Facebook.com/NeuroMamaBlog
Usualmente, cuando él hace tareas yo estoy por ahí dando vueltas lo suficientemente cerca para ayudarlo pero, lo suficientemente lejos para evitar episodios como los del día en cuestión.
De otro lado, en el colegio de mis hijos las tareas son misérrimas. Los peores días a mi hijo mayor (que está en 2do de primaria) le mandan 3 hojas de tarea además de su lectura diaria de 8 minutos. De igual manera, a mi hija la segunda (que está en kínder) le mandan prácticamente cero tareas. Sin embargo, lograr que se sienten a hacer sus [mini] tareas es todo un reto. Algunos días fluye pero otros..., vienen con 20 minutos previos de pedidos, chantajes, sobornos y – en algunas ocasiones – amenazas.
Conversando al respecto con una amiga blogger (Andrea de Mamá Quiero Leche), me sugirió un post que ella escribió hace tiempo sobre cómo logró motivar a su hijo mayor a que haga tareas (lo pueden encontrar acá: El Baúl de las Tareas). Además, coincidió con que terminé leer un libro sobre crianza que me motivó bastante y se los recomiendo (Amy Chua: The Battle Hymn of the Tiger Mom, en español: Madre tigre, hijos leones). En el cual postula que somos las madres (o padres, como prefieran) los que debemos darle a los niños los motivadores externos para trabajar duro, estudiar, destacar y triunfar y sin miedo a exigirles. Pues, parte de la premisa que ellos pueden. Una vez crecen con esta ética de trabajo, la internalizan y tienen el motivador interno que los empuja a cumplir y destacar.
Así, esperanzada en que llegará el día en que encuentren la motivación interna que los lleve a sentarse solos y hacer las tareas, me he puesto manos a la obra en sembrarles la semilla del estudio y – no lo voy a negar – las ganas de sacarse buenas notas y destacar (que de eso, mis hijos nada).
Para hacerlo, me remonté a los orígenes: mi madre (que sin saberlo siguió el método de Amy Chua). Mi mamá con las 4 fue muy estricta. Hábitos, horarios y RUTINA. La gente exitosa tiene buenos hábitos y orden (ella no se acuerda de decirlo, pero yo sí recuerdo haberla escuchado). Con una rutina diaria que incluye hacer tareas, los niños ya saben que esperar y aunque no lo crean, tener un horario bien establecido me está ayudando muchísimo con la motivación para hacer tareas de mi hijo mayor.
Que divertido!
También, con mi hijo mayor sirven mucho las recompensan materiales. Él siempre está coleccionando algo, siempre quiere algo. Entonces, para motivarlo aún más, le pongo metas semanales: “si haces las tareas con buen ánimo y sin perder el tiempo durante toda la semana, te ganas un paquete de plastilina dura” (las ama). Hasta ahora me sirven las metas a corto plazo, porque realmente a largo plazo ni él ni yo las vislumbramos. Por otro lado, los motivadores de mi hija la segunda son más emocionales (con ella sí me siento a hacer las tareas) y son del tipo: “si te esfuerzas duro hoy y haces la tarea rapidito me acompañas a hacer las compras ahora, solas tú y yo, sin tus hermanos”.
No voy a negar que hay días en los que hasta mí cuesta seguir con estas rutinas (¡¡vacaciones por favor!!!). Pero lo importante es ser constante. Soy una fuerte creyente que, una vez pasado el incentivo externo inicial, los niños internalizan la motivación por el conocimiento y el aprendizaje que viene con las tareas. El incentivo se vuelve interno y las tareas parte de su rutina. Y digan lo que digan, la gente organizada y con motivadores (de conocimiento y curiosidad) internos suele ser la gente más feliz y exitosa. Y, creo que a eso, apuntamos todos.