Ella amaneció deseando muchas cosas: “Mamá yo quiero estar en un teatro, y hacer trucos de magia” Hasta qué dijo las palabras más comunes que una niña puede decir: “Mamá yo quiero ser grande como tú”
Soy coach y soy madre. Realmente después que fui madre fue que me llegó la gran oportunidad de convertirme coach. Una función ya es indivisible e indispensable para la otra. Cómo coach, mi próxima pregunta fue sencilla: “¿Y para qué quieres ser grande como yo?”
La respuesta no ser hizo esperar. Ella quiere ser grande como yo, en primer lugar, “para alcanzar todas las cosas”. Mi hija hablaba de alcanzar el teléfono, los objetos que quiere tener y no logra alcanzar, etcétera. Yo pensé inmediatamente, en cómo el ejemplo de madre que hayas tenido determinará en el futuro qué tan perseverantes serán nuestros hijos. No digo que sea así todo el tiempo, pero prefiero ser para mis hijos un modelo de mujer que lucha por alcanzar todas las cosas (así como vi ese modelo en mi madre) en vez de que vea en mi una mujer que se rinde fácilmente ante los obstáculos.
Los hijos son nuestros mejores jueces, son los que ven las cosas desde un punto de vista no viciado, ven las cosas desde lo simple y así mismo te dan su opinión sin complicaciones ni prejuicios.
Nuestros hijos son nuestros mejores estilistas, siempre ven la belleza pura y simple, sin necesidad de observar detenidamente ese defecto físico que tú insistes en resaltar de ti.
Nuestro hijos son nuestra mayor fortaleza, porque cuando te sientes abatido(a) y crees que el mundo se está acabando, unas palabras de tu hijo(a) que te diga “mami no llores” así como le dices tú a cada rato, hacen que valga la pena secarse las lágrimas y enfrentar lo que sea que tengamos como problema.
Nuestros hijos, con sus virtudes y defectos, son nuestra mayor riqueza, el impulso más motivador que tenemos, y si nos ponemos a observar e interpretar detenidamente todas sus acciones y opiniones, veremos que tienen en sí mismos la mayor de las verdades: el verdadero amor.
Te invito a que reflexiones sobre las conductas y conversaciones que tienen tus hijos y a descubrir el tesoro que encierran. Al final, para algo nos enviaron a esas pequeñas criaturas inquietas, para que nos atrevamos a ser nuestra mejor versión.
¡Feliz domingo!