No sé si es el cansancio acumulado que me invita amablemente a delirar, pero lo cierto es que desde que soy un papá en prácticas mi napia parece tener mucha más utilidad más allá de oler y respirar. Será que tengo una nariz poderosa (por no decir grande), pero lo cierto es que la pequeña saltamontes ha visto en ella una curiosa fuente de entretenimiento. También en la de la mamá jefa, que tampoco anda coja en lo que a nariz se refiere. Digamos que Maramoto está más que bien servida y que sabe sacarle provecho a este excedente que tiene en casa. En su caso podemos reconocer claramente tres usos nuevos. Tres cosas para las que nadie me avisó que podría servir mi nariz cuando me convirtiese en padre. Vamos con ellas.
1. Teta del todo a cien: Aunque sigue dándole este uso, la pequeña saltamontes ha ido aumentado progresivamente su porcentaje de acierto y, por tanto, ha ido disminuyendo sus escapadas a mi nariz en busca de alimento. Ahora tiene más claro donde está la teta de su madre, como demuestra tirándose cual loba hacia ella, aunque de vez en cuando no duda en utilizar mi nariz como teta del todo a cien para calmar por unos instantes sus ansias. Alguna vez, como ve que por más que mame no saca nada, lo ha intentado a continuación con el pómulo. Un visible chupetón en mi cara dio fe de ello durante unos cuantos días.
2. Juguete para el desarrollo de la psicomotricidad fina: Mucho antes de los juguetes y de aprender a coger alimentos, Mara fue desarrollando su psicomotricidad con mi nariz. Supongo que es un avance natural. Antes de coger cosas que se le puedan caer al suelo, la pequeña saltamontes optó por mi nariz. Con ella tenía que atinar para agarrarla (cosa que tampoco es demasiado difícil), pero luego sabía que no se le iba a escapar de las manos. Le gusta ir sobre seguro. Como las uñas (¿O debería llamarlas garras?) le crecen a un ritmo vertiginoso, el estado normal de mi nariz en los últimos seis meses ha sido arañada. Aunque peor fue lo de la mamá jefa, a la que la pequeña saltamontes le hizo sangrar como si no hubiese mañana tras hurgarle con sus uñas en el interior de la nariz. Todo sea por el desarrollo psicomotor de Maramoto…
3. Besos de gnomo como fuente de diversión y conciliación del sueño: Siempre he pensado que para algo debía de servir tener la nariz tan grande. Y ahora lo estoy descubriendo. A veces, con los besos de gnomo, la mamá jefa ha hecho reír a la pequeña saltamontes hasta la extenuación. El pasado domingo por la noche, con esos mismos besos, conseguí dejarla casi KO. Como cada noche, Mara llega a la cama con ganas de fiesta. Pero esa fiesta es el preludio del sueño que está a punto de atraparla. Normalmente basta la tetita de la mamá para conseguirlo, pero el domingo probé con los besos de gnomo y a la peque empezaron a pesarle los ojos y a tener que hacer esfuerzos para mantenerlos abiertos. En el último instante se despertó y tuvo que ser la mamá jefa quien le diese el golpe maestro a base de teta, pero mis besos y caricias de gnomo fueron las que la relajaron.
Bendita nariz. No me sacará de pobre como sumiller, pero al menos hace feliz a mi hija…