Los Terrores Nocturnos afectan a un tres por ciento de la población infantil y en la mayoría de los casos estrés y ansiedad suelen ser los factores que desencadenen este tipo de episodios. Pero ¿que es lo que diferencia un terror nocturno de una pesadilla? ¿Cómo debo tratarlos?
Llevo observando desde hace un par de meses que mi hija tiene unas pesadillas un poco “extrañas”. No los tiene todas las noches, pero es verdad que hay días en los que el cansancio se apodera de ella y en esos días son más frecuentes.
Buscando información sobre lo que le podía pasar he encontrado que lo que calificaba como “pesadillas” en realidad son denominados Terrores Nocturnos, un trastorno del sueño que suele darse en un pequeño porcentaje de la población infantil.
Normalmente se inicia en niños de edades comprendidas entre 4 y 12 años, remitiendo espontáneamente durante la adolescencia.
Las causas de los terrores nocturnos suelen darse en los siguientes contextos:
Los niños están muy cansados, enfermos, estresados o fatigados. En mi caso este factor es así. El verano es una época propicia para ello ya que se pasan el día jugando, en la piscina y sin su rutina habitual. Cuando llega la noche los niños están alterados y siguen “con marcha para todo lo que venga”.
A las dos o tres horas de dormirse es cuando empieza a tener estas pesadillas. (Los terrores nocturnos suelen aparecer en las fases 3 y 4 del sueño No REM, normalmente en la primera mitad de la noche).
Niños que están tomando un medicamento nuevo.
Los niños que no duermen en casa. Las casas ajenas son a veces motivo de los peores terrores para nuestros hijos. Una noche de aventura se puede convertir en la más terrorífica pesadilla.
Cuando tiene estos episodios la niña se sienta bruscamente en la cama y comience a gritar y llorar con cara de terror y ansiedad. A pesar de mis intentos por despertarla no lo suelo conseguir y alguna vez que se ha despertado está confusa y desorientada.
Por la mañana no hay recuerdo del sueño y si no se ha despertado totalmente vuelve a dormir inmediatamente sin recuerdo de lo sucedido al día siguiente.
Los especialistas indican que los niños con terrores nocturnos no presentan una mayor incidencia de trastornos mentales o psicopatológicos que la población general . La tensión emocional ,la fatiga y el estrés parecen incrementar la aparición de estos episodios. Hechos traumáticos recientes (hospitalizaciones, separación de la madre, muerte ser querido, etc.) son factores de riesgo que pueden desencadenar y mantener los episodios.
Cómo tratar los terrores nocturnos:
Los terrores nocturnos suelen alarmarnos bastante. A mi sobre todo me asustaba la idea de no poder despertar a la niña y cuando lo hace que no deje de gritar.
Los expertos indican que la mejor forma de reaccionar ante un terror nocturno es esperar pacientemente a que pase y asegurarse de que el niño no se hace daño al agitarse. Generalmente los niños se tranquilizan y vuelven a dormirse en unos minutos.
Es mejor no intentar despertar al niño durante un terror nocturno. Esos intentos no suelen funcionar y, en el caso de que funcionen, lo más probable es que, al despertarse, el niño se sienta desorientado y confundido, por lo que probablemente le costará más tranquilizarse y volver a conciliar el sueño.
No hablarle ni intentar despertarle.
Hay que esperar a que el episodio siga su curso natural pero bajo nuestra vigilancia.
Los terrores nocturnos no tienen tratamiento pero podemos seguir las siguientes recomendaciones
Reducir el estrés a que está sometido el niño.
Establecer una rutina para antes de acostar al niño que sea simple y relajante como escuchar música, leerle un cuento…
Asegurarnos que el niño descansa lo suficiente
No permitir que s se canse demasiado estando levantado hasta tarde.
Los terrores nocturnos normalmente desaparecen con el tiempo y no suelen precisar tratamiento salvo en aquellos casos que por su frecuencia o intensidad constituyan un problema para el niño.
En los casos leves los padres debemos adoptar una actitud tranquila. Durante los episodios simplemente tendremos que vigilar que el niño no se caiga de la cama o sufra cualquier daño físico derivado de su incorporación de la cama y su estado (el niño está en fase de sueño profundo).
Una técnica muy efectiva consiste en despertar al niño antes de la hora en la que habitualmente aparecen los episodios (en la primera mitad de la noche). Para ello tendremos que observar al niño y ver sobre que hora se producen las mismas. Con esta acción se corta el ciclo del sueño y, por tanto, la aparición del episodio.
@Trucosdemamás
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