Menuda panzada de llorar mi di ayer por la tarde. Dormí una siesta de las de pijama y orinal y al abrir el ojo vi que estaban poniendo en la tele la versión moderna de El padre de la novia. Nada que ver con la genuina de Spencer Tracy, pero también me gusta y me enganché. Y me gusta porque ¡¡¡me recuerda tanto a mi padre!! Nada que ver con el tema del gasto, que yo creo que el pobre ni hizo cuentas de lo que costó mi boda, sino por todo lo que siente ese pobre padre al ver que su hijita se va de su lado de la mano de otro hombre. Y si siempre la he visto con mi padre en mente, ayer fue al Santo al que tuve muy presente, ¡¡lo que le queda por pasar al pobre!!
Pues si, lloré y mucho, (tampoco en mi es raro porque, como dice Mi Otro Yo, lloraba hasta cuando perdían el coche en el 1, 2 ,3). Pero lloré porque también me vi reflejada en los ojos de ese padre que aún recordaba el día en el que nació su pequeña y ahora la estaba llevando al altar. Y lloré porque de pronto la vida me ha dado mucho vértigo por la velocidad que está tomando. No hace nada que estábamos organizando el bautizo de la Princesa y ya estamos pensando en su Primera Comunión. Y cuando menos me lo espere, ya no estará en casa.
Así que me levanté como un resorte y jugamos juntas, nos inventamos un juego de los absurdos en los que los abrazos y los mimos son el hilo conductor y nos reímos tanto que las carcajadas de ambas ahuyentaron el miedo que momentos antes me había producido el pensar que algún día volará sola.
Y tú, ¿también tienes la sensación de que la vida va muy deprisa?
¡¡¡FELIZ LUNES!!!