Hoy me voy a ir a la cama con la sensación de haber cruzado el desierto del Gobi tratando el intocable y controvertido tema de … los mares multicolorores de esferas huecas unidas a circuitos de entrenamiento para marines forrados de gomaespuma que son…¡Los parques de Bolas!
Debajo de las bolas, es público y notorio, que hay calcetines, uñas, pelos y dientes. No sé cómo el Ratoncito Perez sigue entrando a hurtadillas en casa por la noche porque yo de él, me iba a un parque de bolas y hacía el agosto fijo.
A mí los parques de bolas me recuerdan a los campos de entrenamiento de Paint Ball pero para niños.
El paint ball nació como una alternativa para descargar estrés en el que un adulto, más o menos inteligente, se pone un mono, agarra una escopeta de aire comprimido y hace como de Rambo por el campo. La cosa fue degenerando y hoy en día, en la modalidad de grupos, puedes ir con tus compañeros de empresa y quedar entre todos para machacar al jefe y dejarlo como un Kandinski viviente sin que te despidan por ello.
También tienes la modalidad “Vamos a darle duro al Jose que se casa el sábado”.
La diferencia con el Paintball es que en lugar de facilitar armas a los niños, les dejas que usen sus propios recursos para machacarse entre ellos. Patadas, tirones de pelo, tirarse encima los unos de los otros, y todo esto en un entorno cerrado, a prueba de golpes y sin una madre/padre gritando histérico. Es decir, pagas para que tus hijos hagan el bruto sin consecuencias.
Pero no te vayas a creer que todo es tan sencillo. Por eso he elaborado la guía para padres de los parques de bolas:
Vas con tu niño de la mano en plan responsable
Llegas al mostrador y cambias niño por ficha
A tu niño le ponen un peto y pasa a llamarse “Rojo 21”
Le quitas los zapatos (debe ser para que no lo usen con arma arrojadiza porque lo de la higiene no me queda claro)
Te vas
Vuelves en una hora (mínimo exigible necesario para que haga efecto en el estrés del niño y/o padres)
Cambias ficha por niño (pides que te entreguen a “rojo 21”)
Escurres los calcetines
Escurres la camiseta
Le escurres el pelo
Utilizas una toallita húmeda para los mocos (tras una hora el elemento está ya solidificado y es posible que tengas que retirar las estalactitas con herramientas más eficaces. Pregunta a tu farmaceútico)
Compruebas que está más rojo que una manzana de caramelo de feria y le pones la mano en la frente como si tuvieras el súper poder de detectar las dolencias con imposición de manos mientras recitas el mantra: “Ay hijo, mío, pero mira cómo vienes”
Te llevas a un niño afónico y “sudao” pero más suave que el terciopelo
El Templo de las bolas
Pero lejos de quedar ahí la cosa y utilizar los servicios del parque de marras para hacer la compra del súper en plan “Only Adults” como en los hoteles, ni siquiera tú, adulto responsable y sujeto al estrés de la vida diaria, te libras de pasarte un par de horas mínimo en el Templo de las bolas una vez cada dos o tres meses. Y es que llegan los cumpleaños infantiles. Así que en vez de aparcar al niño y marcharte a tomar un GT, te las ves con una cola marca Lidl entre las manos en vaso de plástico y soportando los infames gritos de 25 niños. Y es que las bolas estas de plástico, que pasan una normativa europea, amplifican el sonido de tal manera que si ya es difícil soportar los aullidos de tu vástago fuera de sí porque no le encajan los Lego, imagina a 25 gritando al unísono es un espacio cerrado.
¿Te acuerdas de cómo eran nuestros cumpleaños hace años? Tu madre ponía un mantel de papel, compraba vasos de colores, había nocilla con pan, chorizo, queso, panchitos y una tarta de esas que no llevaban dos dedos de azúcar amasado por encima. De acuerdo, no tenían forma de Peppa Pig y cualquier parecido con Heidi era producto de tu imaginación pero tenía chocolate, merengue y bizcocho. Y estaba de muerte! Luego repartían caramelos y te daban los regalos.
Ahora alquilamos un local con parque de bolas. Pagamos entre 7 y 10 euros por niño para que merienden perritos calientes o hamburguesa, beban cocacola y fanta y coman patatas fritas de bolsa. Si eres más cool, les das lo que dices que son “Muffins” (pero que en realidad son magdalenas de toda la vida de la Bella Easo que has comprado hace tres minutos en el Día de abajo de tu casa). Como estás en contra de los refrescos, compras zumos de tetrabrick (que todo el mundo sabe que son sanísimos) pero eso sí, no les damos caramelos que llevan mogollón de azúcar. ¡¡Muerte a las chucherías!!
Ni al colegio puedes llevar una triste piruleta oiga! y si lo haces, es muy probable que te conviertas en la próxima “Madame Niños Killer” por repartir dulces entre seres inocentes.
Pero dejemos la alimentación por un momento y volvamos a la fiesta….
Los sueltas en la piscina de bolas en plan “¡Corred malditos corred!” y te comes un trozo de tortilla del Mercadona. Mientras sueltas a tu hijo y te despides de él como si se fuera la guerra, ves que en el mismo recinto han metido a ovejas de 5 años con ovejas de 8 y de 10. Empiezas a temer por su integridad física. Llegas al “cercado” donde está el rebaño y entre cuerdas, rulos que giran, niños patas arriba y demás elementos móviles que no logras identificar, encuentras lo que parece ser la oreja izquierda de tu heredero. Ahí está. Lo encontré. Ja! Lo llamas por su nombre y de repente tu hijo acusa sordera irreversible y profunda con rotura sintomática de tímpano. Vamos que pasa de ti como los caracoles del bistec.
Valoras por un momento si debes entrar a buscarlo pero luego caes en que si entras, es muy probable que no vuelvas a salir a no ser que te unten con vaselina para superar el túnel de la muerte, el anillo de fuego y el desfiladero del horror. Vuelves a la realidad. De nuevo has perdido su oreja. En su lugar hay un pie de lo que parece ser la niña de “Ring”, todo pelo y nada de cara.
Te va a dar algo porque sabes que lo que ocurre en el parque de bolas, se queda en el parque de bolas. Y sea lo que sea que pasa allí dentro, no podrá ser demostrado nunca jamás. Es un espacio inescrutable hasta para el detective más experimentado. ¿Te imaginas cómo sería ubicar las pruebas de la escena de un crimen ocurrido en un parque de bolas?
“Sí, agente López, el zapato se ha encontrado debajo de 200 bolas de colores rojo, amarillo y azul (tengo a la mitad del equipo contándolas ahora mismo y separándolas por colores), había una verde con restos de la víctima, lo que ocurre es que al mirar debajo, han aparecido como otras 500 bolas más del mismo color y ahora estamos haciendo pesquisas para encontrar la que queremos. El trabajo nos va a llevar más de la cuenta jefe. Además, hemos intentado marcar el lugar donde falleció con cinta de carrocero pero las bolas parecen tener vida así que al final el muerto nos ha salido con forma de estrella”.
Y como en todo espectáculo con fieras hay un intermedio, éste se aprovecha para recuperar fuerzas con el producto reconstituyente más vivificante. Los caramelos. Esta vez con un ritual importado del otro continente que no acabamos de hacer correctamente. Me estoy refiriendo a la piñata. ¿Qué gracia tiene que un padre subido a una silla sostenga este artilugio que nunca se abre cuando el homenajeado tira de las cintas? ¿Es que nos parece violento que el niño reviente a palazos a Bob Esponja hasta que eviscere las chuches?. Bueno tal vez sea así, pero decidme si al contemplar esta imagen no pensáis que el de Fondo de biquini está recibiendo su merecido el muy esponja.
Se acabó
Así que, cuando suena la campana (sí, te avisan de que se ha acabado el tiempo que para eso cobran por horas) todos los padres sin excepción, hacemos una fila ordenada en plan pasillo para recibir a los héroes de la gesta del Cid. Nos miramos los unos a los otros con cara compungida. Como temiendo que el túnel de la muerte se haya tragado a alguno y no consiga salir de ahí. Vamos recibiendo a los nuestros. Poco a poco, como un ritual, mientras comprobamos su estado de salud y que han llegado de una pieza. Dos piernas, dos brazos, dos ojos, uno, dos, tres, cinco, diez, sí, parece que trae todos los dedos … Está todo en orden. Das las gracias, te tomas un valium para poder conducir a casa y te las piras.
Esto, que podrá parecerte todo lo exagerado que quieras, es más cercano a la realidad de lo que piensas. ¿Dónde quedaron esas meriendas en el salón de tu casa con nocilla y chorizo de cantimpalos?
Reivindico los cumpleaños retro!! Y sí, yo también he pecado con muffins de chocolate y yougur, tartas personalizadas con 4 cm de masa de azúcar y tres pisos de altas. He hecho todo tipo de cartelitos con las palabras: ‘Cookie’, ‘Milk’, ‘Juice’ y ‘photocall’ en lugar de ‘Galletas’, ‘leche’ , ‘zumo’ y ‘ponte una peluca y disfruta’. Qué le vamos hacer. Mi vida Pinterest se agota a pasos agigantados…
Y a las puertas del cumpleaños del pequeño de la familia, he de decir que creo que volveré a los orígenes. Si hace bueno, lo haré al aire libre. Poco importa si es tu casa o en uno de los parques de la ciudad. Comerán bocatas de jamón, les daré agua, leche con colacao y cocacola y fanta. Y habrá chuches, porque si yo me salto la dieta los fines de semana y me permito un vino y hasta un buen Gin Tonic de vez en cuando, no veo maldad en que mi hijo se coma un par de bombas de azúcar el día de su cumpleaños. Y podrán jugar, y es posible que hasta se enfaden y alguno suelte la mano, pero ahí estaremos nosotros, los padres, para corregir, educar, enseñar e inspirar su comportamiento que para eso hemos decidido tener hijos ¿no?
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