“Mis niños no me escuchan”
Probablemente uno de los mayores retos a los que se enfrentan tanto padres como educadores es lograr que los niños les escuchen.
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Qué sencillo sería si permanecieran atentos cuando les explicamos qué han hecho mal o cómo deben comportarse en una determinada situación, ¿verdad? Si no opusieran resistencia cuando les intentamos ayudar, o si nos dieran las gracias por nuestro apoyo y amor incondicional.
Sin embargo la realidad no suele ser así.
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En la mayoría de ocasiones los padres se encuentran en discusiones, dando consejos que terminan ignorados o intentando consolar sus hijos sin éxito. ¿Y cuál es la consecuencia final en la mayoría de ocasiones?
Lo has adivinado. El castigo.
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¿Pero por qué los niños no son capaces de darse cuenta que todo lo hacemos por su bien? ¿Por qué parecen no escucharnos y se olvidan de inmediato de lo que les hemos dicho? ¿Por qué se enfadan, gritan y se rebelan cuando les explicamos las normas?
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En este artículo comprenderás los dos principales motivos por los que los niños no escuchan y las claves para lograr que tu hijo preste atención y colabore. No es fácil, pero con voluntad y esfuerzo puedes cambiar por completo vuestra relación.
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¿Por qué los niños no escuchan?
Pues básicamente por dos motivos: por lejanía emocional y falta de autonomía.
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Hay educadores que insisten en tratar a los niños como adultos con el objetivo de darles mayor responsabilidad para que asuman antes sus obligaciones. Otros, sin embargo, pretenden todo lo contrario: que se sientan apoyados y guiados en todo momento.
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En mi opinión los niños son una versión extrema de las emociones que los adultos hemos ido escondiendo a lo largo de los años. Expresan su enfado gritando, su tristeza encerrándose en su cuarto, y su alegría con un júbilo desenfrenado.
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Por eso muchas veces se sienten desconcertados cuando intentamos negar sus sentimientos. Como si los adultos les estuvieran diciendo que no deberían estar sintiendo eso por el mero hecho de ser niños. Les decimos en el fondo, que no saben lo que sienten.
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Lejanía emocional
Los padres suelen negar los sentimientos de sus hijos con frases como No puedes estar cansado, ¡acabas de dormir la siesta!, ¡No seas tímida! Esta niña solo quiere ser tu amiga o No puedes tener frío porque hacer calor. ¡Quítate ese jersey!.
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Esto les confunde y les da a entender que no saben lo que están sintiendo. Por lo tanto, aprenden que no pueden fiarse de ellos mismos.
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Pero los sentimientos nunca son buenos o malos. Están allí y no se puede hacer nada para evitarlos. Son las acciones que suceden a esos sentimientos las que deben modificarse: Me doy cuenta de que estás muy enfadada con tu hermano, pero díselo con palabras, no con golpes ni insultos.
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Falta de autonomía
Si los niños son una versión aumentada de las emociones de los adultos, respóndeme lo siguiente: ¿qué opinas cuando tu jefe te obliga a hacer algo sin tener en cuenta para nada tu opinión?
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Pues en los niños esa reacción emocional es todavía mayor. Cuando sienten que sus emociones no son tomadas en cuenta y que deben obedecer a toda costa, les suele invadir la rabia y la frustración.
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Cuando un niño recibe la orden Dúchate sin ninguna otra explicación, por muy evidente que sea el motivo (quizás es la rutina diaria antes de acostarse o al salir de la piscina), está percibiendo que ha perdido toda su libertad y autonomía en esa cuestión.
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Pero cuando escuche algo como Juan, ya sabes que tienes que ducharte porque hay que quitarse el cloro que tiene el agua de la piscina va comprender que detrás de esa petición hay un motivo lógico. Por eso dejará de ver la ducha como una obligación y empezará a verla como algo necesario.
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¿Cómo hablar para que los niños escuchen?
Los niños escuchan cuando se sienten comprendidos. En el fondo ocurre lo mismo en los adultos, con la diferencia de que somos capaces de fingir que estamos prestando atención. Pero solo escuchamos cuando sentimos que la otra persona nos comprende y que por lo tanto sus consejos serán más adecuados para nosotros.
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A continuación encontrarás los pasos necesarios para empatizar con el niño, conseguir que te escuche y, en última instancia, obedezca.
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1.Reconoce sus emociones
Sin duda el aspecto más importante, pero por suerte ahora ya sabes que deberías ayudar a los niños a manejarse con sus propias emociones en lugar de intentar corregirlas.
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Sé que a veces es difícil, especialmente cuando se trata de lidiar con emociones negativas como la tristeza o el miedo. En esos casos la tendencia natural de los padres es intentar apoyar al niño arreglando esas emociones (No te pongas triste, ¡Tienes que tranquilizarte de una vez!) para que deje de sufrir.
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Pero las emociones no pueden ocultarse o corregirse una vez han aparecido. Por eso el primer paso es demostrar que le entiendes.
Para empezar, cállate. Ahórrate los consejos o sermones y deja que se exprese. Demuéstrale que escuchas con palabras como Ajá, Entiendo o Ya veo.
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Luego ponle tú mismo un nombre al sentimiento: Veo que estás realmente enfadado o Sí, no me extraña que estés triste. No te preocupes por acertar, si te equivocas seguramente él mismo te corrija.
Permite que se explaye tanto como él quiera en explicarte cómo se siente y por qué.
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Lo realmente interesante de este proceso es que cuando los niños se sienten realmente comprendidos, las probabilidades de que encuentren la solución por ellos mismos (algo imprescindible para su desarrollo) aumentan exponencialmente.
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2. Juzga sus actos pero no le juzgues por sus actos
Otra tendencia habitual en los padres es la de juzgar a sus hijos por sus sentimientos. Si el niño no quiere acostarse es porque es un desobediente, o si saca buenas notas es porque es muy inteligente (¿qué ocurrirá si deja de sacarlas? ¿es que ya no será inteligente?).
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Juzgando lo único que vas a conseguir es dañar su autoestima o ayudarle a justificar su mala conducta (si soy un desobediente ¡entonces puedo comportarme como tal!). Supongo que también te habrás fijado en que cuando los niños se sienten atacados a través de un juicio que pone en duda su valor, inmediatamente se ponen a la defensiva y cualquier posibilidad de escucha se desvanece.
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No le juzgues como persona. Juzgas sus actos pero no le des a entender que sus actos son él, de la misma forma en que tú no te consideras una mala persona en general por no respetar las señales de tráfico en ocasiones.
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¿Qué puedes hacer en su lugar? Pues en vez de decir Eres un desastre, tienes la habitación hecha un asco utiliza un lenguaje más descriptivo como Has dejado tu habitación demasiado desordenada, ordénala para que luego pueda limpiarla sin encontrarme ropa y juguetes por el suelo.
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3. Ponte a su nivel emocional y físico
Por extraño que te suene, si tus hijos te perciben como alguien muy alejado de su realidad difícilmente creerán que estás empatizando con ellos.
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Intentar explicarle a un niño que no puede ponerse a jugar en la cama a la hora de acostarse cuando sabe que al cerrar la puerta te pondrás a ver la tele con un bol de palomitas no es ponerse a su nivel.
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Para conseguirlo puedes hacer algo tan sencillo como bajar a su nivel físico, por ejemplo sentándote a su lado mientras le explicas las normas. De esta forma te verá a su altura y no enfrentado, sino colaborando a su lado.
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4. Añade motivos y objetivos a tus peticiones
Después de haberle escuchado seguramente quieras hacerle una petición o darle un consejo. En ese caso no debes olvidarte de añadir los motivos y objetivos que hay detrás de tu mensaje.
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La razón es que si solo dices lo que quieres pero no por qué lo quieres ni para qué lo quieres, su imaginación se encargará de responderlo por ti. Y quizás la conclusión a la que llegue no te guste.
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Cuando le dices a tu hijo Hoy tienes que comer verdura para cenar sin más explicaciones, su mente puede llegar a varias conclusiones:
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– Que a ti te gusta la verdura y quieres hacérsela comer a él también
– Que la verdura es algo malo y le castigas dándosela para comer
– Que se te ha acabado la comida buena y solo te queda eso
– Etc
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Para evitarlo, acostúmbrate a añadir un motivo y un objetivo a tus propuestas:
Hoy tienes que comer verdura para cenar porque tiene muchas vitaminas (motivo) y así estarás más fuerte para luchar contra los virus (objetivo).
De esta forma te aseguras que escucha y entiende exactamente lo que estás diciendo, y no lo que su mente le está haciendo creer.
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Si quieres convertir tu petición en un mensaje mucho más poderoso y empático puedes incluso añadir tus sentimientos. En el ejemplo anterior sería:
Hoy tienes que comer verdura para cenar porque tiene muchas vitaminas (motivo) y así me sentiré más segura (sentimiento) sabiendo que te estoy protegiendo frente los virus (objetivo)”.
Expresar las emociones es la base de la empatía, y de esta forma te cercioras que tu hijo es consciente de la emoción positiva que va despertar en ti si te hace caso.
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5. Propón una acción conjunta y concreta
Cuando tu petición sea realmente poco atractiva para el niño (ordenar la habitación, por ejemplo), una buena forma de que se sienta más comprendido es hacerlo juntos.
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No intentes negar de entrada que algo es lo que no es. Si ordenar la habitación es aburrido, no le digas ¡Vamos a ordenar juntos tu habitación! ¡Ya verás qué divertido!.
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No lo hagas. La razón es que si se espera algo divertido y no lo es, su motivación caerá en picado. En su lugar proponte para ayudarle: Sé que ordenar no es divertido, así que vamos a hacerlo juntos para terminar antes.
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Cuando acabéis será el momento de hacerle ver que no ha sido para tanto, que incluso os lo habéis pasado bien y que la próxima vez ya será capaz de hacerlo solo.
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Por otro lado nunca dejes nada sin concretar. Si tu hijo es de los que dice que te ayudará más tarde y luego nunca lo hace, pide que te especifique exactamente cuándo te va a ayudar.
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La conversación podría ser algo así:
Tú – Necesito saber cuándo ordenaremos tu habitación para organizar mi tiempo esta tarde.
Él – Cuando acabe esta serie.
Tú – ¿Cuándo será eso?
Él – Dentro de una hora.
Tú – Muy bien, ordenaremos tu habitación a las 6 de la tarde.
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6. Dale libertad
Al principio de este artículo te he comentado que la falta de autonomía es la causa de que muchos niños dejen de escuchar al sentirse obligados.
Para que eso no suceda puedes hacer algo tan sencillo como ofrecerle una nueva libertad que antes no tenía, pero que en cualquier caso implique que tiene que obedecerte.
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Por ejemplo, ¿le puedes dar a elegir cuándo o cómo hacer algo? Podrías preguntarle que cuándo quiere bañarse, si antes o después de cenar. O qué plato de verduras prefiere, el que tiene más coliflor o más espinacas.
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De esta forma sentirá que tiene cierta autonomía, cierto margen para elegir, y su reacción emocional será mucho más positiva que si directamente le pones el plato de verdura delante y le dices ¡Come!.
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Varios ejemplos prácticos
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A continuación encontrarás tres ejemplos prácticos de cómo expresarte para que los niños escuchen utilizando varios los conceptos que has visto hasta ahora.
Situación: tu hija está triste porque ha suspendido el primer examen y quieres animarla para que estudie más para los próximos. .Tú – Es normal que estés triste, recuerdo cuando suspendí mi primer examen en la universidad a pesar de que me lo había preparado mucho. Me di cuenta de que no era culpa mía, si no de mi forma de estudiar. ¿Quieres que dediquemos diez minutos ahora o después de merendar para ver cómo puedes estudiar mejor?
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Situación: tu hijo te falta al respeto cuando se enfada y quieres que deje de hacerlo. Tú – Cuando me hablas de esta forma me pones tan triste que me resulta imposible ayudarte. Sé que estás enfadado, pero necesito que me lo digas mejor porque así tendré ganas de ayudarte. ¿Qué eliges?
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Situación: quieres que tu hijo entienda por qué le haces volver temprano a casa después del colegio. .Tú – Sé que puede parecer injusto que te haga volver a casa a las 7 de la tarde cuando estás con tus amigos y comprendo que te irrite, pero te lo pido porque te quiero y me preocupa lo que pueda ocurrirte en la calle. ¿Se te ocurre alguna forma para que yo me sienta más tranquila cuando estás fuera?
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Como apunte final, una reflexión:
Si quieres que tus hijos te escuchen, pregúntate primero si dedicas tiempo a estar con ellos o si la mayor parte del rato que estáis junto lo pasas pidiéndole que hagan cosas.
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Y recuerda:
Aquellos niños que sienten que sus sentimientos son respetados es más probable que terminen respetando también los sentimientos de sus padres.
Autor:
Este es un artículo invitado para la sección “Entre Maestros” de Pau Navarro, formador en habilidades sociales, experto en inteligencia emocional y autor del blog habilidadsocial.com.
Allí encontrarás recursos para vencer la timidez, lograr más confianza y mejorar tus relaciones sociales mediante consejos prácticos avalados científicamente.
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Bibliografía recomendada:
Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen
Las autoras, con su enfoque práctico y respetuoso, consiguen que las relaciones con niños de todas las edades sean menos estresantes y más gratificantes. Aprenderás a enfrentarte a los sentimientos negativos de tu hijo, como frustración, decepción, etc; expresar tu enfado sin herir; conseguir se colaboración; establecer límites; usar alternativas al castigo y solucionar los conflictos familiares pacíficamente.
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Educando niños felices: Cómo introducir la educación emocional en la vida de tus hijos
¿Sabes cómo actuar para desarrollarlas al máximo?, ¿cómo actuar ante una rabieta?, ¿cómo escoger el mejor centro educativo para tus hijos?, ¿cómo colaborar con los profesores?, ¿la importancia de las tareas escolares?, ¿la importancia de leer un cuento?, ¿la importancia que para un niño tienen las rutinas, el sueño?, ¿cómo actuar para reconducir actitudes negativas, hábitos dañinos?, ¿cómo influye la forma en la que hablas a tus hijos y cuál es la mejor forma de hacerlo?
En este libro encontrarás respuesta a estas y otras preguntas a través de más de una treintena de artículos que te darán las pautas de actuación para conseguir educar niños felices, desde tu propia felicidad.
*Imagen portada: Loungepark via Getty Images
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