Según datos de Coaching Club, centro pionero en terapias grupales para familias, sesiones de coach y terapias de familia, mujeres y adolescentes, el 30% de los menores de 4 años sufren problemas para poder dormir solos durante toda la noche. Se trata de una de las consultas de terapia familiar para niños más habitual.
Verónica Rodríguez Orellana es terapeuta y directora de Coaching Club. En este artículo nos explica las claves para lograr que los menores consigan dormir solos toda la noche.
Un problema emocional
El mejor procedimiento para poder dormir bien es, de un lado, aprender a vincularse y disfrutar con la soledad sin angustias ni opresiones y, de otro, poseer un mundo interior sereno y satisfactorio con el que relacionarse gratamente, al menos lo suficiente para no huir de él, cuando nuestro cerebro empieza en esos instantes de interiorización a hacer balance de lo vivido recientemente.
Este agradable mundo interno no nos viene otorgado genéticamente. En el caso de los niños, somos los padres los que debemos ayudar a nuestros hijos a construirlo y a reafirmarlo. Descansa en nosotros esta elevada responsabilidad.
En ocasiones, esa interioridad aludida no es tan serena en algunos pequeños, sino quizás algo procelosa, por lo que tratan de eludir la soledad insistiendo en irse a dormir a la cama de los padres buscando compañía, pero no física, sino emocional y afectiva.
El circulo vicioso
Muchas veces se está con los hijos sin ganas de compartir nada, por pura obligación o inercia. Esta situación, detectada inmediatamente por un instinto natural del menor, lo dejará intranquilo, retroalimentando un círculo vicioso de inquietud e incertidumbre que le impedirá dormir bien.
Los padres debemos seconscientes de que nos trataremos a nosotros mismos de manera similar a como nos han tratado en nuestros primeros años de vida y que nos acompañaremos a nosotros mismos en soledad de manera parecida a como hemos sido acompañados.
Es incierto que los niños necesiten dormir con sus padres para sentirse más queridos, mejor acompañados. Muchas veces, son las carencias afectivas de los padres, no el deseo o el requerimiento de los hijos, las que provocan que se hagan acompañar de sus hijos a modo de ositos de peluche.
Está también la comodidad que supone el llevarse al niño a la cama y que, de esta manera, pueda conciliar correctamente el sueño. Entonces hay que aceptar que se trata más de una cuestión personal que de una necesidad perentoria de los pequeños.
Si visito a un amigo y este me recibe malhumorado, pierdo las ganas de volver a su casa hasta no asegurarme de que en la próxima ocasión será algo más efusivo. Algo similar ocurre con los pequeños. Si van a la cama de sus padres es porque se sienten bien recibidos. Si esto ocurre, debemos preguntarnos si los acogen para un rato de cariño y mimos o -invirtiendo los roles- son los padres los que se hacen acompañar de los hijos.
De la confianza a la autoconfianza
El niño que disfruta de su soledad, de los momentos que pasa en la cama, muestra un síntoma inequívoco de salud. Su cama es algo parecido a una extensión de su propio cuerpo, al que irá conociendo y con el que irá intimando.
Por eso los padres ayudan a generar autoconfianza cuando consiguen acompañar al hijo a su cama y considerar esta como una extensión del propio niño, entendiendo y facilitándole la labor de construcción e interiorización de su pequeño espacio de soledad.
Crecer sano y feliz también consiste en forjar un mundo aparte del de los padres. Si acogemos al niño en la propia cama le estamos trasladando un mensaje parecido a “sin mí no puedes”.
Los adultos necesitan aprender también a confiar en la capacidad de los hijos para resolver sus miedos. Debemos asegurarles compañía y aceptar su independencia. No debemos convertirlos en nuestros apéndices trayéndolos al propio refugio.
Seguramente, esa confianza se transformará en autoconfianza para poder disfrutar los tan añorados dulces sueños.
Estrategias para que puedan dormir solos los niños de menos de 4 años
Enseñarles que uno está en la habitación de al lado, pero está, que no “desparece”, que pueden contar con nosotros llamándonos o, mejor aún, cerrando los ojos y evocándonos.
Recordarles que nosotros también pensamos en ellos, que no dejan de existir para cuando llega la noche porque estemos en otro cuarto.
Enseñarles a enfrentar sus miedos y que para ello pueden contar con los padres que están en la habitación de al lado, para que cuando los progenitores no estén, ellos puedan seguir yéndose a dormir con tranquilidad.
Explicarles que todos tenemos miedos porque siempre hay algo que no sabemos o que no conocemos en la vida, no es un problema tener miedo sino aprender a enfrentarlo, aprender a no desbordarnos.
Ayudarles a interiorizar la idea de que, al otro día, o en un tiempo concreto se volverán a reencontrar y podrán comentar qué pasó mientras estaban separados, La separación puede ser vivida como un tiempo de aventura a compartir luego con el otro.