Cómo enseñar a comer a los niños es un quebradero de cabeza para muchas familias. Con estos trucos te resultará más fácil disfrutar de la hora de la comida en familia.
Para muchos padres la hora de la comida es un auténtico suplicio. Filetes que se hacen bola, berrinches y luchas de poder pueden acabar con la energía y paciencia de muchos progenitores que no consiguen su objetivo: enseñar a sus hijos a comer.
Tanto si has optado por la alimentación complementaria a base de purés como por el baby led weaning, tarde o temprano vas a enfrentarte a situaciones desafiantes en la mesa del comedor que van a poner a prueba tu capacidad resolutiva y tu templanza.
Así que toma papel y lápiz porque este post te trae consejos para lidiar con el temido momento de la comida. ¡Empezamos!
Todos juntos, todos lo mismo
A los niños les encanta pertenecer, sentirse integrados, uno más de la familia. Y comer en la mesa de los niños o en horarios distintos de los mayores no les gusta en absoluto.
De modo que , aunque por cuestiones de horarios quizá no sea posible comer todos juntos, que al menos un adulto coma a la vez que los niños, en la misma mesa, para que sientan que es una actividad que se hace en familia y que les incluye.
Igualmente, es importante para enseñar a comer que no haya un menú de niños y otro de mayores, si no que todos comamos la misma comida. Evidentemente, el plato de los niños tendrá una preparación distinta (sin huesos, sin espinas, sin salsas fuertes, cortada en trozos que eviten el atragantamiento) pero su comida y la nuestra es la misma.
Enseñar a comer con el ejemplo
Si pretendemos que nuestros hijos coman sano, deberemos predicar con el ejemplo nosotros mismos.
No podemos pedirle a un niño que se coma unas judías verdes hervidas mientras nosotros comemos macarrones con tomate. Buscar recetas imaginativas que hagan que tanto adultos como niños podamos comer de manera variada y saludable mejorará su relación con la comida y, de paso, nuestra salud.
Yo digo qué, tu dices cuánto
El estómago de los niños es mucho más pequeño que el nuestro, y sin embargo, tendemos a poner delante de nuestros hijos platos llenos hasta arriba con la intención de que se lo terminen entero. Error.
Aunque son pequeños, los niños tienen el centro del hambre y la saciedad de su cerebro perfectamente desarrollado. Es decir, ellos saben (sin nuestra ayuda) cuándo tienen hambre y cuándo están llenos y no quieren más.
No te angusties si se toma dos cucharadas del plato de lentejas y no quiere más. No pasa nada. Un niño que come 5 o 6 veces al día no va a tener carencias nutricionales ni va a dejar de crecer porque se deje la mitad del plato. Quizá tan solo necesita raciones de comida más pequeñas.
Como padres debemos encargarnos de ofrecerles alimentos lo más saludables posibles, ellos deciden la cantidad que comen.
No hay plan B
Esto es un básico. No hay alternativa. Si no quieres comer puedes tomar postre (en mi casa siempre es fruta y/o yogurt) pero no hay un plato guardado en la recámara como opción B por si la primera opción no triunfa
¿Y qué sucede? Absolutamente nada. Que llegamos a la merienda con un poco más de hambre de lo normal, y listo.
Si hay unas salchichas con patatas escondidas por si acaso, el brócoli va a ser ignorado por completo. Así que, podéis entonar sin remordimientos el esto no es un restaurante y dejarles experimentar lo que es llegar a la siguiente comida con más hambre del esperado.
Platos y cubiertos
Aunque es inevitable dejarse llevar por la emoción y la oferta de platos y cubiertos para niños es variada y muy tentadora, yo soy partidaria de que coman con cubiertos y platos normales.
En mi caso, hemos utilizado los platos de postre así como las cucharillas y tenedores chiquititos de nuestra cubertería para el bebé desde que comenzó a usar los cubiertos.
Con esto conseguimos, una vez más, que se sienta integrado, que vea que empleamos todos los mismos utensilios para comer.
Pero, ¿y qué pasa si tira un vaso o plato y se rompe? Aquí podemos entrar en un nutrido debate. Nosotros hemos optado por el enfoque más Montessori ante este dilema, que en resumen sería algo así:
Si le damos al niño vasos de plástico u otro material irrompible, va a aprender que puede lanzarlos sin que se rompan ni pase nada en absoluto.
Pero si le dejamos un vaso de cristal y se rompe, va a aprender las consecuencias naturales de su conducta, experimentará lo que es un cristal roto y aprenderá por sí solo que no se pueden lanzar los objetos de cristal.
Obviamente hemos tenido varias bajas en nuestro ejército de vasos y platos, así que merece la pena guardar la vajilla de las ocasiones especiales hasta que el proceso de aprendizaje haya terminado.
Sorpresa: NO hay que comer de todo
¿Te imaginas ir a un restaurante y decirle al camarero Todo en la carta tiene una pinta estupenda, pero póngame la merluza en salsa verde, que me da mucho asco? Ridículo, ¿verdad?
Los niños también tienen preferencias y gustos, ¿por qué obligarles a comer lo que no les gusta? Si respetamos sus predilecciones nos resultará mucho más fácil enseñar a comer a nuestro hijos.
Si lo que quieres es que tu peque coma pescado, puede que no le guste el lenguado, pero quizá si le gusten las sardinas. O quizá no quiera comer carne en forma de filete pero sí le gusten los canelones rellenos.
En definitiva, se trata de buscar lo que les gusta, procurando que coman de la manera más variada posible pero sin obligarles a comer algo que detestan. Si nos empeñamos en forzarles solo conseguiremos que tengan una mala relación con la comida y con nosotros.
Horarios y rutinas
El peor enemigo de un niño que come mal es el picoteo entre horas. Es un círculo vicioso del que hay que salir tan pronto como podamos.
Muchas veces, agobiadas porque pensamos que ha comido poco al mediodía, ofrecemos comida a lo largo de la tarde para compensar. La consecuencia es que el niño llega a la cena sin hambre y otra vez tenemos la misma situación.
¿Solución? Establecer un horario de comidas (desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena) e intentar no salirnos de ese horario y esa rutina. Y no tener miedo a que pasen un poquito de hambre hasta que llegue el siguiente momento de comer.
Los niños también tienen preferencias y gustos, ¿por qué obligarles a comer lo que no les gusta? Si respetamos sus predilecciones nos resultará mucho más fácil enseñar a comer a nuestro hijos.
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Estos son solo algunos consejos que te pueden ayudar a enseñar a comer a tus hijos. Aún así, si te interesa profundizar más en los hábitos alimenticios de los niños te recomiendo que consultes estos libros:
Mi niño no me come, de Carlos González.
En boca de todos, de Juan Llorca.
Se me hace bola, de Julio Basulto.
Espero haberte ayudado en este complejo asunto. Y ahora cuéntame, ¿qué tal lleváis el momento comidas en casa? ¿Hay guerras en tu mesa o reina la paz? Te leo en comentarios .