Este artículo provocó una reflexión en mi: Verdaderamente no hace falta ir muy lejos porque el bulling está dentro de nuestra propia familia, amigos y compañeros de trabajo. Seguramente os resultan familiares algunas de las historias que ahora os vamos a relatar, todas ellas verídicas, en las que gente muy cercana ha criticado la forma de criar a nuestros hijos.
Recuerdo, nada más nacer mi primera hija, los días que sufrí con la lactancia materna. La idealización de la mujer por dar el pecho, en mi caso y seguramente en el de muchas mujeres, se convirtió en una auténtica pesadilla.
Ya en la habitación del hospital el “momento teta” era una auténtica tortura: la leche no subía, la niña pasaba hambre y la ansiedad se apoderaba de mi cada minuto que pasaba sin poder amamantar a la niña. Lo que más me sorprendió fue el comentario de mi madre cuando dijo que “cómo iba a salir algo de ahí si no había nada”. Me dejó a cuadros. ¿Cómo puedes decir eso si tu tampoco diste el pecho? Fue mi contestación.
Posteriormente, comentando con amigas esta situación, la historia se había repetido en muchas de ellas. Amigas, madres, abuelas, incluso tías que eran monjas se habían permitido el lujo de opinar sobre la lactancia y cómo se tenía que hacer.
No se sí es innato a la raza humana o los nervios de esos momentos hacen que digamos cosas de las que nos podamos arrepentir pero lo cierto es que, a mi eso me dejó marcada y juré y perjuré que no volvería a vivir una situación parecida en mi vida.
El bulling en todas las esferas de nuestra sociedad y es cierto que, las redes sociales incitan a decir lo que nos venga en gana sin ningún tipo de impunidad y sin saber lo que hay detrás de cada historia de maternidad, de cada niño o de cada madre y como la ignorancia es atrevida nos atrevemos a opinar muchas veces con una violencia verbal carente de coherencia alguna solamente con el afán de hacer daño y de verter nuestras frustaciones en los demás.
La lactancia es uno de los temas en los que las mujeres sufren más acoso por personas cercanas a la familia. En el caso de mi primera hija, mi madre siempre estuvo obsesionada con que la niña pasaba hambre aunque tuvo lactancia materna exclusiva hasta que tuve que regresar a mi trabajo.
Otra anécdota en torno a ello me ocurrió tras tener a mi tercer hijo. Mis padres tienen unos amigos cuya hija tuvo un niño a la par que el mio. La abuela orgullosamente presumía de la cantidad de leche que tenía su hija y que tenía que congelar en la nevera. Mi madre seguía con la misma “cantinela” de siempre obsesionada con que el niño no comía. Así que ni corta ni perezosa propuse a la buena mujer que su hija podía donar esa cantidad de leche a los hospitales contribuyendo así a la lactancia de otros niños, pero parece que no le gustó la idea.
A los cuatro meses me encontré a la chica en el centro de salud y me confesó avergonzada que su hijo había empezado a tomar leche de fórmula porque su leche no tenía todos los nutrientes necesarios y el niño se quedaba con hambre. Pero ¿por qué tenemos que avergonzarnos de ello? ¿Por qué nos hacen sentirnos tan mal si no podemos o no queremos dar el pecho?
Conozco también a algunas mamás que han tenido que mentir y cuando se les pregunta si dan el pecho asienten cabizbajas con sentimiento de culpabilidad para no sufrir el acoso del grupo de mujeres que afirman orgullosas que ellas han dado a sus hijos el pecho hasta que han tenido dos y tres años.
Otro de los temas estrellas en el bulling maternal es el del Colecho. Tengo que admitir que yo practico el colecho por apego y comodidad. Cuando me critican porque duermo con mis hijos, la gente no se plantea que mi pareja y yo trabajamos a turnos, que nuestra planificación de vida es CERO y que, derivado de esto tenemos trastornos de sueño. Eso no se plantea, porque la gente solo busca la crítica y no ve ni quiere ver más allá de lo puramente criticable.
También el tema del peso en el embarazo es cuestionable. Sobre todo las mujeres, y esto parece que está muy mal decirlo pero es la cruda realidad, estamos pendientes del peso de una embarazada. Entre amigas es muy fácil acuñar la frase “cómo te has puesto…..” haciendo sentir a la embarazada con un sentimiento de frustración muy grande.
Tengo una amiga que en el transcurso del embarazo engordó 15 kilos. La chica se sentía fatal con su aspecto y no quería mirarse al espejo. Su madre y sus primas no dejaban de repetir lo oronda que se había puesto en el embarazo y lo mucho que le iba a costar dejar esos kilos de más. En los últimos meses del embarazo se puso a dieta y si, perdió peso pero el niño nació con unas carencias bastante importantes y tuvo que estar ingresado en el hospital durante más de dos mes. El bulling practicado a esta chica por su entorno familiar desencadenó unas consecuencias que, de otra forma ni siquiera se habría planteado. Muchas veces, cuando quedo con ella recuerda esos meses como una verdadera tortura tornando, lo que podía ser un recuerdo imborrable de un embarazo feliz a considerarlo la peor decisión de su vida.
El colegio de los niños es un ambiente que se presta bastante al bulling maternal. Algunas madres parece que sientan cátedra y todas sus palabras van a misa. Y si alguna tiene la osadía de contradecir su opinión van como un perro bulldog a por ellas. Una tarde varias madres estábamos comentando los platos que hacíamos de cenar a nuestros hijos y yo comenté que a veces les daba potitos preparados. Una de ellas me miró fijamente y me espetó “Vaya mierda que les estás dando a tus hijos”. En ese momento me sentí fatal y fui incapaz de contestar, pero a las dos semanas pude comprobar que una de las meriendas que esa buena mujer daba a sus hijos era un paquete de donetes de chocolate que uno de sus hijos se “trincó” en menos de dos minutos.
Como dice la célebre frase la ignorancia es atrevida y vemos la paja en el ojo ajeno sin ver la piedra en el nuestro.
La mayoría de las veces EL ENEMIGO ESTÁ EN CASA y en muchas ocasiones nuestra madre, marido, cuñado o hermano critica sin ningún tipo de piedad la forma en la que educamos a nuestros hijos. Yo he llorado muchas veces por creer que estaba haciendo las cosas mal, por intentar educar a mis hijos de una forma que mucha gente no comprende y por únicamente intentar que sean felices todos los días de su vida.
Me he dado cuenta que esto también es criticable, pero como diría Rhett Butler en “Lo que el Viento se llevo”: Francamente Querida, me importa un bledo.