Tal vez sea más efectivo empezar por lo que no debes hacer para caer en el infantilismo y la sobreprotección. Ahí van mis ocho propuestas básicas
Tu tono de voz
Es cierto que cuando son pequeños nos nace hablarles con una entonación más melódica y aguda. Aún así, conforme van avanzando en edad, lo adecuado es usar un tono de voz afectuoso sin convertirse en aniñado. Te aseguro que hablarle con teatralidad le predispondrá a actuar como si tuviera algunos años menos.
Hacerte cargo de sus cosas
Por ejemplo, llevarle la mochila o su chaqueta, en el no verbal es sinónimo de “No es tu responsabilidad sino la mía”. Conviene que sean ellos quienes lleven sus cosas, es la mejor manera de que se responsabilicen.
Felicitarle en exceso
Seguro que has leído que lo que funciona es el refuerzo positivo. ¡Pero cuidado! Para acompañarlo en la madurez debes enseñarle a que sea él mismo quien se sienta orgulloso de sus logros. Es mucho mejor un “Debes estar muy orgulloso de ti por la nota que has sacado” que “¡Qué contenta estoy de la nota que has sacado!”.
Hablar en plural
Frases como “Tenemos que estudiar más” o “A ver si nos vamos acostumbrando a recoger la ropa del suelo” trasladan directamente a tu hijo a una posición de vulnerabilidad. Además, resulta confuso. Por un lado le estás advirtiendo de las cosas que debería hacer pero usando el verbo en plural. ¿En qué quedamos: lo debe de hacer él, tú o los dos?
Utilizar un exceso de diminutivos
En los primeros años tendemos a usar palabras como “perrito” o “barriguita”, pero conforme van avanzando en edad les puede resultar incluso molesto y con razón. Depende de la edad en la que se encuentren puede que se sientan avergonzados por el uso de esos diminutivos y reivindiquen que ya no son unos niños.
Darle órdenes constantemente
Los imperativos le ubicarán directamente en una posición infantil. ¿A quién se le recuerda constantemente lo que debe y lo que no debe de hacer? A los que no saben hacer las cosas. Por mucho que le repitas que él es capaz, si le invades con indicaciones, integrará justo lo contrario. Cambia esos imperativos por preguntas. En lugar de “ Estudia primero Lengua” dile “¿Por dónde prefieres empezar a estudiar?”
Revisar todo lo que hace
Por ejemplo, repasar tus deberes, lo que ha puesto en su mochila, la manera en que se ha aclarado el pelo o si se ha cepillado bien los dientes. Lo que interpreta es que lo que hace solo necesita ser revisado, lógicamente porque él solo no lo va a hacer adecuadamente. ¿Qué ocurre si no se ha peinado tan bien como te gustaría o no se ha vestido con la combinación más acertada? Te aseguro que el objetivo que buscamos no es que lo haga perfecto, sino que lo asuma poco a poco.
Esquivar todas las consecuencias de sus actos
Si le llevas el libro de mates al colegio cuando se lo deja en casa o si llamas a la mamá de otro niño para averiguar los deberes que hay para mañana porque se ha dejado la agenda, lo único que lograrás es que no aprenda de sus errores. El mejor aprendizaje son las consecuencias naturales de sus actos. Si impides constantemente que las viva, estás impidiendo que desarrolle su madurez y capacidad de resolver las dificultades.
Si de estos ocho puntos, te sientes identificado en la mitad, ¡Debes darle una vuelta a tu relación con él o ella!
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