¿Cómo?
¡Echa un vistazo a estos 4 tips!
Revisa si deseas que tu hijo logre lo que tú en su día no lograste. Si te hubiera encantado ser capitán de tu equipo de fútbol pero tu lesión en la rodilla te lo impidió, no fuerces a que tu querido hijo supla tu sueño frustrado. Tal vez él desee ser bailarín.
No des por hecho que tus aficiones y las suyas sean idénticas. Sería fantástico que tu pasión por la montaña la pudierais compartir. Estoy segura de que os uniría y sería una vía fantástica para pasar más tiempo juntos, pero vuestra relación no puede quedar supeditada a un simple hobby. Es mucho más efectivo que dediques tiempo a averiguar lo que realmente le apasiona que a encolomarle aquello que a ti te entusiasma. Puede que lo único que logres es que lo aborrezca y, además, que vuestra relación se deteriore.
Tus hijos no son un canal para apaciguar tus miedos. Es lógico que temas que le pase algo y que, dejarle solo en aquella fiesta te despierte cierta ansiedad. Pero no es el niño quién debe sostener la emoción que te sobreviene, para eso eres tú el padre y él el hijo: tú el protector, él el protegido. Dejarle libre implica que tú te hagas cargo de lo que te ocurre sin permitir que a él o a ella le afecte aquello que a ti te está ocurriendo.
No han venido a este mundo para hacerte feliz. De acuerdo, puede que lo hagan, ¡eso seguro! Pero si esperabas que tu hijo fuera extrovertido o muy activo y finalmente es más reservado y prefiere pasar sus ratos libres con actividades más calmadas, ¡no es un problema! El problema existe si para ti es un problema. Recuerda, tu hijo sentirá que es válido si tú lo validas. Ajustarse a aquello que a ti te hace feliz es una responsabilidad demasiado grande como para que la pueda sostener.