El autor del libro Un huerto urbano para ser feliz habla de jardinería comestible y asegura que "en cualquier lugar se puede cultivar alimento". En el evento Naturday de Nestlé, nos habló a un grupo de blogueras de táperes de cocina, pequeños tarros de yogur o sacos de tierra ya preparados para agujerear y plantar semillas. ¿Alguien se anima a la experiencia de criar y llevar a la mesa?
Pero no vale cualquier tierra. "La mayoría de errores con las plantas, vienen por no usar la tierra adecuada". Para recolectar nuestros tomates, guisantes o para tener una lucida planta de albahaca que usar para pizzas y salsas para la pasta (que es lo que yo quiero) hace falta tierra especial, y no la de jardinería ornamental. Ni mucho menos la del jardín de debajo de casa (me confieso).
Marc lo explicó de una forma sencilla: la planta necesita la misma superficie para las raíces que la que ocupa en el exterior. Y si tiene poco espacio para expandirse, esa tierra tendrá que ser aún más rica en nutrientes. Para ello, hay que añadirle hummus de lombriz o compost casero. Y el sol, por supuesto, es importante: se necesitan entre 5 y 6 horas de luz solar diaria.
Pero no todo es "rentable", como plantar una sandía o un melón en un balcón: exigirían una gran superficie para tener un solo fruto al año. Lo más cómodo son las lechugas, espinacas, canónigos o rúcula, y en vez de usar la planta entera, se pueden ir cortando hojas para hacer ensaladas variadas cómodamente.
Las hortalizas y verduras plantadas por uno mismo tiene cinco o seis veces más de vitaminas que el resto, y no sólo por ser ecológicas, sino por recolectarse minutos antes de llevarlas al plato. Y respecto a las aromáticas, cuidado. Mejor no regarlas cuando están en flor: de esta manera mantienen su esencia y ésta no se diluye con el agua.
Sale más barato ir a la frutería a comprarlo, sí, pero el huerto urbano es una experiencia en su conjunto. Y estoy segura de que lo plantado por uno mismo sabe mejor. De momento, entre mi hijo y yo cuidamos una pequeña tomatera, unos brotes de pimiento y una plantita de alubia roja que no para de crecer. El enano corre nada más despertarse a ver cómo va nuestro “frondoso” jardín y me pide regar una y otra vez, y yo no puedo pedir más.
¿Conseguiré tener un pequeño huerto urbano que dé fruto y no se ahogue entre tanto amor? ¿Tenéis uno en casa?
Si quieres saber más, aquí diez libros sobre huertos urbanos ecológicos.
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