"Mamá... ¿Cómo me afeito la barba?"
Esas 5 palabras, solo esas cinco palabras, bastaron para desencadenar dentro de mí la mayor de mis tormentas desde que soy madre.
Pero ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿En qué momento te convertiste en un hombre?
Me vais a perdonar el momento moñas, pero hoy lo tengo desatado, precisamente para esto está mi espacio: para contar las cosas buenas que me sirven y que me han ayudado con mis hijos, que me han acompañado a lo largo de esta andadura que se llama "maternidad", pero también para contar mis miedos, mis inseguridades, y el terror que me acompaña a veces.
Es cierto que hace algún tiempo ya vengo notando que mi hijo (¡el mayor de mi prole! ¡el hermano mayor!) viene mutando de bebé a adolescente, probablemente desde el día que empezó el instituto, cuando al llegar a casa, abrió las puertas de su armario, se sentó en su cama a observarlo fijamente, y me dijo con cara seria: "Mamá, necesito ropa nueva". ¡ZAS! Ese fue verdaderamente el primer zasca en la boca, y con el que empecé a comprobar que mi hijo dejaba de ser mi pequeño bebé. Pero bien, hasta ahí todo era controlable, me repetía una y otra vez a mí misma: "Tu hijo está creciendo, eso es inevitable... disfrútalo!
Pero ¿la barba? ¿en serio? ¡Si tiene cuatro pelos!
No sé a vosotros, pero a mí el hecho de que se afeite la barba me hace tener claro que ya es un hombre, es como un símbolo (probablemente), pero lo es ¡y me acojona!
Cuando pronunció esas 5 palabras pasó toda la película de su vida delante de mí en fracción de segundos: ¿Dónde estaba ese pequeño con el pelo rubio como el oro que venía a darme abrazos constantemente y a repetirme lo mucho que me quería? ¿Qué ha quedado de ese pequeñín que cada vez que se caía venía hacia mí pidiendo consuelo?
Desde que empezó a mutar vengo repitiendo constantemente que es mejor tener tres pares de mellizos que un adolescente, vengo repitiendo constantemente la frase de "cuándo terminarás de madurar". ERROR, ERROR Y CONSEJO: no hagáis eso nunca, y si lo habéis hecho, no lo hagáis más... porque el momento llega, creedme, y es muy difícil de asumir.
¿Sabéis ese momento en que tu pequeño bebé llega a casa y te dice que tiene una novia en el cole? Ese chiquitín tan gracioso y por el que tú darías la vida te está diciendo ¡que tiene novia! Esa niña que le acompaña en sus juegos y que le cae tan bien, y a la que él ve tan guapa... ¡mola! ¡y te ríes! O mejor dicho ¡te tronchas!, ¿a que sí?, ¿a que te ha pasado? ¡Que gracioso todo! Y la semana siguiente, o el mes próximo, tiene otra, y así van encadenando "amiguitas" a las que quieren, ¡y mucho! Pues, esperad... esperad a que eso ocurra con 14 años ¡Ja! Veréis, veréis que ya no mola tanto.
–"¿Quién es esa?" Repetiréis sin parar.
–"Es Fulana, mamá".
–"Yo no te estoy preguntando cómo se llama, te estoy preguntando quién es".
¿De dónde es?, ¿Quiénes son sus padres?, ¿por qué te llama tanto?
¡Ahora empieza lo bueno! Agarraos bien al asiento porque vienen curvas, ¡y de las fuertes! ¿A que ya no hace tanta gracia como hace 10 años? Ahora ya no es un juego, sabes que empieza a vivir su vida de verdad, tuviste esa edad y sabes lo que se siente. Sabes cómo pensabas en cada uno de esos momentos, sabes lo que duele que te rompan el corazón cuando eres un adolescente, sabes también cómo se magnifica todo a esa edad y te duele porque a él también le dolerá.
¡Empieza a vivir! Abre sus alas y está próximo a volar, escapará del nido, ya no quiere besos, ni abrazos ni achuchones. Ya no te dice que te quiere hasta la luna ida y vuelta, ya no te pregunta cosas, no quiere tus consejos, ¡ya no te escucha! Y duele, duele mucho, sobre todo porque tú pasas de ser la persona más importante en su vida a ser "la víbora que le amarga la existencia". Aunque te empeñes en ser una madre "guay" siempre serás "la víbora", y lo peor: te tocará conformarte con ser simplemente espectadora, espectadora de su vida en forma de película y no podrás evitar los golpes que se llevará, y te alegrarás con sus triunfos y su felicidad, ¡vaya si te alegrarás!
Pero ya no será como antes, ¡olvídate de ser la primera en saber cada una de sus cosas! Ahora lo sabrá primero el amigo X o cualquier otro antes que tú. Ahora empezarás a ver las cosas de otra manera, y te romperás la cabeza para saber cuál es la forma correcta de llegarle.
Olvídate de aconsejarlo, siempre hará lo contrario a lo que tú le digas, ¡eso es matemático! (yo también lo hacía).
Su "yo" interno aún sin aclararse y sin saber quién es, junto a sus hormonas (puñeteras hormonas) disparadas a mil por hora, lo llevarán a cometer miles de errores (yo también los cometí), lo llevarán a ser "terriblemente borde" conmigo en ocasiones, y yo solo podré ver y estar atenta por si me necesita de verdad.
Tendré que dejar que se equivoque para que pueda aprender, tendré que aguantar malas caras y hasta contestaciones, tendré que tener aún más paciencia siendo su madre y sufriré... lo tengo claro, la teoría está muy clara, pero la práctica no lo es tanto ¿a que no?
No crezcas tan rápido, hijo mío, deja que te disfruté un poquito más, no tengas prisa por crecer. Luego querrás echar el tiempo atrás y pensarás y repetirás una y otra vez: "Cuánta razón tenía mi madre".
Hazme caso... aún no te afeites "la barba".