Me hizo gracia, porque si alguien externo hubiese pegado un ojo al debate, habría creído que nos peleábamos por ver quién tenía al renacuaj@ que dormía peor. Y es que hay pocas cosas en esta vida que se lleven peor que la falta de sueño. (Papis y mamis que os pasáis por este blog, seguro que sabéis bien de qué hablo…)
En la conversación hablamos y mucho de lo tarde que se dormían nuestros peques (he hablado largo y tendido sobre ello en este mismo espacio). Y yo, muy valiente, incluso me atreví a decir que habíamos conseguido que Maramoto se durmiese habitualmente entre las 22:00 y las 22:30 horas. Pobre ignorante… Pero de aquella cháchara tuitera de sábado noche (se nota que no hacen nada interesante en la televisión), sacamos otro tema en común: El de los despertares nocturnos. En nuestro caso todo depende un poco de cada noche, pero la pequeña saltamontes se suele despertar muchas veces. En ocasiones, una vez por hora. E incluso hay veces en las que entra en ebullición y durante un buen rato se está despertando cada cinco minutos. Algunas madres de la conversación nos contaron que sus peques, a veces, cuando se despiertan se espabilan de verdad. Y eso puede ser a las 4 o las 5 de la madrugada. Así que imaginaos el panorama. Mara no es de ellos. A nuestra peque lo que le pasa es que cada vez que se despierta durante la noche, lo hace gritando y llorando. Luego enseguida se calma y vuelve a dormirse, pero a nosotros ya nos ha dejado con los ojos abiertos como platos. En ocasiones consigues conciliar el sueño de forma rápida, pero otras acumulas despertares de la peque sin que te de tiempo a recuperar el sueño que te habías dejado a medias.
La mamá jefa, que es la que en esta casa tiene una facilidad inaudita para encontrar información de valor, me habló hace ya unos meses de los terrores nocturnos. Y tras pararme a informarme sobre ellos, ambos llegamos a la conclusión de que muchos de los despertares de Maramoto podrían asociarse a este transtorno del sueño.
Pero, ¿De qué hablamos cuando hablamos de terrores nocturnos?
Resumiendo, os diré que se trata de un transtorno del sueño que no suele ser motivo de preocupación médica pero que sí suele asustar mucho a los padres. No es una pesadilla (ya que éstas ocurren durante la fase del sueño REM), sino una reacción de miedo o susto que sucede en el tránsito entre la fase más profunda y la más superficial del sueño, una transición que por regla general se lleva a a cabo de forma suave y sin sobresaltos. Durante un terror nocturno, y esto es lo que asusta a los padres, un bebé o niño puede incorporarse en la cama, sentarse, ponerse de pie, mostrar un comportamiento alterado (gritos, lloros…)… Todo ello con los ojos abiertos. Y de repente caer de nuevo en el sueño. Dejándote con la boca abierta.
Nosotros hemos visto como Maramoto se ponía de pie en la cama, se sentaba, gritaba e incluso intentaba saltarnos. Con los ojos abiertos. Y, sin embargo, estaba dormida. De repente, ella misma se volvía a tumbar y se sumergía de nuevo en un sueño profundo. Como si nada hubiese pasado. Y es que, realmente, para ellos nada ha pasado. Al estar dormidos mientras ésto sucede, no tienen ningún recuerdo ni ninguna imagen mental que evocar. Eso sí, a nosotros el susto nos duraba un buen rato.
Aunque he leído que es algo poco frecuente (sólo le sucede a entre un 3 y un 6% de los niños) y que en la mayoría de los casos se suele dar entre niños de 4 y 12 años, también existen casos de bebés con pocos meses de vida. No lo recuerdo bien (ya sabéis que a los padres se nos amontonan las fechas y los sucesos y es imposible calendarizarlos todos), pero yo diría que Maramoto sufrió terrores nocturnos entre los 10 y los 12 meses. Y si no eran terrores nocturnos, se les parecían mucho. Porque cumplían la definición a rajatabla. Ahora se despierta mucho, grita y llora (a veces porque está desorientada y no encuentra a la mamá jefa), pero ya no nos despertamos con amenaza de infarto como antes con cada terror nocturno. Y mejor. Porque como padre uno ya se lleva bastantes sustos al cabo del día como para encima seguir sumando durante la noche…
¿Han sufrido vuestros peques terrores nocturnos?