Esos días eran un ir y venir al hospital. Apenas pasaba por casa para darle un beso a mi niño, que acababa de cumplir su primer año, cambiarme de ropa o dormir un poco. Los besos al pequeño y participar de sus rutinas y cuidados fue lo que evitó que me derrumbase durante esos meses. Por mi trabajo, la navidad es la época más atareada, a veces las jornadas son demoledoras de 12 o 13 horas, pero lo importante era llegar a casa, darme una ducha rápida y salir corriendo a ver a mi madre. Antes siempre le preguntaba a mi chica si había alguna novedad, porque cada día ella iba algunos ratos también a verla. Siempre estaban con ella mi padre y alguno de mis hermanos. En metro son sólo dos paradas. Subía, casi siempre, las escaleras mecánicas corriendo. Me impacientaban los que no dejaban libre el paso por la izquierda y obstaculizaban mi camino.
Un par de años antes mi madre había superado con éxito un cáncer de mama. Las revisiones rutinarias periódicas llevaban, al parecer, retraso y cuando le tocó a ella le descubrieron unos pequeñísimos bultos. Se puede decir que tuvo suerte, lo que le detectaron era tan pequeño que si en el ambulatorio le hubiesen hecho la mamografía cuando correspondía, no los hubiesen visto. El retraso dio tiempo a los tumores a alcanzar un tamaño visible, para la siguiente prueba rutinaria hubiese sido demasiado tarde. La operaron, el ganglio centinela estaba bien y la pusieron en un tratamiento de radioterapia. Ella era una mujer muy valiente y muy vital y aunque "la radio" fue muy dura y la quemaba, todo su afán era seguir siendo la que tirase del carro de todos los que la queríamos, que somos muchos. Enseñaba orgullosa la pequeñas cicatrices de la operación, una bajo la axila y otra a medio camino entre el pecho y la clavícula. Quizás pretendía exorcizar el miedo a perderlo todo, que seguro sintió, o también alejar de nosotros ese miedo a perderla que sentíamos.
Tan pronto como fué recuperando algo de fuerza en su brazo retomo la costumbre de ir a nadar a las piscinas municipales. - Ya no hago tantos largos como antes- solía decir.
Era una mujer con mucho carácter y tesón, y consiguió nadar 40 largos en la piscina. Cada mañana, después de hacer las cosas de casa y antes de hacer las compras, encontraba un hueco para coger sus cosas y ir a nadar. Era una rutina solitaria, un momento para ella sola. No era una persona que tuviese muchos momentos que fuesen sólo de ella, su prioridad en las vida siempre fuimos nosotros, los de casa. Era habitual, al ir a casa de mis padres, ver su bañador y su gorro de piscina secando en el colgador del balcón.
Su estado de salud decayó de golpe. De la un día para otro la mujer que había conseguido volver a nadar 40 largos era incapaz de caminar 40 pasos sin fatigarse. Era como si en vez de 63 años tuviese 90. La noticia nos explotó en la cara, nos rompió la vida. En marzo de 2011 le diagnosticaron una Linfangitis Carcinomatosa. Las revisiones de sus mamas siempre estuvieron bien, pero la enfermedad se había trasladado a sus pulmones. Cancer de pulmón, ni siquiera fumaba, era injusto. El líquido inundaba su pleura y no dejaba espacio para que el pulmón pudiese expandirse para respirar. No puedo ni imaginar el dolor que sufrió la pobre con la quimioterapia y los drenajes del pulmón, se esforzaba en no asustarnos y lo disimulaba todo lo que podía. Le dieron 3 meses de vida y aguantó el triple. Cada día de su vida fué un ejemplo de valentía para cada uno de sus cuatro hijos que crió casi sin ayuda, ya que nuestro padre era marino. Creo que ella se empeñó en ver nacer a su nieto, el hijo pequeño de mi hermana, en agosto. Luego aguantó para el primer cumpleaños de mi hijo. Las quimios cada vez eran más agresivas y su deterioro mayor. Las navidades de ese 2011 ya no fueron en casa, fueron en el hospital.
A las 4 de la mañana del 2 de enero de 2012 se murió amama. Ojalá existiese un Dios, ella se lo merecía. Ojalá los besos que les damos a sus tres nietos le pudiesen llegar a ella. No pasa un día sin que note el enorme tamaño de su ausencia y el miedo de que para sus nietos pueda llegar a ser sólo una cara en una foto antigua.
Me agarro fuerte a tu recuerdo y a lo que hay de tí en todos nosotros. Te quiero Mamá.